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Cali está armada hasta el alma

Aquí, donde cada día se cometen casi 5 asesinatos, se desconoce el número total de armas que hay en las calles y las autoridades no se atreven a calcular. Se ven revólveres, escopetas, subametralladoras, pistolas y hasta fusiles y granadas. Números de un panorama aterrador.

15 de agosto de 2010 Por: Unidad de Crónicas y Reportajes de El País

Aquí, donde cada día se cometen casi 5 asesinatos, se desconoce el número total de armas que hay en las calles y las autoridades no se atreven a calcular. Se ven revólveres, escopetas, subametralladoras, pistolas y hasta fusiles y granadas. Números de un panorama aterrador.

Cali es una ciudad armada. Revólveres, escopetas, subametralladoras, pistolas. También fusiles y granadas. Circulan en la calle por miles. Pueden aparecer en esquinas, parques, colegios, hospitales, universidades. Pero casi nadie cae en cuenta del exceso. Nadie, a pesar de que sean tantas como para que ni las autoridades sepan cuántas hay. La aseveración no es un tiro al aire.Según el más reciente informe ‘Cali Cómo Vamos’, en esta capital donde hasta julio habían sido asesinadas 1.012 personas –en promedio casi cinco asesinatos cada día–, hay cien mil armas de fuego. El dato puede alarmar por el simple hecho de que la cifra es 50 veces superior a la de las armas que hay en un batallón como el Pichincha. Sin embargo, la realidad puede ser aún más explosiva. Doris Tejeda, directora del Observatorio Social, o Ana Inés Ricaurte, directora regional de Medicina Legal, sospechan que el número de armas podría llegar a ser todavía superior, tal vez dos veces, quizás más. Quién sabe. ¿Cómo contabilizar las armas hechizas que se incuban y se venden como huevos en barrios como Manuela Beltrán (Distrito de Aguablanca), por ejemplo? Los datos demuestran que en las calles hay un arsenal propio de una ciudad en guerra. Armas como las que este año cegaron la vida de Cristofer Gómez Keating, un ciudadano americano; Alexander Grajales, un desempleado; Luis Alejandro Quiñónes, un cobrador; Everth Mosquera, decano de economía de la universidad Santiago de Cali. Eso, para mencionar sólo algunos nombres. En una revisión de las estadísticas de los salvoconductos expedidos en la ciudad, queda en evidencia el exceso ignorado: el año pasado, en la Tercera Brigada del Ejército, se vendieron 386 armas ( más de una diaria). En ese año, también, se elaboraron 3.804 salvoconductos: 3.474 fueron permisos para porte; 312, para tenencia. En lo que va de 2010 han sido vendidas otras 128 armas. Y se han negado 1.071 solicitudes. 1.071 trámites gestionados por personas que, quizá, veían en un arma la posibilidad de sentirse más seguros en esta ciudad que registra un numero de civiles asesinados cercano a los que se cuentan en Afganistán. ¿Es un arma en el cinto el mejor antídoto contra el miedo? Hasta los dientesEn el depósito de armas de la Tercera Brigada reposa un armamento de alto poder decomisado en el último tiempo, que da cuenta de que las incautaciones que las autoridades realizan no sólo corresponden a grupos subversivos. Aunque allí hay 1.027 fusiles, también hay 3.032 revólveres, 1.029 pistolas, 8.987 armas en custodia. La Policía, por su parte, ha decomisado 2.640 armas de fuego en lo corrido del año. Por porte ilegal, 1.181 personas fueron capturadas. Sin embargo, ese, ante la Ley, pareciera ser un delito menor: el 84% de los capturados están en libertad; sólo el 12% está en la cárcel; el 3% tiene detención domiciliaria.La Sijín, a su vez, contabiliza 2.597 armas incautadas en lo que va del año. Los barrios donde más armas sin papeles han hallado son Prados del Limonar (154), Potrero Grande (58), Mojica (51), Alfonso López (49). El barrio donde se ha registrado el mayor decomiso de armas con permiso, utilizadas para cometer infracciones, es Alfonso López. Allá fueron realizados 55 decomisos. Le siguen Puerto Nuevo con 18, y Ciudadela Floralia, con 15.Un investigador del grupo de Armados Ilegales de la Inteligencia policial dice que la situación es tal, que resulta imposible aventurarse a decir cuántas armas pueden estar en la calles. Cada autoridad, cuenta, hace operativos por su lado. Cada una hace incautaciones y cada una maneja registros diferentes. En lo único en lo que parecen coincidir es en reconocer que, en este momento, no solamente los delincuentes están armados.Cecilia Mosquera, sicóloga de la Universidad del Valle, tiene una explicación. En ciudades como Caracas y Río, reconocidas por los índices de criminalidad, algo parecido ya sucedió. La gente, dice ella, ante una situación de violencia exacerbada tiende a acudir a las armas como reflejo inconsciente de protección. “Es la lógica de la supervivencia que ha hecho carrera en algunos países: si mi agresor, mi amenaza está armada, yo debo armarme igual. Y eso, de uno y otro lado, deriva irremediablemente en muertes”. El 80% de los 1.012 crímenes violentos que se han registrado en la ciudad fueron cometidos con armas de fuego.Este año, en la sede de la regional de Medicina Legal, se han realizado 1.855 necropsias de personas fallecidas en Cali y municipios vecinos. 