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John Maro Rodríguez habló con El País sobre su condena a cuatro años de prisión

El exalcalde de Cali habla del fallo, de la vida que lleva ahora desvestido de poder, y también de la de antes, cuando era un seductor con traje de político.

23 de junio de 2013 Por: Jorge Enrique Rojas | Editor Unidad de Crónicas, El País

El exalcalde de Cali habla del fallo, de la vida que lleva ahora desvestido de poder, y también de la de antes, cuando era un seductor con traje de político.

Antes de llegar hasta aquí, tres personas que lo conocieron bien dijeron que me iba a encontrar con un hombre derrotado. Dos periodistas que lo entrevistaron cuando fue Alcalde, juraron que había perdido la razón. Alguien más, que hace poco, apenas días, John Maro Rodríguez había intentado suicidarse. Todos hablaban de un tipo en ruinas. De boca en boca, la historia de ese locutor que llegó a la Alcaldía en el 2001, sonaba como una balada triste. Una leyenda trágica. La semana pasada la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia confirmó una sentencia que lo condena a cuatro años de prisión domiciliaria, responsable del delito de interés indebido en la celebración de contratos. El contrato que lo puso contra las cuerdas es el de Victoria Eugenia Molina, una periodista que en el 2002 él designó como directora de Atención y Prevención de Desastres. De acuerdo con el fallo, la periodista no tenía la experiencia para ese cargo. El exalcalde que ha sido llamado a 5 juicios y ha enfrentado 297 procesos desde que salió del CAM, irá a la cárcel por haber firmado un contrato de prestación de servicios por 19 millones de pesos. La cita es un hotel de Granada. El exalcalde viste traje negro, camisa de cuadritos azules y una corbata de luceros que le hace juego. Lleva un reloj de pulso negro D'Mario, zapatos gastados pero recién lustrados y unos lentes de sol en el bolsillo de la chaqueta. Cada tanto, un lapicero desechable se asoma prendido de su camisa. Afuera hace un calor de 32 grados.John Maro nació el 6 de noviembre de 1960 en el barrio Los Andes. Su papá era comerciante, su mamá tenía una empresa de transporte. Es el menor de tres hermanos. Llegó a la Alcaldía luego de haber sido una vedette del periodismo popular en Radio Calidad. Una suerte de paladín que desde el micrófono era capaz de pavimentar calles, conseguir gafas para niños enfermos, denunciar políticos corruptos. La gente creyó que todo aquello que hacía tan bien, podría replicarlo en grande. Él también lo creyó.¿Por qué arriesgar la tierra firme que para usted era la radio, por un barco en la tempestad como la Alcaldía? A todo hombre, en algún momento, amigos o personas cercanas terminan influenciándolo. Y un grupo de amigos muy cercanos me decían que debía lanzarme a la Alcaldía porque un fervor había crecido en torno a mi. Yo estaba en RCN y pedí una licencia. Creí que después de alejarme el ambiente ya se habría decantado; pero cuando regresé fue peor: habría una presión condicionante y me convencieron. ¿Usted cree fue un error?Para nada. Cali necesitaba un choque: que llegara una persona sin compromisos ni amaños. No me arrepiento porque lo que hice por Cali, se reconozca o no, ha dejado algún fruto.Pregunta de cajón derivada de lo que dice: si usted llega a la Alcaldía por la presión de un grupo de gente, ¿usted de verdad cree que estaba preparado para eso, para ser Alcalde?Nadie está preparado. Cuando empiezas, te das cuenta que desconoces el 95% de todo lo que hay al interior del Gobierno. El tema no es la preparación sino la posición de la persona, porque la ganancia se da es a través del equipo y el conjunto de esfuerzos de esos personajes que se hayan llevado al lado. Un alcalde lo que tiene que ser es alguien que sepa liderar y rodearse.¿Entre lo que usted dice e hizo no hay una gran contradicción? Una de las cosas que más le señalan es que cuando llegó a la Alcaldía no escuchó. Que no se asesoró bien... Eso es lo que dicen los que ni lo vivieron, ni me conocen. Cuando llegué a la Alcaldía, oí a todo el mundo. Pero como dicen, todo torero va con su cuadrilla y con la cuadrilla que yo llevé, cuando arranqué, debo admitir que me equivoqué. Por eso tuve que cambiar.Diez años después entonces lo reconoce: se rodeó mal...Cuando inicié llevé dos decanos con todas las especializaciones. Uno de ellos, a los tres meses, renunció, me dijo que no era capaz. Muchos de esos hombres en los que tenía gran esperanza me renunciaron o me tocó pedirles la carta.Alguien que conoció su gestión como Alcalde me dijo que usted va a pasar a la historia por ser el único que no robó, sino que lo robaron. Usted habla de la seriedad personal con que asumió el compromiso de la Alcaldía. ¿No cree que debió ser más serio, también, en el blindaje contra la corrupción que tuvo al rededor?Es inexacta esa apreciación. Que me demuestren que se perdió un peso. Yo sé que hubo unos dos o tres funcionarios que no lo hicieron bien, pero no dejé que esa gente hiciera y deshiciera. Esos tres funcionarios, a los que saqué de mi Gobierno, luego fueron investigados y fíjese: los tres llevan su vida común y corriente y yo, que defendí los recursos de Cali, condenado por un contrato de $19 millones.La contratación de Victoria Eugenia Molina lo tiene a punto de empezar