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Este es el Periodista del Año en Colombia... y es de El País

Perfil de Hugo Mario Cárdenas, editor de la Unidad Investigativa de El País, reconocido con el premio Simón Bolívar 2016.

6 de noviembre de 2016 Por: Yefferson Ospina, reportero de El País

Perfil de Hugo Mario Cárdenas, editor de la Unidad Investigativa de El País, reconocido con el premio Simón Bolívar 2016.

Luego de firmar su contrato como periodista del diario El País, Hugo Mario Cárdenas habría de pensar en las hermosas simetrías de su destino: su primer trabajo, cuando tenía 10 años, había sido como vendedor de periódicos dominicales. 20 años después, en 2005, firmaría su primer contrato en el oficio con el que habría de escribir una especie de leyenda: ya no vendería los periódicos, ahora los escribiría. 

Los caminos de Dios, escribió Borges, son inescrutables. ¿Cómo iría a saber aquel chico delgado, un poco moreno, de cabellos duros, que esos ejemplares del periódico El País que vendía en la plaza central de Montenegro, Quindío, serían los que él mismo escribiría años después? No lo sabía, no lo imaginaba, incluso, no lo deseaba. El chico soñaba con hacerse oficial del Ejército y con volar aviones de guerra.

Aquello empezó luego de que perdiera tres veces tercero de bachillerato y de que su padre, para lidiar con la indisciplina del hijo mayor, decidiera matricularlo en la Academia Militar Pedro Alcántara Herrán. Pero todo se convirtió en una paradoja: don Ignacio Cárdenas le impuso a su hijo el rigor militar y tres años después, cuando cumplió 18 y terminó el bachillerato, el deseo de Hugo de convertirse en un oficial del Ejército se convirtió en la razón de la primera pelea entre padre e hijo. Discutieron porque don Ignacio se negaba a entregarle un hijo a la guerra. Entonces Hugo, furioso, se marchó de la casa. Se fue. Llegó a Madrid, Cundinamarca, y trabajó con un primo suyo sembrando flores.

Fue un asunto de proporciones dramáticas, casi un rito de iniciación: el adolescente que se rebela contra su padre para volverse hombre. El hijo pródigo que abandona el hogar para formar su carácter con las durezas de la soledad. 

Tres meses después, sin embargo, el padre buscó al hijo. Se arreglaron. Hugo desistió de entrar en el Ejército pero no de su deseo de pilotear un avión. No desistió porque así es él, obstinado, tenaz, duro. Sabía muy bien que su papá, don Ignacio, el dueño de la Tienda de Nacho, el esposo de doña Marleny, no podía -  y tal vez tampoco deseaba - pagarle sus estudios de piloto. No importaba. 

Entonces con 18 años de edad se enroló como marinero de un barco en donde trabajó en la cocina y tres meses después decidió quedarse en Morristown, EE.UU. No tenía documentos. No hablaba inglés. No importaba. Estaba dispuesto a trabajar en lo que pudiera y ahorrar para regresar a Colombia a convertirse en piloto. Se trataba de Hugo Mario y cuando se trata de él, solo basta ponerle un límite para que él se encargue de romperlo. 

Sentado en su escritorio de la Unidad Investigativa de El País, Hugo Mario lo cuenta -  lo vuele a contar – a borbotones. En Elizabeth, New Jersey, fue asistente de cocina de un club de golf y también cuidó caballos. Trabajaba 16 horas y, de noche en noche, no dormía.

Acondicionó zonas verdes, trabajó en compañías de carros, se accidentó a bordo de un automóvil en una madrugada de licor y conoció a la que sería su esposa, Jackeline. Era la asistente del médico quiropráctico que lo atendió luego del accidente. Debió haber sido algo parecido al amor a primera vista. Hugo se propuso conquistar a la caleña aquella – piel morena, cabello crespo indomable -. Lo hizo. Pero cuando el romance llevaba apenas unos meses, el 16 de diciembre de 1997, 6 años después de que arribara por primera vez a EE.UU., él sintió que debía volver a ver a su padre y a su madre y a sus tres hermanos. El llamado de la casa, de la familia. Ulises que regresa a Ítaca. 

Para entonces sabía que aquello de convertirse en piloto se le escapaba de las manos. Había ahorrado, sí, pero no era suficiente. Entonces el amor, que siempre se encarga de torcer – o de enderezar -  historias, hizo el resto. 

