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Invasión El Nuevo Vivir en el norte de Cali, ¿una cuestión de necesidad o negocio?

Ubicada en el límite de Yumbo con Cali, son 183 casas de invasión. Habitantes afirman estar ahí por necesidad; el Municipio dice que venden los lotes.

30 de mayo de 2013 Por: Redacción de El País

Ubicada en el límite de Yumbo con Cali, son 183 casas de invasión. Habitantes afirman estar ahí por necesidad; el Municipio dice que venden los lotes.

La historia comenzó, dice Yamileth Cardona, cuando cerraron la mina de carbón de El Pedregal. Parada en la cocina de su casa - un rancho de madera - cuenta que al verse sin trabajo en la mina decidieron invadir esa zona y construir casas en plena montaña, “porque si hay plata para arriendo, no hay pa’ comer”.Por el sector pasan niños corriendo. El ambiente es como de cualquier parcelación en el campo: tranquilo. Yamileth dice que allí comenzaron de cero. Quizás por eso se llama El Nuevo Vivir.Desde los terrenos de enfrente, que pertenecen a un privado, se alcanza a ver la invasión: casas y más casas que parecen expandirse en medio de los árboles. El mayordomo de este complejo la mira y reflexiona: le parece mentira que en dos años se hayan esparcido con la rapidez de un virus. Hoy son 183 viviendas.Yamileth, de 33 años, dice que no han hecho nada ‘a la brava’. Que son gente de bien y que están ahí por necesidad. Porque ni siquiera tienen servicios públicos: antes los del acueducto de El Pedregal les regalaban agua, pero ahora no, “porque quieren que nos vayamos de acá”. Entonces señala una botella que tiene conectada a una manguera, que llega a un tanque azul, para recolectar agua de lluvia. Admite que su energía es ilegal, que están ‘pegados de los cables’. Ahora ella es ama de casa y vive con sus tres hijos y sus dos sobrinos. Asegura que están esperando que les normalicen la situación y les pongan servicios públicos. La versión de la historia es bastante diferente para los residentes de las parcelaciones vecinas. Por ejemplo, Ricardo León Ocampo, de Colinas de Menga (que está inmediatamente al lado) se preocupa de solo pensar que realmente les pongan agua y energía. “¿Quién los saca de ahí si eso sucede?”, se pregunta. Los problemas son varios, explica. Primero, que ya se les han metido a robar a las casas y que atracan a la gente en el camino. Pero, sobre todo, que han recibido amenazas de la gente de allí. “Sabemos que hasta guerrilla opera en la zona”, comenta. También advierten sobre el daño ambiental. Como las viviendas no tienen acueducto, las “necesidades” de todos van a caer a la quebrada Menga, justo en el límite entre Cali y Yumbo. La misma a la que la gente va a bañarse los domingos.Además, para construir en esas dos hectáreas, se talaron 20 árboles de las especies manzanillo, lacre, mano de oso y arrayán. Eso, según un concepto de la CVC que data del 15 de agosto de 2012. Hoy probablemente son muchos más. Y tercero, pero quizás el más grave, dice Ocampo, es que esas tierras las compran y venden por hasta $5 millones el lote. Con ese mismo argumento el Municipio de Yumbo asegura que la mayoría no reside en El Nuevo Vivir, sino que tienen casas fuera y han construido vivienda en la zona, para venderla apenas normalicen el sector y pongan servicios públicos.Esto lo asegura Marta Lucía Marmolejo, subsecretaria de Paz y Convivencia de Yumbo, quien cuenta otra cara de la historia: en su momento hubo orden de desalojo para ese sector. Sin embargo, los pobladores interpusieron una acción de tutela y se detuvo el proceso.Esa tutela falló a favor del Municipio. Pero en la revisión en segunda instancia falló a favor de los residentes de El Nuevo Vivir y ordena a Yumbo a considerar la zona como albergue provisional; a asignarles subsidios de vivienda.El otro lío, argumenta, es que los predios son particulares, porque pertenecen a Colinas de Menga y que son ellos los responsables de que la invasión sea lo que es hoy. Sin embargo, Ricardo León Ocampo asegura que con la Alcaldía pasada se acordó cederlos al Municipio, pero este nunca se presentó a la firma del convenio. ¿Negocio o necesidad?La historia tiene muchas versiones: unos ven a las personas de la invasión como ángeles, otros como demonios. Lo cierto es que, estén por necesidad, o porque quieren hacer negocio, El Nuevo Vivir no es para nada un paraíso. Por ejemplo, a don Octavio, un adulto mayor, la casa prácticamente se le está cayendo encima. Igual le sucede a la mayoría de quienes viven ahí, incluyendo a Yamileth: en la parte de atrás de su rancho se ve cómo la tierra ha ido cediendo a causa de las lluvias.Como ahora ya no están obteniendo agua del acueducto, a veces toman la de la quebrada de Golondrinas. Esa, explica Yaneth, está contaminada con materia fecal. Además, llegar o salir de allí es toda una expedición. Solo pasan buses de La Sultana, uno cada hora. Excepto cuando se varan y toca esperar al siguiente. El recorrido hasta Cali dura una hora.Yamileth ahora se pregunta por qué si antes decían que “eso era del Municipio ahora vienen con el cuento de que es de esa gente de abajo”. Y afirma que aunque digan lo contrario, ahí no hay gente de afuera ni nadie va a vender sus lotes. “Estamos por necesidad”, reitera.

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