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La huella ridícula de los borrachos al volante en Cali

Las cifras oficiales muestran que el endurecimiento de los castigos sí ha servido en la ciudad. Pero el futbolista Jairo 'el tigre' Castillo no es el único que ha asombrado a las autoridades. Le mostramos otros casos.

29 de noviembre de 2015 Por: Jorge Enrique Rojas | Editor Unidad de Crónicas

Las cifras oficiales muestran que el endurecimiento de los castigos sí ha servido en la ciudad. Pero el futbolista Jairo 'el tigre' Castillo no es el único que ha asombrado a las autoridades. Le mostramos otros casos.

En los 14 años que lleva como agente de tránsito, la lista de tonterías que ha tenido que ver Wilmer Tabares, a la hora de cazar ebrios al volante, es interminable: con tal de evitar el control de alcoholemia o buscando la forma de disimular el tufo, por los retenes dispuestos en las calles de Cali de los que participó, desfilaron borrachos haciendo buches de gasolina, chupando monedas, pasto y papel aluminio, creyendo que así podrían despistar el alcosensor. 

Hubo un señor que cuando supo que le iban a inmovilizar el carro, la emprendió contra el vehículo a patadas como si el auto tuviera culpa de su embriaguez. Hubo una gritería memorable de dos damas, muy preocupadas cuando su acompañante, positivo en la prueba de alcoholemia, las dejó metidas en el carro mientras él se alejaba caminando sin importar todos los líos que dejaba ahí estacionados; entre lo que gritaban, recuerda Wilmer, una pregunta insistía: ¿y a nosotras, quién nos va a pagaaaar? Y hubo también una señora que cuando supo el valor de la multa correspondiente al grado de su alicoramiento decidió ponerle el pecho a la sanción bajándose la blusa…

Los episodios sin embargo, todos en su mayoría revestidos de la gracia elemental que suele acompañar el ridículo público de un borracho en apuros, son cada vez menos frecuentes en la ciudad. No es que no ocurran, pero desde el 2013, cuando entró en vigencia la Ley 16-96 que endureció las penas “para sancionar la conducción bajo el influjo del alcohol y las sustancias sicoactivas”, es muy raro por ejemplo, cuenta el agente, que en un retén alguien se niegue a hacerse la prueba de alcoholemia o intente un truco para evadirla. Si eso ocurre, dice, solo se necesita la evidencia de esa negación para aplicarle la más alta penalidad contemplada por la normativa, que corresponde a una multa de quince millones de pesos. Por eso todas las solicitudes de prueba, explica, se graban en video.

La aparición cada vez más esporádica del ridículo entre el anecdotario de los operativos de alcoholemia efectuados hoy día, resulta más que buena noticia en un país donde hasta hace dos años las estadísticas contaban un muerto cada 85 minutos como consecuencia de los accidentes de tránsito. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial que se basó en registros de Medicina Legal, entre el 2002 y el 2011 al menos 56.000 personas perdieron la vida de esa forma. De poderse acomodar sentados uno tras otro, los cuerpos que en esos nueve años dejaron las colisiones ocurridas en el país, llenarían un estadio de fútbol hasta las banderas.

[[nid:484474;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/11/tigre-castillo.jpg;right;{'El Tigre' Castillo fue sorprendido conduciendo ebrio en un retén del oriente de Cali.Foto: El País}]]

De casualidad, quizás, tuvo que ser un futbolista y los yerros de sus pies por fuera de una cancha, los que provocaron que las miradas del país se enfocaran otra vez en esta vieja preocupación, con el agravante de que el caso de Jairo Fernando Castillo, detenido el otro fin de semana manejando un carro bajo los efectos del licor, puso de manifiesto todas las posibilidades de que los antiguos infractores sigan violando la ley a su antojo:

En el 2005, Castillo fue condenado a 36 meses de cárcel por la muerte de las hermanas Claudia y Katherine Ojeda, de 23 y 21 años, que viajaban a su lado en una camioneta hasta cuando él se estrelló borracho contra un poste de la Simón Bolívar con Carrera 39, en el año 2001; adentro de las latas retorcidas del vehículo, encontraron botellas de aguardiente y cerveza. En el 2011, la Policía tuvo que perseguir al ex jugador del América de Cali, Vélez argentino y la Selección Colombia, luego de que se fugara de un retén; cuando las autoridades lo alcanzaron, abandonó la camioneta que conducía y se fue en un taxi evadiendo la prueba de alcoholemia para la que había sido requerido inicialmente. El 15 de septiembre del 2012, Castillo fue detenido en Juanchito otra vez en un retén; en ese entonces, se anunció que su licencia de conducción sería suspendida entre uno y tres años.

