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¿Hay un 'tumor' de corrupción en el Hospital Universitario del Valle?

Las historias que evidencian la crisis del centro asistencial abundan. Un médico debió usar un pañal desechable porque no había gasa para atender heridos. 3.500 pacientes se disputan 755 camas. ¿Qué hay detrás de esos 'síntomas'?

14 de agosto de 2011 Por: Por Luiyith Melo García Reportero de El País

Las historias que evidencian la crisis del centro asistencial abundan. Un médico debió usar un pañal desechable porque no había gasa para atender heridos. 3.500 pacientes se disputan 755 camas. ¿Qué hay detrás de esos 'síntomas'?

El jueves pasado Luis Alfredo Cardona, un anciano de 85 años que vive en El Vergel, cumplió un mes confinado en el cubículo de oficios de la sala de urgencias del Hospital Universitario del Valle, sin que se sepa bien que tiene. Más que el mal que lo tiene postrado y que el hospital no ha podido establecer en 30 días porque el internista que lo atiende está incapacitado y no ha podido firmar el resultado de la biopsia que le practicaron, al anciano lo están matando la depresión y la angustia de permanecer tanto tiempo en un hospital de ‘guerra’, entre el hacinamiento de camillas y enfermos, entre los quejidos humanos por los dolores y los fétidos olores que hacen insoportable el ambiente.“Él está muy deprimido, llora mucho, quiere irse para la casa... ¡Uno tiene que tener aquí tanta paciencia!...”, se lamenta María Oneida, la hija que lo cuida.El viernes 5 de agosto llegó a esa unidad de urgencias Argemiro Valencia, un negro del Pacífico anciano como Luis Alfredo. El mundo se le derrumbó en su cabeza, se le apagaron los ojos y la tensión arterial le golpeó el cerebro tan fuerte que casi le da un infarto. Su camilla está al lado de la puerta donde ingresan los pacientes, tiene la manguera de dextrosa llena de sangre. Una enfermera llega y le abre la válvula de paso del líquido y él pide desayuno.En la cama del lado, está María Josefina Gutiérrez, una mujer de 64 años que llegó remitida de Andalucía, Valle, el jueves 4 de agosto porque le dieron convulsiones. Le tomaron un tac cerebral y otros exámenes, pero sigue en el filtro de urgencias sin saber hacia dónde la enviarán porque el internista tampoco ha revisado y firmado los exámenes.En otra camilla aledaña está una abuela que no recuerda ni dónde vive. Su hija Rubiela dice que es de la Colonia Nariñense. Se llama Georgina Solís, una mujer de Guapi a la que trató de darle un infarto y no ha superado el filtro de urgencias en tres días. Un auxiliar de enfermería le deja una dosis de pastas para su problema cardiovascular.La sala bulle de enfermos. En no más de 90 metros cuadrados hay 80 pacientes cuando el área sólo está habilitada para 32. Y siguen llegando.“Cuando el médico no está -cuenta el auxiliar- los paramédicos que lo traen nos dejan el paciente tirado en la puerta, a la buena de Dios; dicen que sólo tienen 45 minutos y no se pueden demorar con este paciente. Y lo dejan ahí”.En esa sala de guerra sólo hay dos médicos, uno que recibe las remisiones de enfermos de otros hospitales y otro que hace los ingresos directos.“Auxiliares aquí somos -peleando-, tres en medicamentos y cuatro que reciben los pacientes. Debería haber ocho auxiliares en cada servicio, pero el hospital dice que no hay recursos”, agrega el enfermero. Según estándares de la OMS debería haber un auxiliar por cada cinco pacientes, pero aquí hay uno por cada 16.El HUV tiene una capacidad de 755 camas, pero hoy debe atender 3.425 pacientes en habitaciones, salas, filtros y pasillos porque no hay espacio.Lo peor es que allí escasean los insumos médicos. Héctor Fabio Osorio, psicólogo del área, asegura que hace un mes le tocó ayudar a curar la herida abierta de un paciente que ya olía fétido, utilizando un pañal desechable porque no había gasa o apósitos para hacerlo. Los insumos se agotan y no hay con qué comprar de inmediato.En la sala de observación ubicada en el segundo piso de urgencias el panorama es el mismo. Los pasillos que circundan el vacío interno del edificio están llenos de camillas con pacientes, porque a los pabellones de medicina