Quince días después de que él llegara a Colombia, Jackeline tomó un avión y lo volvió a ver en Bogotá. Vivieron juntos durante dos años en los que Hugo estudió y se graduó de actor en la Academia Ronald Ayazo y en los que conoció a un camarógrafo del Canal Capital, a quien acompañaba a realizar notas periodísticas y con quien probó por primera vez la fascinación de encontrar y contar historias. Luego de esos dos años,  Jackeline le dijo que esperaban un hijo, y  entonces fue como si la certidumbre de que iba a ser padre precipitara toda su vida convulsa y agitada hacia un destino que se vino fraguando lentamente a su propia sombra, sin que él mismo lo supiera. 

“Sentí que debía estudiar algo más formal, porque con un hijo ya la cosa era diferente. Ya no podía estar loquiando como antes. Entonces llamé a Jackeline, que estaba en Cali con su familia para que le cuidaran el embarazo y le dije: ‘búscame una universidad cualquiera en donde pueda estudiar periodismo. Eso es lo que quiero estudiar de verdad’”. 

En enero del 2000, Hugo Mario, de 25 años, actor diplomado, polizón, migrante ilegal, asistente de cocina, cuidador de caballos, vendedor de prensa, era también estudiante primíparo de comunicación social de la Universidad Santiago de Cali. Más tarde se especializó en Cultura de Paz y DIH en la Universidad Javeriana Cali. 

Frente a la pantalla de su computador y mientras en la tele de enfrente pasan un partido de la Uefa Europa League, Gerardo Quintero, quien fue jefe de Hugo Mario y ahora es Jefe de Cierre de El País, suelta frases para definirlo a él, a Hugo. Entre ellas una queda resonando: “Yo siempre digo que Hugo es el periodista que es, gracias a esa vida turbulenta que tuvo. Por eso es que sabe dónde están las historias, por eso sabe llegar a ellas, por eso sabe en dónde se esconden los delitos y sabe descifrarlos. Porque ha vivido, porque conoce la calle, la vida, conoce a las personas. Sabe pensar como los demás, y eso es algo que solo te lo da una vida como la de él, azarosa y llena de experiencias”. Algo que solo se aprende en las turbulencias...

La conclusión es inevitable. Hugo mismo dice que llegó tarde al periodismo, pues se hizo periodista a los 30 años. En términos literarios esa frase sonaría a algo así: la vida se tomó un buen tiempo y exploró todos los caminos para hacer a un maestro. 

El último romántico

Hubo un tiempo en que los periodistas fumaban en las redacciones cigarrillos de noches enteras, terminaban crónicas en medio de la ebriedad y perdían el concepto del tiempo en investigaciones e historias que los envolvían hasta la obsesión.  Luego las redacciones se convirtieron cada vez más en simples oficinas: desaparecieron los cigarrillos, el licor fue prohibido por la corrección política y las obsesiones empezaron a tener horarios. 

Gerardo, el jefe de cierre de El País y quien alcanzó algo de esa vida románticamente desordenada, dice que Hugo Mario Cárdenas es en cierto sentido un anacronismo. Un feliz anacronismo. Un periodista contemporáneo con hábitos antiguos. 

No se equivoca en lo más mínimo. Hugo Mario es obsesivo, radical, imperturbable. Los ejemplos abundan: hace poco más de un año se internó durante 12 días junto al reportero gráfico Oswaldo Páez en las montañas del Parque Nacional Natural Los Farallones, de Cali. Para llegar al lugar en el cual se observaban mejor los destrozos naturales de la minería ilegal, debieron caminar más de 10 horas a temperaturas bajo cero. Al final el reportaje que resultó ganó el Premio del Círculo de Periodistas de Bogotá, el Premio Amway de Periodismo Ambiental y está nominado al Premio de Periodismo Regional Semana-Grupo Argos. 

Lea aquí el reportaje 'Minería ilegal: el cáncer de Los Farallones'

La escritura del reportaje 'La mitad del aguardiente Blanco que se toma en el Valle es falso', la culminó al mediodía del agónico sábado 6 de diciembre de 2014, luego de pasar más de media noche en la redacción dándole forma para que fuera publicado el domingo 7. Allí estaba aquella noche en su escritorio, escribiendo, volviendo a escribir, leyendo, volviendo a leer, corroborando datos, obsesivo de la rigurosidad. Y esa escena era la repetición de otras tantas: el reportero olvidado del tiempo que en las altas horas de la noche sigue construyendo la historia, avanzando en la investigación, en las hipótesis. 

