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Le contamos todo sobre las macetas, la dulce tradición que identifica a Cali

La maceta es un símbolo de la identidad caleña que cada día cobra más espacio. No solo en el Día del Ahijado, el 29 de junio, sino durante otras celebraciones.

31 de mayo de 2015 Por: Meryt Montiel | Editora Equipo de Domingo de El País

La maceta es un símbolo de la identidad caleña que cada día cobra más espacio. No solo en el Día del Ahijado, el 29 de junio, sino durante otras celebraciones.

[[nid:426672;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/05/macetas-2.jpg;full;{La maceta es un dulce que por tradición regalan los padrinos a sus ahijados el 29 de junio. La maceta es patrimonio inmaterial de la Nación.Video: El País}]]

Son varias las curiosidades que sobre la maceta, el símbolo representativo de Cali, devela doña María de Otero, mientras prepara en su casa del barrio San Antonio, el alfeñique (dulce hecho a base de agua y azúcar)  con que horas después, ella y cuatro compañeras, armarán entorchados, piñas y figuras que harán parte del preciado objeto que regalarán  en Cali los padrinos  a sus ahijados el próximo 29 de junio.

Heredera de la tradición de la familia Otero (su suegro César Otero era quien hacía antes el dulce, mientras la esposa de este, Raquel Beltrán de Otero hacía figuras y armaba las macetas), doña María pone a punto el dulce  y lo deja enfriar, esparciéndolo en dos bandejas hechas en piedra.  Advierte entonces que cuando llueve no se puede trabajar el alfeñique, “porque ‘llorosea’,  el frío lo daña”. En cambio, dice, el dulce cuando está metido en nevera, “puede durar hasta un año si no le entra agua ni hormiga”.

La mujer, que desde 1964 anda en estas lides, recuerda que las macetas, décadas atrás, eran más grandes (de un metro), de solo figuras blancas y no llevaban ringlete.  En 1963, por ejemplo, dice, y mostrando un viejo calendario de Azúcar Manuelita, una maceta grande (a la que  se ve sin molino en una foto) valía cien pesos. “Hace unos 20 o 15 años cambió. Ya le ponemos color, ringletes, chorros de papel para darle más alegría, pero es más pequeña”.

Hoy sus macetas de 50 cms cuestan $17.000; las de 60 cms $30.000 y $40.000 (dependiendo de la cantidad de dulces y figuras) y las miniaturas $12.000  y $25.000. Como explica su nuera Beatriz Robles, quien se encarga de las finanzas del negocio, estas últimas cuestan más por el valor que tiene el complicado trabajo manual de las artesanas.

Una vez está frío el dulce y cristalizado, doña María lo va despegando de las bandejas y forma una masa que entrega a su nieto Alejandro Otero, de 23 años, para que la ponga a “blanquear”.

El joven coloca la masa en un palo desde el que la va estirando con mucha fuerza e insistencia, lo que produce que el color se torne mucho más blanco con el pasar de los minutos.

[[nid:426055;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/05/ep00963969_1.jpg;right;{Al estirar una y otra vez la masa se va volviendo mucho más blanca. El nieto de María de Otero, Alejandro, se encarga de este proceso.Foto: Johan Manuel Morales}]]

 Aprovecha entonces doña María para contar con orgullo que fueron ellas, las artesanas de ‘Macetas Raquel Beltrán de Otero’ las seleccionadas por concurso para engalanar la Hacienda Cañasgordas donde se llevó a cabo uno de los actos de la Cumbre de Presidentes del Pacífico, en mayo de  2013.

 

  “Vino la Primera Dama a esta casa y encargó la maceta que quería. Fueron 600 y pico las que pidió. Trabajamos tres meses, en jornadas de 8:00 a.m. a 10:00 p.m., fue duro, pero quedaron espectaculares”. Y  entre risas, remata: “y lo mejor, la plata la pagaron en efectivo”.

