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Encuentro de Salsotecas, Melómanos y Coleccionistas, 20 años de historia

Coleccionistas, el evento más visitado de la Feria de Cali, celebra 20 años de existencia. ¿Cómo nació? Un testigo lo recuerda.

28 de diciembre de 2011 Por: Ossiel Villada / Jefe de Redacción Online de El País

Coleccionistas, el evento más visitado de la Feria de Cali, celebra 20 años de existencia. ¿Cómo nació? Un testigo lo recuerda.

Veinte años después Larry Harlow, legendario pianista de Fania All Stars, aún cuenta el episodio a sus amigos salseros de la vieja guardia. Y quienes tuvimos la suerte de estar allí, llevamos 20 años recordando lo que Larry no olvida.

26 de diciembre de 1991. El ‘Judío Maravilloso’ había dejado atrás los rascacielos grises de una Nueva York congelada, y recién aterrizaba en una Cali que ardía entre las llamas de su Feria.

A él, que en aquellos días ya no llenaba grandes salones de baile como en los años 70, le habían pedido oficiar como jurado del Festival de Orquestas en una ciudad que se autoproclamaba como ‘Capital Mundial de la Salsa’.

Harlow llegó al Hotel Intercontinental con su melena alborotada, su carcajada estridente, sus camisas brillantes y su ‘spanglish’ ininteligible. Pero se le veía maltrecho y triste. Casi como un viejo piano, olvidado y desafinado.

Esa apariencia era el reflejo de un mal de la sangre que se había regado como epidemia por todo el Caribe urbano desde mediados de los 80. En aquellos días la salsa clásica, la salsa brava, la que corría por las venas de Harlow y de miles de melómanos, estaba envenenada.

Mentes inescrupulosas, obsesionadas con el comercio y la ganancia, habían pervertido su corazón guarachero con melodías monótonas y facilistas, transformándola en una criatura tonta e inexpresiva que pasó a la historia con el nombre de ‘Salsa romántica’ o ‘Salsa Monga’.

Por eso, cuando a través de la televisión se enteró de que un grupo de caleños se habían reunido aquel diciembre para escuchar y recordar los discos de Arsenio Rodríguez, Larry Harlow pidió que lo llevaran.

Se lo pidió a Gary Domínguez, un gigantón de barba espesa, corazón de ruiseñor, manos de conguero e imaginación de duende, al que meses atrás se le había ocurrido una idea que con el paso de los años se convertiría en el evento más multitudinario de la Feria de Cali y en un modelo para los salseros de Puerto Rico y Nueva York.

Gary se propuso juntar en un mismo espacio a los dueños de las salsotecas de Cali, para que expusieran a la ciudad lo mejor de sus colecciones de discos. Y su idea fue apoyada de inmediato por otros dos melómanos de corazón, que ponían a andar a la naciente Corfecali: María Eugenia, ‘la negra’ Montoya, y el periodista y escritor Medardo Arias.

Más que un producto del azar, aquella idea simple y poderosa fue, en realidad, fruto de una herencia. 20 años atrás, en 1971, Gary había empezado a descubrir la enorme colección de música antillana de su padre, el futbolista Édgar Mallarino, y había dado los primeros pasos en su larga carrera de ‘Discjockey errante’, con la complicidad de doña Estela, su madre.

Fue así como descubrió que los habitantes de esta ciudad rumbera guardaban en sus casas, desde tiempos inmemoriales, la enorme historia de la salsa en discos de 33 y 78 revoluciones.

Y que cada fin de semana, en una esquina o en un solar, dedicaban largas horas a revivirla, a gozarla, a sentirla, a entenderla, a conservarla, oyendo esos viejos discos. El aprendizaje entre la sala de su casa y decenas de grilles, bares y ‘aguelulos’ le dio a Gary las credenciales para crear un mítico templo de la historia de la salsa en Cali, donde se formaría el oído de por lo menos tres generaciones de melómanos: La Taberna Latina. Fue allí donde los universitarios, docentes, teatreros, los bailarines de ballet y de salsa, los deportistas, los pintores, los intelectuales, los políticos y los que nos volábamos de Santa Librada en los años 80, aprendimos de salsa. Como un consagrado maestro, Gary dictaba cada fin de semana a sus clientes clases magistrales bajo el concepto de ‘audición’, y realizaba cada año el ‘Icfes de la salsa’. Esos dos componentes, las reuniones espontáneas de los salseros de barrio y las audiciones de ‘La Latina’, fueron la semilla del Encuentro de Salsotecas. Y aquella tarde de 1991, cuando descendió del taxi en el que Gary lo transportó hasta el Parque de las Banderas, Larry Harlow no pudo menos que sorprenderse. Allí, en un ‘peladero’ y bajo una improvisada carpa que alojaba dos tornamesas, un centenar de corazones salseros utilizaba su música para alzar un grito de protesta contra la ‘salsa monga’: “Ya los profesores notan que en nuestro ritmo falta vigor... ¡La gente pide para bailar, tumba y bongó!”. Ver a Larry Harlow bajar de un taxi en plena Calle Quinta, sentarse en la hierba a escucharlo hablar espontáneamente de la historia de la salsa, sentir su agradecimiento a Cali, fue el mayor regalo para quienes estuvimos en aquel primer Encuentro de Salsotecas. Años después nos sucederían cosas iguales con Johnny Pacheco, Papo Lucca, Jerry Rivas, Mayito, Palmieri... y tantos otros músicos que, espontáneamente, piden estar en la cita anual de los guardianes de la memoria salsera. Una cita a la que llegamos sólo para decir... “¡Salsa, somos salseros, reconocidos en el mundo entero!”. Consulte aquí toda la programación de la 54 Feria de Cali.

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