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La historia de los 'canguros' que le ganaron la batalla a la muerte

Cincuenta pequeñitos se graduaron en la Fundación Valle del Lili: algunos nacieron con solo 24 semanas de gestación y menos de mil gramos de peso.

14 de marzo de 2016 Por: Lucy Lorena Libreros l Periodista de El País

Cincuenta pequeñitos se graduaron en la Fundación Valle del Lili: algunos nacieron con solo 24 semanas de gestación y menos de mil gramos de peso.

Lizeth Beltrán dice que aún no puede creer lo que tiene frente a sus ojos esta tarde de viernes: su pequeño César Daniel, en plena duermevela, aferrado a los brazos de su madre. Tan plácido, que cuesta imaginar que hasta hace solo unos meses, atado a dos tubos y varios cables, buscaba aferrarse desesperadamente a la vida en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales de la Fundación Valle del Lili. El mundo le había dado la bienvenida con una zancadilla. César Daniel nació mucho antes de las 40 semanas de gestación. La noche de 10 de octubre de 2014 apenas si llegaba a las 24. Unos cinco meses en el vientre de Lizeth que, a sus 22 años, le rogaba a Dios, con el rostro bañado en lágrimas, que evitara el dolor de perder a otro hijo. Hasta entonces no lo sabía: su cuerpo padecía de una incompetencia cervical, condición que le impide retener al bebé dentro del útero por lo que el peso del mismo llega a ser tan fuerte que el útero termina por abrirse antes de tiempo. Fue eso mismo, le explicaron luego los médicos, lo que ocurrió cuando perdió a su primer hijo, tres años atrás. Era solo cuestión de horas entonces para que la salud de Daniel comenzara a flaquear. A la semana de nacido lo afectó un neumotórax, que lo obligaba a respirar con dificultad. A los doce días de su llegada a la vida se le rompió un pulmón por la fuerte presión que ejercía sobre su cuerpo, de 750 gramos de peso, el oxígeno que le suministraban. El pequeño entró en estado crítico. Lizeth recuerda que cuando los médicos lo atendieron estaba morado y fue necesario ponerle un segundo tubo para lograr que respirara. “Récele a Dios a ver qué pasa”, fue todo lo que escuchó. Y pasó que a su niño –a ese niño que hoy les sonríe mimoso y con ganas a ella y a su esposo, Milton César– lo atacó también una retinopatía que por poco lo deja ciego; y tuvo que ser operado del corazón y del intestino. Algún día contará también que padeció de meningitis, que mientras a su edad otros padres andaban preocupados por el gateo, los suyos en cambio vivían la angustia de verlo convulsionar y con una infección en la sangre. “Por todo eso es que no me lo creo”, repite Lizeth este viernes, una y otra vez. César Daniel, vestido de toga y birrete verde, asiste a la graduación de Contacto Canguro de la Fundación Valle del Lili, el programa que logró el milagro de tenerlo, sano y feliz, y a punto de celebrar un año y cinco meses de vida. Se trata de un espacio que nació en 2013 y que tomó las bases de un programa ideado, hace más de tres décadas, en Bogotá, de la mano del pediatra neonatólogo Édgar Rey Sanabria. Como las condiciones climáticas de la capital del país resultaban adversas para los bebés prematuros, y no había además suficientes incubadoras por ese entonces en el Instituto Materno Infantil –donde se contaban hasta en 150 los partos diarios– Sanabria comenzó a intuir que la patria más amable para ellos al nacer era el pecho de sus madres. Al fin de cuentas, pensó, se trataba de la misma técnica que utilizan las mamás canguro, que luego de dar a luz a una cría muy inmadura e indefensa, la mantienen durante prolongados periodos en su bolsa marsupial para darle calor y leche materna hasta completar su maduración. Quien lo cuenta, minutos antes de la ceremonia en la que se graduarán unos cincuenta pequeños del programa Contacto Canguro, es el pediatra Jairo Osorno. “Es que un prematuro necesita cuidado permanente. Así que basados en estudios hechos originalmente en Cali, que demostraban que a ese