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Entérese qué hay detrás de los mitos de los bailarines de ballet de Cali

Jóvenes del elenco juvenil de Incolballet hablan sobre los mitos que rodean a este arte. Sacrificios y muchas horas de ensayos están detrás de las trusas y los tutús.

6 de junio de 2012 Por: Camilo Osorio Sánchez I Elpais.com.co

Jóvenes del elenco juvenil de Incolballet hablan sobre los mitos que rodean a este arte. Sacrificios y muchas horas de ensayos están detrás de las trusas y los tutús.

Mucho se dice sobre sus posibles transtornos alimenticios, sobre la extrema delgadez de sus cuerpos, el deterioro de sus pies y su actitud tímida. Pocos en cambio conocen que los bailarines de ballet practican más de diez horas diarias, que tienen rutinas balanceadas de alimentación, que suelen no tener vacaciones, ni fines de semana, ni salir de fiesta. Francisco Rengifo, es uno de esos bailarines que ha pasado hasta el día de su cumpleaños ensayando las coreografías del elenco juvenil de Incolballet. Desde los ocho años hace parte de la compañía, donde ha conquistado logros tan grandes como representar a Colombia en un campamento de verano intensivo en el American Ballet Theater de California.Ganó una medalla de plata en el concurso interno de Incolballet en el 2007 y bailará el Pas de Trois de Paquita con el elenco juvenil durante el VI Festival Internacional de Ballet que se realiza esta primer semana de junio en Cali. Come de todo, hace ejercicio, no trasnocha, ama el ballet y apenas tiene 19 años.“Mis pies son como mis manos. Se lastiman, te salen ampollas, pero a medidas que creces como bailarín te das cuenta de los movimientos a los que puedes llegar con tu cuerpo”, explica Francisco, quien sueña con ser un bailarín profesional con formación internacional.María Alejandra Obando también sueña con estudiar ballet en Milán y profundizar sus conocimientos de danza clásica, neo clásica y contemporánea. Vive en el barrio Marroquín al oriente de Cali, estudia en Incolballet desde los nueve años, mide 1.60, escucha a los Guns and Roses y come de todo, balanceadamente. “Al comienzo bailar en zapatillas de puntas es doloroso, te salen ampollas y hasta sangre pero te acostumbras con el tiempo, porque además, las ampollas nunca te dejan de salir”, cuenta María Alejandra.Según Rafal Valdez, ser bailarín de ballet no es dificil. “Es un arte que implica disciplina extrema”, explica este jóven de 14 años, 1.90 de estatura y buenas habilidades de rotación en sus piernas.Rafael en cambio quiere viajar a Rusia algún día para mejorar su técnica. Como sus otros dos compañeros, está completamente enamorado de la danza clásica y lo considera su proyecto de vida. Una hora y media de técnica por mínimo, es la práctica de todos los días en su casa en el barrio Meléndez al sur de la ciudad. Todos ellos y cerca de 250 niños y jóvenes más, estudian ballet y folclor nacional de manera gratuita en Incolballet, la principal institución educativa pública con este énfasis artístico en toda la región.Sus estudiantes de estratos 1, 2 y 3 que sólo pagan el transporte y alimentación, han sido talentos cultivados bajo la dirección de la maestra Gloria Castro, directora de la institución educativa.Dos cisnes en tutúLeandra Rodríguez y Cindy Vanessa Herrera han practicado una y otra vez los giros, la cuarta con cambré y el sigiloso movimiento de las alas de los cisnes, para poder hacer parte del cuerpo de baile que acompañó a Odette durante el II acto del Lago de los Cisnes, que tuvo su estreno en la noche del pasado lunes en el teatro Jorge Isaacs.“Bailar el Lago de los Cisnes es una experiencia durísima, uno siempre dice ¡uy Lago! pero es muy bacano. Hay que sacrificarse, por lo menos yo que soy trigueña, debo evitar ponerme más morena, así que me escondo del sol, uso bloqueador solar, trato de estar cubierta, porque debes ser un cisne”, relata Leandra bailarina de 21 años.Leandra, quien ingresó a Incolballet a los 13 años, tuvo de niña una fuerte formación en gimnasia, pero terminó enamorándose del ballet, porque en este arte tuvo más oportunidades de mostrar sus habilidades.“El ballet es una disciplina que agrupa a todas las demás artes. A veces siento que estoy aburrida o que tengo mucha rabia y me pongo a bailar para que se me pase. El ballet me desahoga”, explica.Generalmente se levanta a las 8:00 a.m. para ir al gimnasio hasta el medio día, hora en la que empiezan los ensayos de ballet, que se extienden hasta las 8:15 p.m. No trasnocha, no le gusta rumbiar. No come arroz, toma mucha agua y evita los chocolates, prefiere comer pollo y platos de ensalada, porque así se siente liviana al momento de bailar. Pero no aguanta hambre, “pues el ballet no se trata de eso. Todos tenemos un organismo diferente y el secreto está en saber comer”Lo que más extraña Cindy es salir con sus amigos. Ella con tan sólo 15 años también logró hacer parte del cuerpo de baile del Lago de los Cisnes, momento para el que se ha preparado constantemente.“Es uno de los montajes más exigentes del ballet clásico. Te implica permanecer quieta mucho tiempo, doblar la muñeca y tener el brazo extendido, para que las sombras reflejen al ave. Hay que mover los brazos en ondas, aletear, hay que ser un cisne”, explica la bailarina de ojos claros.A veces combaten el cansancio con el sabor de un caramelo en todo el día. Sudan, se caen, permanecen en puntas de pie por mucho tiempo. Pero el amor al ballet lo puede todo. A veces están muy cansados y el público sólo los ve flotando.

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