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Gases de Occidente lleva ocho años formando niños lectores, vea cómo

La Fundación Gases de Occidente, a través de su proyecto Escuelas Lectoras, desde contagia a los más pequeños el amor por la lectura.

17 de mayo de 2016 Por: Stephany Victoria Cano Integrante del Semillero de Periodismo UAO – El País

La Fundación Gases de Occidente, a través de su proyecto Escuelas Lectoras, desde contagia a los más pequeños el amor por la lectura.

Lo mejor que se puede compartir es el conocimiento”. La frase, del exitoso empresario y chef francés Alain Ducasse, describe la labor realizada por la Fundación de Gases de Occidente con su proyecto ‘Escuelas lectoras’, una iniciativa que lleva ocho años en marcha buscando mejorar la calidad educativa por medio del refuerzo en la comprensión de lectura; esto, en escuelas ubicadas en sectores de escasos recursos de Cali.

Así ocurre, por ejemplo, en el centro educativo Francisco de Paula Santander, en el barrio Conquistadores, al oriente de la ciudad. Allí la profesora Luz Stella Mosquera cuenta con orgullo y felicidad el proceso de transformación que han experimentado los niños. La gran acogida que entre los alumnos ha tenido el programa, explica, se debe a las capacitaciones recibidas:

“Lo primero fue una metodología para la comprensión lectora porque hay una forma en que el lector debe acercarse al libro para que haya nuevos aprendizajes. Esto es lo que generalmente ocurre con los estudiantes y universitarios: que leen, pero no entienden nada. Luego nos formaron para que nosotros fuéramos capaces de producir textos que evidenciaran la comprensión”.

El ejercicio de la lectura, poco a poco, también ha ido cambiando los espacios: el viejo cuarto del reblujo ahora es una biblioteca con aire acondicionado, muebles, videobeam, computadores y más de 356 libros que por sus colores resaltan entre las paredes blancas del recinto.

La existencia de la biblioteca se complementa, por su puesto, con un plan de lectura. Angie Lorena Bolaños, estudiante de quinto de primaria, sentada en una de las sillas, explica tímidamente los aprendizajes que ha conseguido allí: “He aprendido a tratar bien a las personas, a ser buena estudiante, ser buena con los demás, a ayudarlos, y también a recrearlos”.

Y junto a los niños, mamás sonrientes: “Gracias a esos libros mi hija aprendió a leer”, dice Yuri Viviana Cerón, que tiene una hija en segundo grado, al igual que Yenny Patricia Escobar, otra madre que asiente al escuchar las palabras de su amiga.

En la escuela Donald Rodrigo Tafur, en el barrio Antonio Nariño, la maestra Francia Elena Collazos, cuenta que, aunque por ahora no tienen una biblioteca muy cómoda, ese no ha sido inconveniente: los profesores han optado por llevar los libros a los salones donde están los niños. Además, todo se complementa con préstamos para los fines de semana.

“Tuvimos una capacitación intensiva donde nos dieron las bases para que los niños vieran la lectura como un placer y no como algo forzado (…) Enseñaron a hacer trabajo lúdico, programación, preparación de las actividades a realizar, formular preguntas literales que aparecen con la información del libro;  e inferenciales, que son las que no están directamente, pero que con la curiosidad van surgiendo”.

Mientras atiende chicos que a la hora del descanso van a saludarla o a pedirle permisos, la profe Francia hace énfasis en la importancia de que los padres se vuelvan parte integral del proceso: “Cuando el papá no es lector es muy difícil que el niño lo sea. La idea es que los papitos se vuelvan un apoyo”.

En la escuela Juan Pablo II, sede Álvaro Escobar Navia, a varios barrios de distancia, hay una biblioteca perfectamente organizada, con mesas y muebles para ubicar los textos. Allí la maestra Emma Delgado, encargada a través del programa de fortalecer el nivel de comprensión lectora en sus alumnos, cuenta que el impacto de la Fundación se ha visto en la motivación general para mejorar.

Su compañera, la trabajadora social Noralba Collazos, coincide en la mirada a la hora de ver los beneficios que el plan de comprensión de lectura ha traído para los alumnos: “en sus respuestas van siendo un poco más cuidadosos y observadores, analíticos, pretendemos que lleguen al punto crítico. Ellos ya no solo buscan el texto, sino que también observan la totalidad del mensaje, incluyendo los gráficos”.

Miradas así, satisfacciones así, lecturas así, se repiten todos los días en los escenarios de Escuelas Lectoras. Y no solo en Cali, sino en municipios del Valle como Buenaventura, con 43 sedes adscritas, o Tuluá, con 46. Y en localidades del Cauca.  En total, son 4200 estudiantes beneficiados. 4200 mejores lectores para el mundo.

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