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Habitantes del barrio La Campiña, norte de Cali, acosados por la delincuencia

Robos a viviendas, hurtos, extorsiones y fleteos hacen parte de la inseguridad que azotan a los habitantes de este tradicional barrio.

22 de febrero de 2012 Por: Redacción Vivir Norte

Robos a viviendas, hurtos, extorsiones y fleteos hacen parte de la inseguridad que azotan a los habitantes de este tradicional barrio.

Rutilio (*) estaba en la terraza cuando se percató de que un batallón de por lo menos 17 hombres se había ubicado en la esquina de la cuadra. Pasmado, el maestro de obra observó cómo uno de ellos sacaba un arma mientras se dirigía a la entrada de la vivienda que él estaba remodelando.“Nos robaron”, se dijo y corrió a ocultarse en un rincón del lugar, sacando el celular de su bolsillo y llamando de inmediato a la Estación de Policía La Flora. Eran las 12:00 del mediodía. El roboMariana se dirigía a su casa cuando fue sorprendida por dos hombres que la intimidaban con armas de fuego. Llena de pánico, observaba el cañón con el que los delincuentes apuntaban a Pablo, su nieto de tan solo 2 años de edad. “Matalo para que te dé la plata” fueron las palabras que la alejaron de su ensimismamiento: no dudó en recoger la cartera negra que le había acompañado desde Chipichape, donde realizó una transacción por $26 millones en el Banco de Bogotá.A su vez, el otro sujeto le exigía a Daniel, hijo menor de Mariana, que le pasara un manojo de billetes que tenía en el bolsillo izquierdo de su pantalón y que había guardado ahí desde que estaba haciendo fila en el banco. Entre tanto, una vecina del sector alertó a Andrea de lo que estaba sucediendo y ella, desde el balcón de su vivienda, se percató de la dantesca escena. Sin dudarlo, cogió el teléfono y marcó el número 3105307364, que corresponde al cuadrante de la zona.“¿La Campiña? ¿Eso no queda en el Distrito?”, escuchó al otro lado de la bocina. “En la Comuna 2”, gritó ella, encolerizada. Eran las 12:10 p.m. Quince minutos después arribó un patrullero. Más que apurarse a dar con el paradero de los ladrones, entró en reproches.“Yo le ofrecí el servicio de escoltas y usted no lo quiso tomar”, le dijo a Mariana y después se lo repetiría a Vivir Norte.PanoramaDesde hace más de seis meses La Campiña está siendo asolada por la delincuencia. Atraco a mano armada y raponeo son las modalidades de hurto más frecuentes, pero las extorsiones son las que atemorizan en mayor medida a los vecinos del barrio cuya iglesia también ha sido víctima de los ladrones en tres ocasiones. “A cada rato se presentan atracos en la Avenida 6D con Calle 40, al igual que en la Calle 47 con Avenida 6”, afirma José Fernando, a quien hace quince días se le llevaron una escalera.“Aquí ya no se sabe vivir”, señala Guillermo Andrés, quien tiene intervenido el teléfono desde que los bandoleros empezaron a pedirle ‘vacuna’.Según él, el foco de la corrupción es la cancha localizada en la Avenida 8N con Calle 43.“Todas las noches entran camionetas para allá. Si la Policía se decidiera a hacer un buen operativo nocturno, agarraría a más de uno vendiendo vicio y haciendo quién sabe cuántas cosas”, afirmó el vecino.“Pero, qué va, tenemos dos patrulleros y una sola moto para compartir con cinco barrios más. ¿A eso le llaman seguridad?”, cuestionó.Entre tanto, Alfonso, hijo mayor de Mariana, denunció que la semana pasada el intendente Andrés Panesso, del CTI, lo llamó para pedirle ayuda en la identificación de las viviendas de los presuntos ladrones.“¿Cómo así que la investigación se la tengo que hacer yo para que ellos procedan a realizar las detenciones?”, exclamó rechazando la posibilidad de que los delincuentes sean allegados a la familia.Por su parte, el mayor Carlos Correa, comandante de la Estación La Flora, pidió a la comunidad “tener un poco de paciencia hasta que lleguen más patrulleros que, por el momento, están en entrenamiento”.“Entiendo el malestar de la gente, pero necesitamos que también colaboren con la Policía. Los caleños no están denunciando y eso es una pena”, exhortó.Así las cosas, los vecinos de La Campiña imploran ser rescatados del mar de delitos en el que se están ahogando.(*) Los nombres de las víctimas de los robos fueron cambiados por seguridad.

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