a pagar una condena. Ella era comunicadora, no tenía la experiencia para ese cargo. ¿Por que insistió con ella?La Ley 617 había hecho una reforma administrativa que había generado un desmantelamiento en la Administración. Alguien me dijo que si se presentaba alguna emergencia, yo me podía ganar un problema porque el Comité Local de Emergencias había desaparecido. Cuando conozco la hoja de vida de Victoria Eugenia y veo que ha sido trabajadora de la Cruz Roja, pensé que podía ser una buena posibilidad. A pesar de que, siendo periodista, no tuviera la experiencia requerida...Eso fue lo que ella contestó: no tengo experiencia en lo público. Le dije que yo tampoco. Yo pedí al departamento jurídico que revisara la hoja de vida y a las 48 horas me bajaron el contrato. Me dijeron que no había problema.Usted cuestiona la ratificación del fallo, diciendo que nunca se pudo comprobar que entre usted y Victoria Eugenia hubiera una relación. Ese, sin embargo, es uno de los argumentos que citan para que se hubiera hecho esa contratación...¿En qué momento un operador de justicia encontró una foto, una grabación, un video, alguien que me haya visto con ella en la calle? Victoria es casada, con un hogar. Nadie ha podido demostrar ninguna relación con ella. Tuve otro tipo de relaciones con otras mujeres y no me da pena reconocerlo porque pedí perdón, pedí perdón a quien fue mi mujer, a mi familia. ¿Por qué tanta suciedad? ¿Por qué querer dañar la imagen de un hombre y orientar un proceso sobre una relación que no fue? Si me hubieran dicho de otra persona con la que en ese momento tenía una relación, lo acepto y respondo ante la justicia. Pero ahora hasta los jueces hablan de la bella dama sin conocerla. El exalcalde ha perdido siete kilos. Su cuello baila entra la camisa y el nudo de la corbata. Son las siete y media de la noche y él sigue vestido así, de traje, aunque ahora esté a un costado de la cancha de fútbol del barrio El Dorado. Sus manos son pequeñas. Lleva manicura perfecta, no apta para un desfalco. Un periodista radial que lo conoce hace años, dice que siempre fue obsesivo con eso, las manos. El equipo con el que jugará es de jubilados: tipos panzones, de rodillas gastadas. Cuando fue Alcalde, algunos de ellos jugaban con él en el estadio. Es uno de los lujos que se daba: abría la cancha alguna noche, un sábado en la tarde, y se jugaba un picado. John Maro es derecho. Usa guayos rojos y las medias abajo. En la cancha lo alinean como volante de recuperación, pero juega de diez. Uno de sus compañeros de juego dice que siempre le gustó ser la estrella. Ahora que usted habla del perdón que pidió, personas que lo conocen lo describen como un enamorado irremediable que trabajaba como Alcalde...Eso es cierto. Y desde antes de ser Alcalde. Y siendo Alcalde. Y eso es lo único de lo que me he arrepentido. Yo no puedo ser pacato. Fue un error, pero eso lo corregí. Solo falta que ahora salga un juez de la República y me condene porque tuve novias.En torno a usted se tejen decenas de historias, probablemente salidas de la fantasía, pero tan repetidas que a muchos les suenan a realidad. Una de ellas habla de orgías organizadas en hemiciclo del Concejo...¿A quién se le puede ocurrir? Eso, depronto, es lo que tiene alguna gente en su cabeza. El ladrón juzga por su condición. A mi, cuando una mujer me interesó, la seduje, la conquisté y si estuve con ella la llevé al sitio donde había que estar. Mire, a mi me adjetizaban como tomador y yo no tomo, yo un vaso de whisky lo vuelvo agua.¿Qué sentía cuando lo llamaban John Guaro? ¿Eso salió también de las leyendas urbanas?No sentía nada. Es como este hecho (el fallo): cuando usted sabe que eso no es real, no siente nada. Si yo fuera culpable, no le daría esta entrevista. Lo de John Guaro salió de una entrevista con el Doctor Mao, cuando recién salí elegido Alcalde; él me estaba preguntando sobre la Ley Zanahoria; me decía que si la iba a recortar y yo le decía que no me podía referir al asunto porque aún no me había posesionado. Pero usted sabe cómo es él, me dijo: “No-no-no, Alcalde, comprometa su palabra, ¿con John Maro habrá guaro, sí o no?” Yo respondí que sí y me quedé John Guaro.¿El poder se le subió a la cabeza?No. Cuando un hombre gobierna, a veces un solo árbol tapa todo el bosque. Va llegando gente a tu lado, que se va ganando tu cariño y te comienza a tapar, tapar con los amigos, los familiares. Pero siempre fui el mismo.Media hora antes de que empezara esta entrevista lo escuché hablar de una pastora cristiana. En su discurso, ahora, siempre hay referencias a Dios ¿Qué lo hizo cambiar?En la vida de todo hombre hay un punto de inflexión para voltear los ojos hacia Dios. Si yo lo hubiera hecho hace quince años, hoy mi vida sería muy distinta.¿Ese punto de inflexión fue la Alcaldía?No. Yo de la Alcaldía salí muy tranquilo. A mí lo que me aterrizó fue la pérdida de mi hogar. Cuando mi esposa se va con mi hija, el vacío fue muy duro. Mi hogar se comienza a romper mientras estoy en la Alcaldía y termina de hacerlo apenas termino. Ella, que fue una mujer que soportó, que me entendió, un día me dijo que se iba; me explicó sus razones y yo no pude controvertirla. A los meses de eso, me di cuenta de que tenía que cambiar por completo mi vida.

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