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En Siloé existe un pequeño hogar para educar a los niños 'rebeldes' de Cali

Una fundación en Siloé recibe con brazos abiertos a los niños que en otros lugares les cierran las puertas. Se llama Fundación Jesús de Nazareth y se sostiene y sobrevive, básicamente, gracias al milagro cotidiano de una mujer: ‘Mamá Cristo’.

30 de junio de 2016 Por: Por Leidy Tatiana Oliveros | Especial para El País

Una fundación en Siloé recibe con brazos abiertos a los niños que en otros lugares les cierran las puertas. Se llama Fundación Jesús de Nazareth y se sostiene y sobrevive, básicamente, gracias al milagro cotidiano de una mujer: ‘Mamá Cristo’.

Daniel Cardona quiere abrazar a todo el que se le acerca. No se sabe si es afecto lo que desea dar, o en cambio, recibir. Aparentemente es feliz. Tiene 10 años, está en segundo de primaria y su materia favorita es artística.

Daniel es hiperactivo. Su mamá falleció hace dos años. Por eso el niño vive con su abuelo, que es cotero. Su casa queda en Siloé, a pocos metros de la Fundación Educativa Jesús de Nazareth, donde desde hace tres años han sabido reorientar la energía del chico para que no se desvíe.

La institución, sin ánimo de lucro, se dedica a tratar específicamente casos como los de Daniel: niños en condición de pobreza extrema y difícil comportamiento; niños que fueron rechazados o expulsados de otros colegios por su agresiva conducta. 

El 2 de diciembre del 2005 comenzó a funcionar en Siloé, más exactamente en Cañaveralejo parte alta. Primero fueron 80 niños y cuatro profesores. En ese tiempo, a diario, había enfrentamientos entre los chicos. Por la falta de personal para poder controlarlos y por la escasez de recursos, la institución debió reducir los cupos. Pero poco a poco las cargas se han ido equilibrando: hoy son 75 menores los que reciben formación académica y en valores. Las clases van desde el grado de transición, hasta cuarto de primaria.

La entidad nació bajo la dirección de la licenciada en Básica Primaria, Cristobalina Ramírez. Hace más de diez años, el corazón de esta bonaverense se quebraba cuando veía, al salir del centro educativo donde trabajaba, cómo varios de sus alumnos se iban a desperdiciar la energía juvenil en vicios callejeros; bien sea porque no tenían otro chance o bien, porque se les había convertido en costumbre. “Me daba tristeza que todo lo que uno hacía en clase se perdía; entonces comencé a pensar qué hacer para que esa situación no continuara”, recuerda la profe.

“La Fundación me ha enseñado a portarme bien. Lo que más me gusta son las profesoras porque me explican con amor y son muy buenas”, dice hoy Daniel con voz entusiasta.

A la profe Cristobalina, Daniel y  los chicos por los que ella lucha a diario, le dicen ‘Mamá Cristo’. Varios de ellos son hijos de padres con problemas de drogadicción. “Como no hay mucho compromiso de sus familiares, nosotros queremos dedicarles a estos niños todo nuestro trabajo y esfuerzo para romper cadenas y así lograr que ellos tengan historias de vida diferentes. Que no sigan la misma trayectoria de sus padres”, dice la ‘mamᒠde todos esos chicos, catalogados en muchos casos “niños-problema”.

De lunes a viernes, todos ellos están de 7:00 a.m. a 5:00 p.m en la Fundación, donde además de las clases convencionales también practican natación, música, baile y fútbol.

 “Queremos que los niños al terminar su proceso aquí tengan el suficiente conocimiento y los valores para que, aunque sigan viviendo en su entorno, no se dejen contagiar. Que sean niños autónomos, responsables, comprometidos y así logren salir adelante. Además,  que lleguen a  lograr la inclusión social en otras escuelas”, añade la profe. Eso precisamente es con lo que sueña Alexandra, una alumna de 10 años: quiere estudiar veterinaria.

Cristobalina cree que su nombre no es casualidad, ya que las primeras seis letras del mismo le hacen honor a Cristo. Y ella, al igual que él lo hizo, ama, sufre y padece. Y carga una cruz: la Fundación no recibe aportes del Gobierno ni patrocinio alguno. Solo cuenta con donaciones particulares. Y con lo que sale de milagros como alguna chocolatada para recaudar fondos.

‘Mamá Cristo’ vive más al sur, en el barrio El Limonar. En su casa, de tres cuartos, aloja a diez de los niños de la Fundación y a una de las docentes. Su casa, es también entonces la casa de los chicos con lo que eso implica. El calor de hogar, por ejemplo. Entre esos chicos está Daniel. “Nos gusta”, dice él con su pijama puesta, recién bañado y listo para sentarse a cenar.

Entre los sueños de ‘Mamá Cristo’ está el de una casa más grande para poder acoger más niños. Pero mientras eso pasa, sueña cada mes con poder pagar el arriendo. “Ver el cambio de los niños nos motiva y nos hace sentir que vale la pena seguir luchando…”

Para contribuir  a la labor de la fundación se puede donar ropa, alimentos o apadrinar a uno de los niños. Marque al 316 534 67 33

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