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Las gualas, el transporte de la ladera de Cali, están en vía de extinción

Aunque son la conexión que miles de habitantes de ladera tienen con el resto de la ciudad, la poca seguridad que ofrecen es una de las razones que las condena a desaparecer.

18 de agosto de 2013 Por: Redacción de El País

Aunque son la conexión que miles de habitantes de ladera tienen con el resto de la ciudad, la poca seguridad que ofrecen es una de las razones que las condena a desaparecer.

Luis Carlos Jiménez empieza a dar ejemplos de lo que sucede con las gualas. Son como las máquinas de escribir, dice. Muy bonitas, pero llegaron los computadores y las cambiamos.Luis Carlos, mientras se bambolea de un lado a otro, -está en un Toyota recorriendo cuestas empinadas de Los Chorros, ladera de Cali- vaticina que las gualas, inevitablemente, van a desaparecer.El hombre da un ejemplo más reciente: ningún decreto sacó a los taxis Chevette de la ciudad, pero la gente veía uno y miraba para otro lado, no le ponía la mano. Preferían los carros nuevos. La misma gente los desplazó. Muy buenos carros y todo, pero los Chevette no eran cómodos, hacía mucho calor. Eso es lo que va a pasar con los camperos.Y eso que Luis Carlos ha vivido de esos carros. Hace diez años compró uno, lo empezó a conducir. Aún, de vez en cuando, lo hace. Ahora es el gerente de Cootransol, una empresa de transporte establecida hace 25 años en Los Chorros. Tiene una flota de 113 gualas, cubre once rutas de ladera en sectores como Polvorines, La Cruz, Siloé, Mortiñal. Luis Carlos dice que las gualas, en esos lados de la ciudad, no son solo transporte para llegar a esos sitios donde muchos no asoman sus narices.Según él, por ejemplo, si no fuera por esos camperos, algunos de los muertos de aquellas lomas de Cali jamás llegarían al cementerio. Esa labor, dice, generalmente es gratuita. Los hombres que están detrás de las gualas, dice también Luis Carlos, han ayudado a construir muros de contención para evitar que se siga derrumbando la montaña y se taponen las vías. Aún así, él está consciente de que van a desaparecer.- Son carros muy viejos. La mayoría son modelos 60, 70. El más nuevo debe ser 93. El mantenimiento es muy costoso. Y además las vías son malas. Por eso el mantenimiento de frenos tiene que ser constante. Como usted puede ver, en estas pendientes se va mucho freno. Y también los carros molestan por hojas de resorte. Cada mes hay que cambiarlas. En promedio, al propietario, un carro le puede dar $1.800.000 mensuales, pero el mantenimiento mínimo cuesta casi $800.000.Luis Carlos piensa que el negocio ahora no es para ellos sino para los talleres mecánicos. Las gualas son en realidad camperos que han adaptado. Son como computadores clonados, hechos con partes de otros carros. Por eso no se consiguen repuestos. Los propietarios de las gualas son los mejores clientes de los chatarreros, los buscan para reemplazar piezas. A los camperos les modificaron el chasis, los alargaron para ampliar el cupo de pasajeros, les metieron motores diésel Nissan FE 42 para enfrentar las rutas más empinadas. También les adaptaron transmisiones 250 porque tienen que poder parar en la mitad de una pendiente, dejar a un pasajero, tener la fuerza suficiente para arrancar de nuevo.Se trata de un asunto de vida o muerte. Si un usuario le dice a un conductor que lo deje en la mitad de una pendiente, tiene que dejarlo ahí, no vale eso de espere lo dejo más arriba que pierdo el impulso. En las laderas hay fronteras invisibles: si el pasajero se pasa del lugar donde se debe bajar, lo pueden matar. Sí: el de allá arriba es un país muy distinto al que vemos desde abajo.Luis Carlos dice ahora que además del alto costo del mantenimiento, las gualas están destinadas a desaparecer porque son evidentes sus problemas de seguridad. Hace una semana, por ejemplo, debido a fallas mecánicas, una guala se estrelló en la Avenida Colombia contra un poste, hubo diez heridos. El columnista Mario Fernando Prado denunció que cerca al Museo La Terturia, una guala se subió a un andén, atropelló a dos ciudadanos que murieron: Guillermo Ramírez y su esposa. A eso hay que sumarle que algunos conductores manejan a alta velocidad, a veces tomados y con los seguros de los carros vencidos. En el oficio hay una suerte de anarquía evidente.Y justo ahora, en una curva estrecha, Luis Carlos señala el muro del antejardín de una casa, recién construido:- Me tocó mandarlo a hacer. Una guala se quedó sin frenos. En estas pendientes, con el peso del carro, lo que hay que hacer cuando uno se queda sin frenos es irse contra un muro. Los accidentes son frecuentes. Eso no lo podemos tapar.Y es cierto, no lo pueden tapar: hace menos de dos años once personas quedaron heridas tras