tipo de bebés les iba mucho mejor cuando estaban pegados del cuerpo de su madre, el doctor Rey pensó que si no era posible mantenerlos en incubadoras lo mejor sería tenerlos pegados al pecho de la mamá o de algún miembro de la familia cuando, por diversas razones, ella no puede asumir esa tarea”. Sentada a su lado, la doctora Ivonne Aldana, asiente con la cabeza. Ella es la Coordinadora del Programa Contacto Canguro desde que se fundó y conoce de sobra las bondades de algo que parece tan elemental como el contacto de un bebé con el cuerpo de su mamá. “Ellos estabilizaban mejor su respiración y ganan peso rápido. Es como si siguieran en el vientre materno porque escuchan los latidos de la mamá, su voz”. Pura medicina del afecto. El programa, dice la médica Aldana, ha tenido tanto éxito que a Cali han llegado bebés prematuros desde otros países como Aruba. Pero la gran mayoría son caleños. Caleñitos como Benjamín Victoria, el pequeño milagro de Paula Andrea Luna, una contadora que hace dos años esperaba con ansias la llegada de sus trillizos. Las cosas se complicaron una noche, con 25 semanas de embarazo, cuando rompió fuente en su casa y uno de los bebés, una niña, se le salió del útero y murió. Con el alma en la mano alcanzó a llegar a la clínica con la secreta esperanza de que sobrevivieran los dos bebés que aún guardaba en su vientre. Pero el diagnóstico de los médicos llegó cargado de malas noticias: sufría de preeclampsia y solo uno de ellos, Benjamín –hoy de año y medio de nacido– viviría para recordarlo. Lo que siguió luego para la madre y el bebé es un camino que ya ha comprobado su eficacia: el niño permanece en cuidados intensivos, que puede tomar varios meses, hasta que ya respira por sí mismo y ha ganado algo de peso. A partir de ese momento, explica la doctora Ivonne, se empieza a poner en posición canguro, en el pecho de mamá.Cuando el bebé alcanza un peso cercano a los 1600 gramos se marchan a casa con su familia que, gracias al programa, aprendió a manipular a ese bebé que luce tan frágil. Ese, asegura el doctor Osorno, es el mayor temor al que se enfrentan las mamás. “Cómo manejar un bebé que permanece con oxígeno y cables. Pero una de las cosas valiosas de Contacto Canguro es que las mamás se van a casa con muchas técnicas de crianza. Y con algo tan importante cómo aprender a darles seno, una costumbre cada vez menos extendida entre las madres modernas”. Por el programa han pasado casos críticos. Bebés que no llegan ni a los 500 gramos de peso al nacer. Por ello, a los prematuros se les hace un seguimiento minucioso. “Los padres, en un comienzo, los traen a diario para garantizar que esté ganando entre 15 y 20 gramos por día. El control lo hace un neonatólogo que mide peso, talla, perímetro cefálico y condición clínica en cada consulta. Cali, por su clima, permite que los niños abandonen su bolsa canguro más rápido. La idea es que ya, a esa altura, el bebé haya completado las 40 semanas de gestación. Después de ese tiempo, el control se realiza  cada quince días, cada mes o dos, según el caso”. Lizeth, que cuenta su historia, antes de entrar a la ceremonia de graduación de su hijo, observa a los lejos, a través de grandes ventanales, el lugar que fue como el segundo hogar de César Daniel durante cerca de un año: la Unidad de Cuidados Intensivos. Minutos más tarde, ambos caminarán sobre el escenario de un auditorio para recibir un diploma que certifica que Daniel es un niño sano y puede continuar su camino, lejos del azaroso pasado que vivieron. El médico Jairo Osorno, que se sabe de memoria esa y otras historias de pequeñitos que le ganaron la batalla a la muerte, suelta una reflexión que parece explicarlo todo: “Hasta hace unos 20 años no se rescataban niños con menos de 1000 gramos al nacer. Entonces, paradójicamente,  el gran progreso de la neonatología moderna fue demostrar que la mejor opción de cuidado para un bebé no es una máquina, es el pecho de su madre”.

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