1.198 de esas diligencias fueron practicadas por homicidios. 1.009 de esos homicidios se cometieron con un arma de fuego. Hasta el pasado 11 de agosto Medicina Legal había practicado ya 1.078 necropsias a víctimas caleñas. 918 de ellas, por arma de fuego. Mientras tanto, en los últimos 17 meses, a la oficina de balística de la entidad apenas llegaron 226 armas para ser analizadas por estar relacionadas con algún tipo de delito. El Coronel Javier Parada, Jefe del Estado Mayor de la Tercera Brigada, dice que la problemática de la criminalidad, en parte, tiene que ver con el tráfico ilegal que, desde Buenaventura, Nariño, Cauca, sigue inundado de cañones las calles. Un miembro de la Inteligencia criminalística asegura que actualmente existe un convenio entre bandas mafiosas y grupos guerrilleros para intercambiar armas por cocaína. Según la fuente, ha sido posible establecer la forma en que reductos de la Comuna Móvil Manuel Cepeda Vargas de las Farc le ha entregado alijos completos a los narcos a cambio de fusiles y municiones previstas para ser enviadas a las cordilleras Central y Occidental. Algunas de esas transacciones perversas se han ejecutado en calles de la capital del Valle.El investigador de la Sijín consultado por este diario no es más optimista. “Esto no es Medellín, donde todo pasa por la Oficina de Envigado y las autoridades tiene cómo focalizar esfuerzos. Aquí hay redes de narcotráfico disputándose a sangre y fuego las bondades estratégicas que a su negocio les ofrece la ciudad. Son cuatro líneas en guerra: Norte del Valle, Tumaco, Nariño y Buenaventura. ¿Y cómo ganan terreno? A punta de bala”. En los últimos tres años, 68 personas perdieron la vida en Cali como consecuencia de balas perdidas.Gatillos sin cédulaEl panorama de las armas puede resultar aún más convulso si se revisan las estadísticas de los menores infractores. En este momento, por ejemplo, en el Centro de Formación Juvenil Valle del Lili hay 242 menores recluidos. De ellos, 73 por haber matado a alguien. 12, por porte ilegal de armas. 123 por hurto agravado o calificado. Muchos de esos robos y de esas muertes, claro, se perpetraron con armas. Esta es tragedia conocida.Como también es conocida la historia que cuenta ‘Pepo’, un pandillero del barrio Manuela Beltrán recluido allí. ‘Pepo’, que hace parte de la pandilla de El Gallinero, dice con cierto orgullo que ha matado a muchas ‘liebres’, enemigos del barrio en su jerga. Y que lo hizo con armas que conseguía con armeros de ese sector. “Sólo hay que llevar la plata. Y ser conocido”. Mientras que en su barrio una pistola nueve milímetros se consigue en un millón de pesos, una ‘pacha’, arma de fabricación artesanal con capacidad de dos disparos calibre 32 o 38, se puede negociar en $90.000. La muerte, en esta ciudad, puede transarse por lo mismo que vale una botella de licor en un sitio de rumba.Lo de las armerías no es mentira. El pasado mes de junio la Policía allanó una casa, justamente del barrio Manuela Beltrán, donde fueron encontrados equipos específicos para la fabricación de ‘fierros’ artesanales: tornos, tubos, resortes, detonadores. Un mes más tarde, en Marroquín, una pareja de esposos fue detenida al comprobársele que alquilaban armas: dos revólveres calibre 38 y una pistola. Por $150.000, cualquiera podía llevarse el arma por un día. Lo más impresionante –cuenta uno de los agentes que se dio cuenta de la diligencia—es que el negocio del alquiler funcionaba ante los ojos de los hijos de la pareja. El Policía habla y se toma la frente, en uno de esos gestos de incomprensión que suele hacer la gente cuando las explicaciones se agotan en palabras.Lo que se puede hallar en las calles, da miedo. Doble U, un ex paramilitar reinsertado que ahora jura ganarse la vida escoltando los repartos que un camión de cerveza hace en uno de los sectores más deprimidos del Distrito de Aguablanca, se alza la camisa para enseñar el arma con la que hace su trabajo: se trata de una escopeta recortada del tamaño de un pan francés que en las calles se conoce como ‘Changón’. Alguien, que prefiere mantener en secreto, se la vendió en $80.000. El ‘changón’ que Doble U camufla a un costado de sus dorso, bajo una camiseta de baskebolista retirado, va cargado de balines que en la distancia pueden abrirse como una lluvia