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La joven científica del Cideim de Cali que le quiere ganar la pelea a la leishmaniasis

María A. Gómez, del Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas, es, según una prestigiosa revista, una de las 10 jóvenes más innovadoras del país. Perfil.

12 de enero de 2014 Por: Santiago Cruz Hoyos | Reportero de El País

María A. Gómez, del Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas, es, según una prestigiosa revista, una de las 10 jóvenes más innovadoras del país. Perfil.

El campesino era alto como árbol. También robusto. A simple vista, parecía totalmente saludable. Sin embargo, tenía una lesión en la rodilla. La úlcera era un poco más grande que una moneda. Tenía el aspecto de una quemadura. En realidad estaba diagnosticado con leishmaniasis cutánea, una enfermedad causada por la picadura de una mosca que en los campos la conocen como pringador o palomilla. El ardor le era insoportable.María Adelaida Gómez recuerda lo que él le contaba en una mañana que transcurría en el municipio de Tumaco.- Yo no me puedo poner las botas. Me duele muchísimo, por la herida. Y no poder ponerme las botas es no poder entrar a mi campo a trabajar la tierra, conseguir la comida para mi familia.El hombre alto y robusto que parecía tener la fuerza de un gigante estaba paralizado por esa llaga tan pequeña como una moneda. Lucía angustiado. La supervivencia propia y la de su familia estaban en riesgo. El tratamiento para curarse le exigía viajar durante 20 días desde su parcela hasta Tumaco para ser inyectado con antimonio. Así funciona el tratamiento contra la leishmaniasis, que sin embargo no en todos los casos es 100 % efectivo.Entre el 20 y el 30% de los pacientes no responden positivamente al medicamento. El campesino debía entonces dejar de trabajar 20 días sin tener la más remota idea de cómo iba a comer su familia y además no tenía la certeza de que en realidad se iba a sanar para ponerse las botas de nuevo. Le pasaba a él y en realidad les pasa a miles. Al año, en Colombia, son 16 mil los pacientes diagnosticados con leishmaniasis. En el mundo, son 12 millones los afectados. La mayoría de los pacientes colombianos vive en zonas rurales, en la selva, a decenas de kilómetros de los centros médicos y sin recursos para viajar hasta ellos. Y aunque lo logren, no tienen la seguridad de curarse.“La leishmaniasis no mata, pero tiene un impacto muy grande tanto económico como psicológico, en la medida en que el paciente tiene que dejar de trabajar y gastar lo que no tiene para acceder al tratamiento. En el país hay una subestimación tenaz del impacto de la enfermedad sobre la población”.María Adelaida Gómez lleva el cabello corto ondulado, usa gafas, poco maquillaje. Está sentada en una especie de sala de juntas del Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas de Cali, Cideim. Trabaja aquí como  Coordinadora del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular y según la revista científica MIT Technology Review es una de las diez jóvenes más innovadoras de Colombia.Sucede que a sus 34 años, ella y un equipo de investigadores buscan entender por qué en unos pacientes sí funciona el tratamiento contra la leishmaniasis y en otros no, para intentar descubrir nuevas maneras de combatir la enfermedad.“Es una búsqueda: hallar la manera para que a través de la investigación científica se mejore la calidad de vida de miles de personas. A veces lo pienso, y no soy capaz de imaginarme haciendo algo distinto”. II El acertijo parecía sencillo. Se lo había dibujado su padre en un papel. En la parte superior pintó tres casas. Abajo, una estación de agua, una de energía y otra de teléfono. El reto de María Adelaida era conectar cada casa con las tres estaciones a través de líneas que jamás se encuentren. Aún, después de tantos años, no lo logra.Los ejercicios mentales en todo caso eran casi una suerte de ritual de la familia Gómez. Así se divertían. Buscando soluciones a problemas. María Adelaida, que nació en Medellín en 1979 y se crió en Bogotá – su padre trabajaba en IBM y fue trasladado de ciudad - cree que aquellos acertijos debieron influir de alguna manera en su decisión de ser