Una vez está la masa bien blanca con esta se hacen rollos  que luego se fraccionan y se colocan sobre una mesa que luce un mantel blanco, alrededor de la cual se sientan  doña María y sus compañeras. Ellas, utilizando anilinas vegetales  no tóxicas, papelillos y cintas de seda, empiezan a elaborar entorchados, piñas y figuras que guardan en cajas, para, fechas previas al 29 de junio, Día del Ahijado,  empezar a armar  macetas.

Y no solo para ese día. Las macetas se han vuelto tan apetecidas que son solicitadas para diferentes eventos durante todo el año: Primeras comuniones, matrimonios, festejos corporativos, celebraciones en  hoteles, clubes, restaurantes, etc. Y también para llevar al exterior.

 En tanto las artesanas moldean las figuras, cuenta Beatriz que en una ocasión hicieron una maceta de 180 cms para un matrimonio: llevaba orquídeas, cartuchos, rosas... Pagaron por ella $490.000 (incluido el transporte para llevarla y dejarla instalada).

En otra oportunidad, evoca, llegaron a la casa de los Otero, 20 turistas de Puerto Rico llevados por una agencia de viaje para que vieran cómo se hacían las macetas. El entusiasmo fue tanto durante las dos horas y media que duró la visita,  que los extranjeros también quisieron hacer sus propios muñequitos, los cuales, la verdad, no les quedaron  nada buenos.

[[nid:426056;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/05/esther-de-robles-macetas.jpg;right;{Esther de Robles es una de las artesanas que colabora con doña María de Otero. Aquí, haciendo los entorchados.Foto: Jhoan Manuel Morales / El País}]]

Beatriz señala que con el fin de variar, cada año crea para las macetas cinco figuras nuevas. Este año  han diseñado “la tortuga con una flor, conejo y conejita juntos, oso comiendo sandía y el Arca. La vaca loca, de hace 17 años, continúa, porque la gente la sigue pidiendo”.

Historias dulces detrás de las macetas

Laura  Zapata Sánchez, de 8 años, cuenta que su madrina Viviana Sánchez le ha regalado dos macetas. “La primera era pequeña con dulces todos blancos y muchos animales y un molino de colores. La otra era con muchos muñecos de fomi,  dulces de colores y figuritas. Me gustó más la segunda porque se veía más divertida”.

Ese dulce organizado sobre la base de un palo de maguey reseco  y desbastado que se decora con papelillo de colores, banderitas de papel,  turrones y figuras de alfeñique, con los años  ha ido cambiando su imagen por los nuevos elementos que la engalanan.

 Si en un principio solo eran blancas, con figuras de animales como palomas, búhos, peces, vaquitas,  y muñequitas, en los últimos  años  han aparecido coloridas macetas adornadas con Chicas Superpoderosas, Barney, El Hombre Araña, Los Simpsons y hasta James Rodríguez, que niños como Viviana    encuentran más divertidas. Pero que muchos adultos, como la gente del Cali Viejo, ven  como un atentado contra la  tradición.

La verdad es que hay  macetas para todos los gustos.  Y familias de artesanos de vieja data como los Otero, Ayala, Vergara, Mera, Riascos,  Benavides, Rebolledo y Mina están para complacer.

A estas familias tradicionales se han unido otros artesanos, y juntos,  vienen participando en el Festival de Macetas,  que este 2015  cumplirá 15 años, entre el 25 y 29 de junio próximos. Este evento, que  desde hace dos años organiza Corfecali (antes era la Cámara de Comercio) no solo beneficia a los caleños sino también a pobladores de Jamundí, Yumbo y Palmira.

Julieth Páramo es una de estos artesanos. Ella, su hermana y sus padres expenden en varios stand de centros comerciales. Este año venderán sus macetas a $6.000, 12.000. 20000 y  $30.000. Durante los días de feria llegan a vender unas “400 macetas grandes y unas 500 chiquitas”.