El sábado pasado, como en un autogol repetido una y otra vez, el futbolista al que apodan ‘El Tigre’, escapó de un retén al oriente de la ciudad conduciendo una Mazda CX9. Nuevamente la Policía tuvo que perseguirlo y nuevamente ‘El Tigre’ fue enjaulado; en la estación de El Diamante, la prueba demostró que  tenía dos grados de alcohol en la sangre. En su justificación, los rugidos del ridículo volvieron  ante las cámaras  y las grabadoras de los periodistas: “Ya no podía esperar más, por eso me fui. ¿Hasta cuándo voy a esperar? ¿20 horas? ¿50? Estoy respondiendo… A todo el mundo le gusta que uno se arrodille y aquí estoy, pido disculpas, perdón: por ser famoso me tocó, me equivoqué y pagué”, dijo Castillo.

Paradójicamente, la mala noticia de la reincidencia de un infractor ‘titular’ puede no serlo tanto; en la revisión del escenario que ayudó a recordar, las cifras demuestran que en realidad los borrachos al volante cada vez son menos en Cali: de los 259.841 comparendos elaborados este año, los impuestos por conducción en estado de embriaguez o reincidencia, fueron 555, lo que representa menos del 1% del total (ver cuadros). El secretario de Tránsito, Alberto Hadad, dice que con respecto al año 2011, que fue cuando se empezaron a endurecer las sanciones, los casos han reducido un 73%. “La gente ha tomado mucha conciencia de que no se puede reincidir. Y en el tema del control, Cali ha sido pionera. Cali debe ser de las ciudades  donde más se han reducido las sanciones por embriaguez”. Cada mes,  los agentes de Tránsito de Cali relizan unas cuatro mil pruebas de alcoholemia.

[[nid:486478;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/11/estadistica-comparendo-embriaguez.jpg;left;{Gráfico: El País}]]

Víctor Hugo Vallejo, abogado especialista en casos de tránsito, cree que el fortalecimiento de la Ley efectivamente puede traducirse en una reducción de más del 70% en ese tipo infracciones. Y teniendo en cuenta que para llegar hasta ese punto debió  darse  un cambio en la cultura ciudadana, dice,  las cosas van por buen camino: “Se siguen presentando accidentes porque pensar en llegar a cero casos es casi imposible.  Ni siquiera en California (Estados Unidos), donde manejar en estado de embriaguez es tentativa de homicidio, han podido reducir los casos a cero. Lo que sí, es que la autoridad tiene que ser extremadamente rígida con la norma.” 

El experto en seguridad vial y director de Urbanvial, James Gómez, cree que si bien  el temor a la sanción ha surtido efecto, es urgente cambiar el paradigma de que los controles de alcoholemia deban realizarse solo en la noche. Hace dos años, cuenta, el Fondo de Prevención Vial financió un estudio ejecutado por el Instituto Cisalva de Univalle, que a través de un muestreo  (1.588 testeos a conductores detenidos en distintos puntos de la ciudad) reveló que por cada cien personas chequeadas, aparecía una que había consumido licor en algún grado. “No es la noche el problema, es hora de  cambiar el chip en todo sentido. Los controles deben hacerse a toda hora. Y hay que revisar los vacíos de la ley: ¿¡Qué hacía El Tigre Castillo manejando?”.

Ana María Villegas también siente que la justicia sigue siendo blanda. El 22 de junio del 2009 ella perdió a su tía, arrollada por un borracho que no vio el semáforo en rojo ni los carros que hacían el pare. Fue en el cruce de la vía Jaumundí con la carretera a Puerto tejada. El hombre tampoco vio el pedal del freno. La tía se llamaba Luz Mery Botero y tenía 65 años. Iba en el asiento de copiloto. Al volante estaba su hermana, la mamá de Ana maría. Ambas en un Chevolet Spark. El borracho, recuerda Ana María, en una camioneta cuatro por cuatro (ver testimonio en la columna de opinión). “A mi mamá la salvó el cinturón de seguridad. Mi tía también lo llevaba pero el asiento se desprendió de la base. Ella alcanzó a ser trasladada a Valle del Líli (la clínica), pero cuando llegó no se pudo hacer nada, la autopsia demostró que tenía los órganos reventados”. Ana María cuenta que cuando se supo del  fallecimiento, el borracho aún estaba en el sitio del accidente. Y allí había  autoridades. Y también estuvieron los reclamos que le dejaron saber al hombre que la tía Luz estaba muerta. Pero no pasó nada. El borracho aprovechó un descuido y cogió un taxi. Huyó como un tigre; no animal, sino humano. Nunca fue a la cárcel. Y en la interminable lista de tonterías que hay que ver,   existe el chance de que ande por ahí, manejando un auto…

Inteligencia obnubilada

“El alcohol tiene un efecto que obnubila la inteligencia,  además de afectar todos los sentidos. Y al mismo tiempo desinhibe al consumidor y lo hace sentirse dueño del control de la situación, aunque por supuesto no lo tenga”.

 “El alcohol no le permite a la voluntad  operar adecuadamente y por eso luego vienen los perdones y arrepentimientos”.

“El problema de la reincidencia es  que el alcohol es altamente adictivo y en un solo trago está el ‘riesgo de escalada’ que es la necesidad permanente de aumentar la dosis para alcanzar el efecto inicial”.

Carlos Santiago Cano,  sicólogo y terapeuta.  Director ejecutivo del programa Protege tu Corazón.

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