el accidente de un campero. Cuatro de ellas eran menores de edad. El conductor de la guala también salió lesionado. Freddy Cabal, testigo del hecho en aquel entonces, dijo que el conductor iba muy rápido y al hacer la curva no tuvo precaución y salió rodando. De acuerdo con la versión de uno de los socorristas que atendió la emergencia, la mayoría de heridos terminó con fracturas en las extremidades superiores y las caderas. Ligia Ordónez, pasajera, narró el hecho así: “El conductor no tuvo ninguna precaución, además el carro venía con sobre cupo”. El accidente ocurrió en la Avenida 13 Oeste con Calle 16. Una semana antes, otra guala se había estrellado en el mismo punto.En el 2010, la Secretaría de Tránsito registró 1.660 accidentes ocasionados por camperos en distintos puntos de la ciudad. Ese año, quizás, fue uno de los complicados: en la vereda Brisas de los Cristales una niña de 5 años murió atropellada. Y el 5 noviembre, Apolinar Valencia, de 58 años, también pereció.Luis Carlos entonces está de acuerdo con lo que piensan muchos ciudadanos: las gualas no ofrecen la seguridad necesaria, ya están demasiado viejas, son como un parche en una ciudad que se moderniza, ya es justo reemplazarlas, ya es justo también que los habitantes de la ladera tengan un servicio más cómodo en el que no arriesguen el pellejo ellos, los peatones, los demás conductores. Esa es una manera de hacer democracia.***En el negocio de los camperos, entonces, existen dos grupos. Los que están invirtiendo para cambiar los vehículos, se están preparando para ello, y los que aunque aceptan que tienen que hacerlo, se resisten por temor a quebrarse.En la ciudad son 8 las empresas establecidas para ofrecer el servicio de transporte en guala. Cinco se dedican exclusivamente a ello: Cootransol, Tax Emperador, Cootranscali Puerto, Cootransunidos y La Estrella. Tres más tienen en su flota camperos, pero también buses, busetas: Decepaz, La Ermita y La Sultana. En total suman 500 vehículos, que solo pueden operar en la ladera de occidente. Esas ocho empresas son legales. Los camperos, aunque no lo parezcan, son permitidos siempre y cuando operen en las rutas autorizadas. Están cobijados por el decreto 170 de 2001, que reglamenta el transporte público colectivo en el país.Pero además de las empresas, existen dos agrupaciones. Por un lado está Gualas SA, integrado por Cootransol, Tax Emperador y La Ermita. Gualas SA es un grupo que pretende ofrecer un servicio de transporte en la ladera que sea complementario del MÍO y para poder hacerlo las autoridades le exigen cambiar sus gualas por busetas y buses de 24 y 40 pasajeros que sean seguros, diseñados para subir esas pendientes. Ya han probado por lo menos seis marcas de carros.Es decir: Gualas SA ya inició su proceso de modernización. Luis Carlos calcula que en abril de 2014 empezarán a reemplazar sus camperos por los nuevos vehículos.Todo será gradual. La inversión es de $30 mil millones. Incluye el cambio de los camperos y también tecnología como GPS, tarjetas para los usuarios, recaudo sistematizado, una operación similar a la de Metrocali, con el que pretenden llegar a un acuerdo: que los usuarios de ladera no paguen doble tiquete para entrar a las estaciones. Es una forma de quitarle mercado al mototaxismo. Los que cogen camperos hoy tienen que volver a pagar en el MÍO y eso , en el estrato uno, es un lujo a veces imposible.Para obtener los recursos, explica ahora Luis Carlos Moya, asesor de Coostransol, se están haciendo varios proyectos. Las empresas, por ejemplo, tienen un ahorro programado: $30 mil diarios de las entregas, por cada carro. También están buscando créditos. Y a los propietarios de los camperos les están recibiendo los carros como acciones de la nueva empresa, Gualas SA, pero no se los compran. La idea es que los propietarios se conviertan en accionistas y a cambio tendrían asegurado, al mes, una cuota que podría ser un salario mínimo para sostenerse. Una vez se paguen las deudas, se empiezan a dividir las ganancias entre los accionistas.Pero de otro lado está el grupo Miocamperos. Lo integran La Estrella, Cootrans Calipuerto, Transunidos, propietarios de gualas de Terrón Colorado. Son los que aunque están conscientes de que se deben modernizar, cambiar sus carros, tienen temor de hacerlo. Álvaro Lara, el gerente de La Estrella, dice que no hay garantías. No hay un gran inversor que los apoye, sus ganancias son día a día. De otro lado, quienes respaldan el cambio, piensan distinto. Luis Carlos Jiménez, mientras se bambolea en su Toyota, suelta un número: en la ladera de Cali, al día, hay 70 mil usuarios. Ese, con la seguridad debida que les garantice tranquilidad en sus recorridos, es un mercado que amerita el cambio.

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