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Las historias que habitan en los olvidados rieles y vagones del Ferrocarril de Cali

Está invadida de norte a sur y desde hace años nadie la utiliza. Es un corredor de basura, droga e inseguridad.

8 de julio de 2012 Por: Margarita Rosa Silva Daza | Reportera de El País

Está invadida de norte a sur y desde hace años nadie la utiliza. Es un corredor de basura, droga e inseguridad.

Debajo de un vagón abandonado, en la antigua Estación del Ferrocarril, ‘El Loco’ saborea un maracuyá con leche condensada y azúcar. Está sentado en el ‘comedor de su casa’, donde las sillas son los rieles del corredor férreo, en desuso desde hace años. Su cama es un colchón dentro del vagón, con una cortina que le aisla la luz. “Al menos no me mojo cuando llueve”.Lleva dos años viviendo allí. Su familia tiene casa propia en un barrio popular, pero cuenta que allá no se puede aparecer porque lo andan buscando. Mientras come, tiene una colilla de marihuana al lado y una de maduro (bazuco con marihuana).Tiene 24 años y dice que en ese, ‘su hogar’, lo único que le hace falta es televisión para ver partidos de la Selección.En ese barrio de vagones abandonados, detrás de la antigua estación, ‘El Loco’ tiene al menos ocho vecinos. En el furgón de al lado vive Winderson, de 20 años. Está descansando en su colchón, oliendo pegante en una botella. Trabaja recogiendo maletas en la Terminal de Transportes, justo al lado de su ‘casa’. Lleva cuatro años allí y es huérfano desde pequeño. Comenta que su novia es una ‘niña de casa’, que estudia en una universidad. “Para vivir con ella tengo que conseguir trabajo o algo, no es tan fácil”. El tren ya no pasa por allí. En realidad, hace más de 30 años en Cali la vía férrea es como un fantasma bajo tierra... o casas... o cualquier tipo de invasión. El único corredor vivo, por el que cada ocho días transita el Tren Turístico, es el que va de la Terminal hacia Yumbo y llega hasta La Cumbre – aunque ‘El Loco’ dice que a veces pasan meses sin que el tren se mueva.Se desvanecen los rieles La vía férrea atraviesa toda la ciudad: desde la frontera con Yumbo hasta la salida a Jamundí y hace parte de la red férrea de Colombia. Sus rieles se han ido desvaneciendo entre el cemento, la tierra y construcciones que, ilegalmente, se han establecido sobre ella. Ilegalmente, porque son terrenos que pertenecen a la Nación y que, según el POT de Cali, figuran como área de protección y de reserva para el transporte intermunicipal férreo.Donde vive ‘El Loco’ es tan sólo uno de los sitios invadidos del corredor, quizás en el que menos gente hay. Sobre la Calle 26, por la que se extiende hasta el sur donde desemboca a la Autopista Simón Bolívar, parecen ser más extensos los tramos ocupados que los libres. Don Jorge Bastidas, por ejemplo, vive hace 44 años en el sector conocido como La Playita, en el Norte. Es identificada como zona de mecánica: se ven buses, camiones, chivas, carros y lanchas desguazados. Todo sobre lo que alguna vez fue carrilera y ahora ni siquiera tiene rieles, porque se los robaron. Don Jorge cuenta que antes, cuando aún pasaba el tren, los talleres arreglaban los vehículos dentro de los locales. Era zona verde, pero con los años, se han ido apoderando del espacio. Dice que ahora sólo esperan a que el Municipio haga “esa autopista con peajes y nosotros nos volvemos a correr”. Se refiere al proyecto de la Autopista Bicentenario, que fue propuesto por la Alcaldía en el 2009, pero al “no ser el proyecto ideal para la ciudad”, según la actual Administración, fue descartado.Santos que no duermen Rumbo al sur, la siguiente parada es la Galería Santa Elena. ‘El Mocho’, un comerciante de 78 años que perdió un brazo por un tumor, recuerda que cuando era niño vendía frutas en el embarcadero sobre lo que antes era un río y hoy es un caño que transcurre paralelo a la antigua carrilera, sobre la 26. Narra que con la ausencia del tren, la gente fue construyendo sobre el terreno. En algunos locales aún se asoman pedazos de rieles en el suelo. Santa Elena es un foco de inseguridad e ilegalidad, relata el coronel Ramiro Castrillón, subcomandante de la Policía de Cali, al asegurar que se han hecho ya unos cuatro operativos este año, en los que se han capturado peligrosas bandas criminales. Asegura que es necesario que el Municipio y la Nación “le metan la mano”. Más al Sur de la Carrera 39 hay parqueaderos encerrados con rejas y ya sobre la 44 hay otro santo que, como Santa Elena, nunca duerme. Es San Judas. Un planchón más grande que una cancha de fútbol, donde adictos a las drogas permanecen y al cual, según los habitantes del sector, es un suicidio entrar solo.Las drogas son quizás el factor común sobre esta carrilera del vicio, de norte a sur, incluso en los sitios que no están invadidos. Se estima que la mayor parte de habitantes de la calle en Cali se ubica en los dos ‘santos’ de invasión y en el Centro. Pero no todas las invasiones son de indigentes. El último tramo de la carrilera a su paso por Cali es el que va paralelo a la vía hacia Jamundí. Allí, al costado derecho en sentido Sur-Norte hay viveros, estaciones de gasolina, un reconocido colegio y hasta un terreno donde sería construida una universidad.Según la Ley, los terrenos en 27,5 metros a lado y lado del Ferrocarril pertenecen a la Nación. En el 2006 El País denunció la irregularidad en la venta y alquiler de estos predios y la Alcaldía aseguró que se procedería al desalojo. Hoy, seis años después, siguen allí. Algunos, como el dueño de uno de los viveros, aseguran tener títulos desde hace más de 30 años.Luz verdeEn medio de los terrenos invadidos en la vía a Jamundí, sobrevive una antigua casa donde paraba el tren. Está habitada. Es la familia Muñoz, que antes tenía industrias en las zonas aledañas a la vía férrea y cuando dejó de funcionar pidió que le dejaran preservar esa casa. Eliyahu, su hijo, cuenta que los han visitado ‘narcos’, paramilitares e infinidad de personas para que les ‘vendan’ los terrenos. “No hemos cedido, estamos aquí para salvar este patrimonio histórico de la ciudad”, dice.Comenta que presentaron un proyecto a la Nación para que les permitan convertir la casa en museo y reserva natural.Es que la vía férrea, explica Esteban Piedrahita, asesor del alcalde Rodrigo Guerrero, es un corredor singular. El gran proyecto que se estudia allí es un ‘corredor verde’, con ciclorrutas y medios de transporte amigables con el ambiente, para el que ya hay US$500 millones destinados en etapa de prefactibilidad.“Es un problema social lo que tenemos” agrega el director de Planeación, Óscar Pardo. Señala que hay que manejar un plan de reubicación con esas personas, que ya está contemplado a mediano plazo. “La ley aplica para todos” sentencia Pardo, refiriéndose a quienes se adueñaron de la vía a Jamundí.En cuanto a los vagones abandonados, asegura la directora (e) del Tren Turístico, Melba Perea, que pertenecen a un particular y que ya se comprometió a quitarlos.‘El Loco’, que tiene su casa en uno de ellos, no sabe nada de esto. Sin embargo, dice que si lo van a sacar por el bien de la ciudad, entonces él colabora. “Uno puede vivir en un vagón o en la calle, pero ante todo hay que tener dignidad”.

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