 La joven, comunicadora social de la Universidad Santiago de Cali,  considera que la influencia de la televisión, el cine,  el entretenimiento comercial, hace que los niños prefieran macetas con los personajes que están llamando más su atención.

Y evoca que por eso, en años anteriores,  las macetas incluyeron personajes como Betty, La Fea, el Rey León, Los Padrinos Mágicos y que el año pasado, con la fiebre del Mundial, tuvieron figuras como las de James Rodríguez y Leonel Messi.

  Ella y su papá Alfredo Páramo reconocen que gracias al trabajo con las macetas tienen una entrada significativa de dinero para la familia. Y como familia, juntos deciden en qué invertirán lo recaudado cada año con su labor durante el Festival.  En el año 2006, por ejemplo, recuerda Alfredo, “nos fuimos a Cartagena los cuatro, en el carro, no conocíamos esa ciudad. Y ese fue un objetivo: un paseo de 15 días que nos llevó a Medellín, Tolú, Coveñas y finalmente a Cartagena”.

 Otro año fue para pintar el carro; otro, para remodelar el baño,  la cocina. Y otro para comprar el televisor gigante que luce en la sala de su apartamento, en  Nápoles. Este año su meta, dicen, es viajar a Ecuador.

Y al igual que a la familia Otero, a ellos, también  les encargan macetas durante todo el año. En diciembre pasado, comenta don Alfredo, la empresa de eventos Malabares les pidió 200 macetas para centros de mesa. Todas, con motivos muy colombianos. Era un matrimonio. “Y además, nos han encargado para eventos de salsa: hemos hecho macetas con notas musicales, sombreros de salsa y bailarines”.

El libro que resume una tradición

En 2013 se socializó en Cali el libro La Maceta de Alfeñique, Tradición Popular con Sabor a Caña,  producto de un estudio del Grupo de Investigación en Comunicación de la Universidad Autónoma de Occidente.

La investigación, liderada por los docentes Ricardo Castro  y Juan M. Pavía, hizo parte del Proyecto Reconocimiento y Valoración de las Tradiciones Populares del Dulce y sus Prácticas Festivas y Parentales, Hacia un Proceso de Declaración de Bien Cultural; Tras la Huella de la Maceta como Flor Urbana y Típica de Santiago de Cali.

[[nid:426063;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/05/ricardo_0.jpg;right;{}

Ricardo Ramos es oriundo de Manizales. Actualmente se desempeña como docente de tiempo completo del Departamento de Publicidad y Diseño de la Universidad Autónoma de Occidente, UAO. También es investigador  del Grupo de Investigación en Comunicación de la UAO. 

Sus títulos son Diseñador visual de la Universidad de Caldas; delineante de ingeniería, arquitectura y cartografía de la misma universidad y Magister en hábitat Tropical de la Universidad Nacional.

 
 

  Este proyecto, auspiciado por el Fondo Mixto de Promoción de la Cultura y las Artes del Valle del Cauca, la UAO, la Cámara de Comercio y el ingenio Manuelita hizo parte de otro grupo de iniciativas   presentadas ante el Ministerio de Cultura que dieron como resultado que la tradición de regalar  macetas a los ahijados fuera declarada Patrimonio Cultural  Intangible del país.

Sobre la investigación  el docente  Ricardo Castro Ramos, habló con El País:

¿Cuál fue el objetivo del libro?

Registrar las prácticas de producción, distribución y consumo relacionadas con la maceta de alfeñique. Cuando uno está hablando de la maceta para entender lo que implica el patrimonio  cultural intangible realmente de lo que se está hablando es del vínculo simbólico, cultural, religioso, social que existe entre el padrino y el ahijado. Eso posibilitó hacer  el rastreo de la tradición de celebrar al ahijado y al padrino en su día, mediante el regalo de la maceta  que es el objeto material.

¿Qué encontraron en el estudio?