investigadora.Su hermano, de hecho, también es investigador, aunque en un campo distinto al suyo. Es ingeniero mecánico. Trabaja con energía eólica. Intenta descubrir cómo lograr que las aspas de los molinos de viento sean más eficientes.Pero hubo otro detalle que definió el destino de María Adelaida. Cuando tenía 13 años, llegaron a Colombia las antenas parabólicas. Entre esos cientos de nuevos canales descubrió Discovery y un programa de científicos de laboratorio de alta seguridad vestidos con trajes que los hacían parecer astronautas. María Adelaida se dijo que quería ser como ellos. Casi que enseguida empezó a leer novelas científicas y cuando se graduó del colegio Santa María no dudó en matricularse en microbiología en la Universidad de Los Andes. Quería investigar a los microbios. Su primer parcial lo perdió y fue casi una tragedia de la que se supo reponer. Ahora viaja por el mundo dictando conferencias. Pero antes de eso, cuando se graduó de la universidad, María Adelaida llegó a Cali a hacer una pasantía en el Centro Internacional de Agricultura Tropical. Allí trabajó en biología de plantas así no le pagaran. Fue feliz, sin embargo. También lo fue en el Instituto Nacional de Salud, donde hizo un poco lo mismo. Pidió un trabajo, rogó incluso, no importó que no hubiera sueldo. En realidad el dinero no le ha interesado demasiado. Lo que siempre ha pretendido es trabajar en lo que la apasiona. Para innovar, primero, hay que enamorarse. En el Instituto Nacional de Salud trabajó apenas cuatro meses en la Unidad de Virología. Fue cuando por casualidad vio un cartel con el anuncio de una vacante para jóvenes investigadores de Cideim, en Cali. Aplicó.Llamaba casi a diario para saber si había sido aceptada. Ella dice que era un sirirí. En Cideim dicen lo mismo, sonrientes. La aceptaron. María Adelaida empezó a trabajar en la unidad de leishmaniasis. Después viajó a Canadá a hacer un doctorado. Tras seis años soportando temperaturas de menos 40 grados y días en los que debía escalar con cuerdas calles congeladas, regresó a Cali para seguir investigando la enfermedad. Exactamente, junto con un equipo de investigadores, buscan entender cómo el parásito logra entrar a las células del sistema inmunológico y sobrevivir a pesar de que esas células son como máquinas diseñadas especialmente para combatir agentes extraños. IIILa mosca porta el parásito 'leishmania' en su intestino. Cuando pica a un ser humano, el parásito empieza a multiplicarse dentro de los macrófagos, unas de las células del sistema inmune. Eso provoca la aparición de úlceras en la piel.No existe ninguna vacuna. Y los tratamientos son altamente tóxicos. El antimonio que se le inyecta al paciente con leishmaniasis es un metal pesado que puede generar disfuncionalidad cardiaca y hepática. A los pacientes que tienen más de 45 años se les suministra bajo restricción. Deben hacerse un electrocardiograma y otros exámenes de laboratorio previamente. Y no tienen la certeza de curarse.María Adelaida y el equipo de investigadores de Cideim buscan entonces encontrar otras posibilidades terapéuticas para esos pacientes en los que el tratamiento no funciona. También, el objetivo es poder llegar a predecir cuándo un paciente va a responder a un tratamiento y cuándo no. ¿Para qué someterlo a un tóxico como el antimonio si no se va a curar?Sus pesquisas se enfocan sobre todo en la célula donde se hospeda el parásito. Entender por qué el medicamento sí hace efecto en unos individuos y en otros no. ¿La célula en donde vive el parásito bloquea la entrada de la droga? ¿La elimina? La ciencia aún no había investigado aquello, el comportamiento de esas células en los pacientes a los que no les funciona el medicamento. Innovar es tener ideas únicas y ya hay algunas respuestas a los interrogantes. Al parecer, uno de los asuntos que hace que el tratamiento funcione o no son unos genes transportadores de medicamento y una molécula que lo acumula. Fallas en ellos condicionan la efectividad de las intervenciones. De comprobarse esa hipótesis, María Adelaida celebrará con una cerveza. La ciencia tiene sus maneras comunes de festejar. Ella sonríe.

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