Hugo, no hay duda, es un romántico del periodismo, no un hombre que vive y trabaja como reportero, sino un hombre cuya vida es ser reportero. Una máquina de investigar, en términos más crudos. Un hombre para quien el  periodismo es una necesidad vital. “No descansa. Escribe en la pantalla de su computador, con lapicero, las ideas de investigaciones o los datos que se le van ocurriendo todo el tiempo. No los escribe sobre un papel, lo hace en los bordes de la pantalla de su computador”, dice Jessica Villamil, quien fue compañera suya como redactora política. 

"Yo creo que el periodismo debe apostar por la investigación  y la narración. El periodismo narrativo y el investigativo debe ser la gran apuesta de los medios en la actualidad", Hugo Mario Cárdenas.

[[nid:591117;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/11/ep001199336.jpg;full;{Fotografía: Elpaís.com.co | Colprensa}]]

Eso, exactamente, explica el modo en que se convirtió en el Editor de la Unidad Investigativa. Cuando tenía 30 años e ingresó como periodista oficial a El País, fue contratado para la sección Opinión. Dos años después pasó a ser redactor de la sección Colombia y en 2008, Diego Martínez, director de información de El País, se propuso volverlo un periodista especializado en temas políticos. 

"Hugo es, sin duda, el periodista más querido de toda la redacción de El País. Todos hablan con él, todos tienen una buena relación con él”, Diego Martínez Lloreda, director de Información de El País

Y lo hizo. Durante 6 años Hugo se convirtió en el periodista más importante de política en la redacción de El País. Y aquello, dice, le apasionaba. Era un romance, pero su verdadera pasión era la investigación. Y como se trata de Hugo Mario, rompió los límites. Siendo periodista político inició en sus horas libres un blog de investigación. 

Hugo, en secreto, investigó el uso ilícitos de recursos públicos   y denunció  a través de su blog entramados de corrupción en el departamento. En 2012  ganó el premio Semana Petrobras por  mejor blog de opinión. 

“Me fui dando cuenta de que lo que me gusta es investigar a fondo. A mí me encanta el periodismo político, pero yo quería hacer grandes investigaciones y por eso empecé con el blog”. 

Visto en perspectiva, la decisión de tener un blog investigativo paralelo a su trabajo ilustra perfectamente el carácter de Hugo. Hay quienes esperan terminar el trabajo y llegar a la casa a descansar, a besar a su mujer, a jugar fútbol. Hugo esperaba llegar a su casa a investigar. 

"El periodismo ha permitido grandes cambios. El Proceso 8000 se dio gracias al periodismo así como las investigaciones por parapolítica”, Hugo Mario Cárdenas.

El tipo de la camisa verde

En esencia sigue siendo el mismo: el hombre casado con Jackeline, padre de Matías y Esteban, hijo de don Ignacio y doña Marleny, el mayor de cuatro hermanos. El tipo nacido en Montenegro, Quindío, que ama escuchar tangos como lo hacía de niño junto a su padre, que prefiere las baladas sobre cualquier otro género, que desborda de alegría cuando regresa a su pueblo y a la casa de los padres. 

Sigue siendo el mismo. Uno tiene la impresión, cuando acude a su escritorio, que los trofeos de los premios se van acumulando en la misma proporción en que pasan los meses. Y sin embargo, a él parece no afectarle: sigue siendo  un hombre bonachón, tranquilo, poseedor de esa sencillez que solo da la vida del campo, de los pequeños pueblos. 

En un mundo en donde las relaciones humanas se construyen sobre la base de las reputaciones y las cuentas bancarias, él  prefiere hacerse el sordo al ruido y serle fiel a sus principios, a su historia. Lo sigue emocionando la visita al río Roble cada vez que regresa a Montenegro y aún se reúne con los amigos de su infancia.

Hay imágenes y pequeñas frases que reúnen vidas. Hugo es hincha furioso del Atlético Nacional y cada vez que juega, él usa la camiseta verde que su equipo llevó en 1989, cuando ganó la Copa Libertadores. “Claro que podría usar otra y, de hecho, las tengo todas. Pero esta es la que me gusta, esta es la que más alegrías me da. Es por la que más sentimientos tengo”, dice Hugo. 

Así es él, un tipo que nunca olvida de dónde ha salido.

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