interna y cirugía no les cabe un enfermo más. Las rutas de evacuación están ocupadas. Lo más grave es que la mayoría no tienen ningún sistema de seguridad social y su estancia en el hospital se prolonga durante semanas y a veces meses. Marlon Yesid Caicedo lleva 34 días y Dávison Flórez Balanta 42. No hay un examen ni un especialista que les resuelva la situación. En ese mismo espacio conviven enfermos de leucemia e insuficiencia renal con infectados de hepatitis, tuberculosis y leptospirosis, enfermedades contagiosas que pueden desencadenar una epidemia interna.Arriba, en el cuarto piso, la situación en la sala de víctimas de violencia no es diferente. Está al tope con heridos a bala y puñal. Además de enfermeras los acompaña la Policía. Y en consulta externa, más de 500 personas hacen cola, algunas desde la noche anterior, en busca de una cita con un especialista.¿Corrupción?Aparte de las deudas y el problema estructural que tiene el sistema de salud para su financiamiento y que ha puesto al HUV al borde del colapso, hay otros líos administrativos que agravan su situación. Un informe elaborado por una comisión accidental del Senado en mayo pasado, asegura que el modelo laboral adoptado por la institución facilita la corrupción.En la institución hay 1.247 trabajadores vinculados por cooperativas de trabajo asociado (CTA), mientras que los trabajadores de planta son 1.440.La investigación indica que los trabajadores son trasladados de una cooperativa a otra sin que se les consulte el cambio, sin conocer la CTA ni sus estatutos. Muchas veces entre los cooperados no se conocen. El traslado lo hace la dirección de recursos humanos del hospital que entrega el listado de trabajadores a quien gana la licitación. Posteriormente, la CTA le entrega un contrato de afiliación en blanco al trabajador. Estas entidades no hacen reuniones entre sus trabajadores para conocerse, y hay especialistas a los que se les asigna el salario de un auxiliar.La intermediación de la cooperativa (lo que se gana) está por el orden del 30% y el trabajador muchas veces recibe sólo el 60% del salario que el hospital le reconoce a la CTA.En el 2009 esos contratos se incrementaron en $1.150 millones y en el 2010 en $2.715 millones, un incremento que, según la comisión investigadora, “no recibieron los trabajadores”.En ese mismo sentido, una comisión de alto nivel para el HUV convocada por la Gobernación del Valle pudo constatar que “por declaraciones de cooperados que no quisieron ser identificados, en época preelectoral a sus afiliados se les indujo a conseguir votos”.Jorge Rodríguez, vocero del sindicato, indicó que senadores, representantes y funcionarios del gobierno caleño han estado detrás de esas cooperativas de trabajo que parecen desangrar al HUV.La directora María Lucero Urriago respondió que la comisión investigó uno por uno los contratos de trabajadores y no encontró alguno que no tuviera razón de ser o no cumpliera su labor en la parte misional o administrativa del hospital.Dado que una reciente ley ordenó el desmonte de dichas cooperativas, Urriago dijo que ofició al gobierno y entes de control para pedir seis meses para su desmonte y adoptar otras modalidades de contrato como la prestación de servicios. Entre tanto, los pacientes siguen llegando por miles a urgencias. Y no hay plata suficiente para insumos, ni para pagar salarios a todos los empleados. El enfermo más grave es el hospital.El lío de los insumosJavier Ruiz, empleado del hospital y directivo sindical explicó que “la estancia de pacientes en el HUV se prolonga porque los exámenes se demoran en practicarse, porque el equipo está malo o no hay el insumo necesario para realizar el examen, hay que esperar que el proveedor lo traiga y como estamos en una situación crítica, no atienden rápido la petición”.La directora del hospital, María Lucero Urriago explicó que “los laboratorios no nos despachan si no les hemos pagado y por eso hay que acudir a los intermediarios que nos cobran un 30% más porque saben que el pago se les va a demorar”. La prolongada estancia de pacientes es lo que más le cuesta al centro asistencial.

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