A través del registro documental encontramos evidencias. El objeto como tal se encuentra datado  a  partir de 1948. Hallamos que ese año, en una nota de prensa del diario El Relator, de Cali,  el concejal Hernando Guerrero habló de recuperar el Día de las Macetas: “Hernando Guerrero hace cada año nobilísimos esfuerzos para que la Fiesta de las Macetas se restaure como un avivamiento de claros tiempos pretéritos, cuando por toda la ciudad circulaba un júbilo infantil que todo lo refrescaba, recuperando una tradición perdida”.

  En una de las infografías del libro mostramos que años atrás a este episodio no se habla específicamente de las macetas sino del hecho del compadrazgo, que es el que permite que luego exista un bien cultural material que se llama maceta.

¿Y desde cuándo evidenciaron la existencia del compadrazgo?

Documentado está que caudillos como  Tomás Cipriano de Mosquera, emplearon el compadrazgo como artilugio para obtener respaldo a sus actividades políticas y militares mediante la asociación de un ritual católico y una maniobra de poder, manteniendo el apoyo familiar en las diferentes contiendas políticas. Esto fue a finales del siglo XIX (1840-1960). Para esa época, los  hacendados caucanos apadrinaban esclavos. Si ellos tenían bajo su poder muchas personas y estas tenían hijos, el esclavo u otra persona del pueblo, para lograr el favor del dueño de la hacienda, del que le daba trabajo y tenía el control político, le pedía que le apadrinara a su hijo, quedando, entre comillas, como familiares, compadres.

 Y en el Valle, especialmente en Cali, existe el símbolo que destaca  ese compadrazgo: la maceta de alfeñique, lo que no ocurre en otras partes.

Hay mitos alrededor del nacimiento de las macetas. Cuéntenos alguno...

Son varios  y uno de ellos da cuenta de que existía una señora llamada Dorotea Sánchez, del barrio El Peñón, que no tenía con qué darle  un regalo a sus hijos  el Día de los Santos Pedro y Pablo. Ella solo tenía azúcar y decía, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo hago para que los niños estén contentos?  Una de las versiones dice que aparecen los santos Pedro y Pablo y le enseñan a hacer el alfeñique, con eso hace unos muñequitos que se los regala  a sus hijos y  a los amiguitos de estos. Sea como sea,  lo más importante del mito es que permite entender  la forma en que se interpretan estos asuntos en una regularidad social, porque los mitos son explicaciones populares para lo que ocurre.

¿Y cuál sería la explicación real?

Que donde hay cultivo de caña hay azúcar  y hay que hacer dulces. Por eso es que el Valle del Cauca reporta en buena medida una tradición en dulces.  

¿Cree que la tradición ha mermado?

La tradición está engendrada inicialmente en el  compadrazgo y este deriva de la religión católica y el catolicismo ha menguado mucho y también sus tradiciones porque proliferan otros cultos. Además, porque la Iglesia como tal no se pronuncia y me  parece que no ve muy bien asociar la celebración del padrinazgo a este tipo de fiestas paganas. Por eso  creo que la tradición no tiene un auge muy fuerte como debería tenerlo.

 Pero con el paso del tiempo, a través de la celebración del Festival de Macetas las personas, sobre todo de las últimas generaciones, vieron la maceta como un elemento identitario propio de la región, principalmente de Cali. Entonces, aunque el asunto sea inicialmente religioso no necesariamente subsiste por él. En la actualidad las industrias culturales permitieron que los artesanos que detentan el oficio vieran una oportunidad de negocio que también posibilita el sustento de sus familias. Tanto, que  hoy ese negocio no es solamente para el Festival, aquí se pueden conseguir macetas durante cualquier momento del año.

Las agremiaciones de artesanos posibilitaron que también se celebren fiestas donde llevan la maceta porque es elemento identitario. Incluso, el Municipio de Cali expidió una resolución donde se le da el carácter identitario a la maceta. Eso va reforzando  la tradición.

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