asesina. No es poesía criminal: un arma artesanal, por su puesto, no garantiza el destino preciso de sus disparos. El ‘changón’, así como puede ser accionado para defender el camión de un robo, puede quitarle la vida a un niño asomado en algún balcón. En la calle también se mueven cosas como los ‘Sonopepas’, revólveres de un tiro, que valen $50.000; ‘trabucos’: armas de doble cañón que entregan por $30.000 y hasta cañones del tamaño de bolígrafos que disparan proyectiles calibre 22, que se negocian en $20.000. Y se encuentran pistolas en $2.000.000 y subametralladoras en $700.000. La mayoría de esas armas, apunta Doble U, hoy viajan en el cinto de menores de edad. ‘Chingas’, como se reconocen en los recovecos del hampa a los gatillos sin cédula.‘Chingas’ como ‘Pepo’, que habla de homicidios cometidos sin miedo, justamente por su edad. Él sabe bien que ese es su blindaje, que eso le da inmunidad para no ir a la cárcel. “Cuando cumpla los 18, la cosa cambia. A Villahermosa sí me da miedo ir”.‘Pepo’, temerario no sólo con las manos sino con su boca, hace una denuncia. Cuenta que una vez lo capturó un policía en un asesinato. Para evadir el juzgado, le propuso entregarle el arma homicida, una pistola 9 milímetros. El tipo aceptó. “Hay muchos tombos que venden los fierros que le quitan a la gente”, dice. No más armas en el cintoEl Alcalde de la ciudad, Jorge Iván Ospina, acepta que la ciudad hay muchos que tienen un arma a la mano dispuestos a accionarla. “Sin duda, Cali es una ciudad armada. No sólo por el elemento físico de las mismas, sino por patrones de intolerancia que atentan contra la vida. Con respecto al armamento físico, son varias sus causas. Está el narcotráfico, que con su dinero importa armas a la ciudad. Están también las armas hechizas. Y el otro elemento son las propias armas que produce y comercializa Indumil”. Entonces, dice el Alcalde, se deben tomar correctivos. Que los países del mundo entero restrinjan la venta de armas. Perseguir a las redes de armas hechizas e ilegales en Cali. Que la propia industria (Indumil) no venda ni comercialice armas en el mercado local. Que el Estado se niegue a venderles armas a particulares. Y que sea una decisión permanente la restricción del porte de armas en la ciudad. Pero esa última medida, cree Ana Inés Ricaurte, directora regional de Medicina Legal, no es suficiente. Está sentada en su escritorio y al fondo se ve un termo de la serie de televisión CSI. La directora regional de Medicina Legal piensa que un gran porcentaje de las muertes en Cali con armas de fuego se dan por ajustes de cuentas entre delincuentes, gente del narcotráfico, de las pandillas, que tienen acceso a armas ilegales. Pero ciudadanos ‘de bien’, tipo empresarios, tipo comerciantes, que compran un arma para su seguridad personal y familiar, asegura, poco se ven inmiscuidos en homicidios.“No le voy a decir que no se presenten casos, porque sería falso. Pero el porcentaje es mínimo”, dice. Aunque no menos significativo. Nada más para citar un caso: el pasado 13 de febrero Nicolás Orozco, un chico de 16 años estudiante del colegio La Arboleda, murió en hechos confusos en la Carrera 115 con Calle 6 del barrio Ciudad Jardín, cuando un hombre le disparó por la espalda, supuestamente, cuando intentaba disipar una discusión en la que estaba inmiscuido él y otros jóvenes. El arma homicida tenía salvoconducto. “¿Cómo es posible que pase eso y que el homicida aún no esté preso? Se pregunta desde los Estados Unidos, Cristina Walther, tía del muchacho.La ecuación de las armas es tan compleja que aunque la gente en la calle insiste en armarse, al ser consultada sobre el tema opina que una restricción permanente podría ayudar a conjurar la problemática. Esta semana El País se lo preguntó a 154 caleños: de los encuestados, sólo 22 dijeron estar de acuerdo con el porte.Aunque lo desconocen, su respuesta está apoyada en hechos anteriores: en marzo de 1995, cuando en Cali se prohibió el porte, la tasa de homicidios por armas de fuego se redujo 6,6 puntos en doce meses. Lo escribe el analista político Óscar Echeverry. Y agrega. En 1996, la tasa de homicidios estaba en 84,0 y, con la medida, pasó a 68,0 en 1997. Ese año, cuando se levantó la medida, los homicidios se dispararon a 136, en promedio, cada mes. Trece años después, se contabilizan 144 muertos cada treinta días. Cada año, desde entonces, se ha registrado una víctima más. Las cifras, no son un tiro al aire.Cifras556 menores fueron capturados en 2009 por el delito de porte ilegal de armas de fuego.213 homicidios dejaron como resultado las riñas entre ciudadanos el año pasado.764 fueron las personas asesinadas durante el 2009 por ajustes de cuentas.

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