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Informe exclusivo: viaje a las redes del tráfico sexual en Cali

En la ciudad hay todas las formas de comercio sexual: infantil en La Loma de la Cruz y El Calvario; las mujeres trans junto a los terminalitos de alto tráfico; los jóvenes en videochats y los domicilios por celular y por clasificados.

21 de abril de 2013 Por: Alda Mera | Reportera de El País

En la ciudad hay todas las formas de comercio sexual: infantil en La Loma de la Cruz y El Calvario; las mujeres trans junto a los terminalitos de alto tráfico; los jóvenes en videochats y los domicilios por celular y por clasificados.

Fingen ser una familia feliz. En una banca del Paseo Bolívar, un hombre colorado, de ojos claros, camisa por fuera y maletín terciado, de unos 60 años, tiene a su lado a una niña de unos 7 años, que se recuesta inocente sobre su pierna mientras saborea un bom bom bum. A su lado está una mujer joven, jeans y blusa de tiras, que se agacha y se cubre la cara con los brazos. Un hombre joven, jeans, camiseta y gafas oscuras, completa el grupo. La escena es normal para los transeúntes. Pero no para esta reportera que acaba de recibir las cifras que la Secretaría de Bienestar Social tiene de explotación sexual infantil en Cali: esta pequeña es uno de los 200 niños entre 7 y 15 años de edad que son usados para el comercio sexual. Si es viernes, 10:00 a.m., ¿por qué la niña no está jugando ronda en la escuela? Un policía los indaga. El hombre mayor, el presunto proxeneta que hace el contacto entre el cliente y los ‘dueños’ de la niña, escapa. La mujer insulta al agente, cuando él le exige ir a la Inspección de Policía.Los transeúntes no saben qué pasa. Como ocurre en la Loma de la Cruz, otro escenario frecuentado por proxenetas y padres y/o adultos inescrupulosos. Allí simulan que salen a tomar la ‘ fresca’ del atardecer en familia, en especial, los viernes. En realidad, esperan clientes. En reciente intervención de la Policía, las secretarías de Gobierno y Bienestar Social en El Calvario, se detectaron que las víctimas son niños de estratos 0, 1 y 2, habitantes de ese barrio o de las comunas 21 y 13. “Hubo dos casos de prostitución infantil consentida por padres adictos que ofrecen sus hijos por $2000”, revela Sandra Navarro, funcionaria de la Secretaría de Bienestar Social.Es más, hay situaciones tan aberrantes como menores inducidos por sus padres a ser trans (niños vestidos como niñas o viceversa), violando no solo su inocencia sino su derecho a su identidad sexual a tan temprana edad.“Por eso, no siempre se puede culpar al Estado de lo que los padres pueden hacer por sus hijos”, dice Sandra. Como tampoco es válida la excusa de que “esta sociedad ha cambiado”.Los proxenetas seducen a los niños aprovechándose de lo que no tienen: ropa, una salida a comer o a cine. Es su mayor causa de vulnerabilidad: ser explotados desde sus carencias, más si los victimarios son extranjeros que les brindan una calidad de vida que no conocen.Esto los conduce a la deserción escolar. ¿Para qué estudiar? A medida que crecen, se relacionan con personas que los inducen a más prostitución. Y al cumplir los 18, sin estudio ni opciones laborales, el mundo se les va cerrando de tal forma que terminan en otras modalidades de trabajo sexual. Los académicos sostienen que ninguna persona mayor de 18 años, llega a la prostitución gratuitamente. Siempre hubo un antecedente en su infancia: abuso, inducción y hasta exclusión social que deriva la explotación sexual.Paula Rojas, coordinadora de los Servicios Amigables para Jóvenes de la Secretaría de Salud del Municipio, revela que cuando analizan las historias de niñas de 15 a 16 años de edad que ejercen el trabajo sexual, encuentran que la mamá, la abuela, la tía, o alguien de la familia, estuvo relacionado con el tema. Es un negocio de familia. Como el de una pareja, dueña de un edificio de residencias donde trabajadoras sexuales prestan sus servicios. Una de ellas es su propia hija, de unos 23 años y madre de una niña, quien va allí con sus clientes a ejercer con el consentimiento de sus padres.En la lucha contra la explotación sexual infantil, declara Sandra, cuentan con toda la colaboración y el apoyo de la Policía, pero le parece preocupante la poca intervención del ICBF. Se refiere a que la Policía de Infancia y Adolescencia lleva a los menores a los únicos tres Hogares de Paso que hay y no dan abasto. Allí no pueden permanecer más de 20 menores de edad ni por más de 8 días cada uno, pero toca mezclarlos con menores involucrados en actividades delictivas.Lo más grave es que el fenómeno va en aumento por la difícil situación económica de Cali y la tendencia de los pedófilos de buscar “carne fresca”. Las demás modalidades también están en alza, “porque así como la universitaria se prostituye para comprarse el vestido de moda para ir a una fiesta, una mujer con dos o tres hijos lo hace para pagar la renta”, dice Sandra.Esto significa que el trabajo sexual se diversifica, se transforma y migra de acuerdo con lo que ocurre en la ciudad. Y cambia de rostros. Las trabajadoras sexuales ya no son mujeres biológicas en sitios específicos de zonas específicas, como ocurría hasta hace poco.El mercado está saturado de mujeres trans y HSH (hombres que tienen sexo solo con hombres), que satanizados por la sociedad y sus familias, se ven lanzados a la calle desde los 11 o 12 años y al trabajo sexual para sobrevivir.La tendencia con mayor demanda es la de las mujeres trans en trabajo callejero, y que involucra mayor población. Según Pamela Montaño, líder de la Fundación TransMujer, 4000 mujeres transexuales ejercen el trabajo sexual en Cali. Y contando las mujeres biológicas o heterosexuales son 5.800.Le siguen los servicios a domicilio de hombres y mujeres biológicos, difíciles de contabilizar porque se mueven vía celular, por clasificados o por páginas web, conocidos como ‘prepago’. Finalmente están los videochats, los sitios coreográficos y los reservados y hasta una nueva modalidad disfrazada de terapeutas sexuales.La situación más grave es la de las trans en calle, y peor si son menores de edad, que es por donde y cuando empieza el trabajo sexual, admite Valentina Riascos, defensora de derechos humanos de la Fundación Santamaría.A la doble exclusión – la de ser trans y ser trabajadora sexual–, se suma el poco acceso a la educación por lo que esta población no tiene cómo salir de ese círculo. “El mensaje que les dan a las nuevas generaciones trans es que tienen que seguir siendo trabajadoras sexuales”, dice Valentina.De día se asoman más rostros de las nuevas modalidades de tráfico sexual. Así como los traficantes de drogas marcan sus envíos de drogas con logos en clave, los oferentes de servicios sexuales también manejan su lenguaje cifrado para no ser detectados.Chicas prepago se citan con los clientes en los centros comerciales o en hoteles, marcadas como un paquete: ‘su código de barras’ es llevar una bolsa de la marca X. Ese es el lenguaje cifrado con el cual solo el interesado la identifica. Las coordenadas para llegar a ella entre tanta gente. Son difíciles de ubicar porque cambian de chip o de simcard como de cliente. Y muchas universitarias ejercen solo al iniciar la temporada para pagar la matrícula.Otro nuevo rostro es el de la sustituta sexual que se autodenomina terapeuta sexual. Supuestamente su misión es ayudar a superar una problemática de desempeño sexual o disfunción sexual a quien curiosamente no llama paciente sino cliente.“Estas personas no se reconocen como trabajadoras sexuales, argumentando que ellas no buscan a sus clientes sino que los clientes las buscan a ellas, pero en últimas hacen lo mismo”, dice una fuente que reserva su nombre.A domicilio, en calle o en sitios especializados, la mayoría proviene de La Guajira, Casanare, Norte del Valle, Meta, Antioquia. Y las del Valle emigran a otras ciudades para no ser identificadas por amigos o familiares. “Pero cuando terminan su carrera o consiguen un empleo, nunca falta el que las reconoce y las delata. Así pierden la oportunidad de romper la cadena y salir de ese mundo”, dice alguien que conoce cómo se mueve la red. Al final, todas vuelven a ese laberinto donde todas las puertas se cierran y la única que se abre es la de la prostitución.Se requiere una política públicaEl trabajo para combatir la explotación sexual infantil en Cali es arduo. “Este es el Alcalde al que más le preocupan los niños y con el secretario Jaime Quevedo, hemos desarrollado actividades de sensibilización entre los adultos de las comunas vulnerables sobre la necesidad y obligación de proteger a los niños y a los adolescentes, en una labor conjunta con la Policía, las secretarías de Salud, Bienestar y Gobierno Municipal”.Sandra Navarro, de la Secretaría de Bienestar Social, admite que el Municipio no cuenta con mucho presupuesto, pero esa no es una justificación para no actuar. “No nos vamos a limitar porque no hay recursos, porque sí hay voluntad política para gestionar, orientar, capacitar, prevenir, asesorar y hacerles el acompañamiento social, jurídico, sicológico y de salud”, dice.Destacó que se trabaja en la elaboración de una política pública sobre el trabajo sexual en Cali para dignificar el oficio en mayores de 18 años. “La meta es tenerlo listo en septiembre y que al final de 2013 esté aprobado por el Concejo”, dijo.

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