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En Cali se construyen casas a la medida de los niños especiales

17 familias con niños en discapacidad ya disponen de una vivienda amiga que les facilita la vida diaria. El Estado dio el subsidio de $11 millones mediante las cajas de compensación. El proyecto es liderado por el Club Rotario Cali San Fernando.

20 de noviembre de 2011 Por: Alda Mera, reportera de El País.

17 familias con niños en discapacidad ya disponen de una vivienda amiga que les facilita la vida diaria. El Estado dio el subsidio de $11 millones mediante las cajas de compensación. El proyecto es liderado por el Club Rotario Cali San Fernando.

Las dificultades que tenían Lenin Rivera y Lorena Valdés para subir y bajar con su pequeña Daniela de un tercer piso en el barrio Marroquín ya no se repetirán.Cargada, dormida en su coche o caminando a su ritmo, no dejaba de ser una incomodidad para esta pareja llegar o salir de casa con su niña afectada por un Síndrome de Down ‘mosaicismo’, donde el retraso mental o discapacidad intelectual es más leve.Lenin y Lorena estrenan casa en un primer piso en la Ciudadela Terranova, ubicada en la vía a Jamundí. Es una vivienda de interés social con senderos peatonales sin barreras (sardineles) y un baño amplio en el primer piso que facilitan la movilidad de la pequeña como la de sus cuidadores.Y le evitan los peligros que puede correr Daniela, que a sus 2 años de edad tiene un desarrollo motriz equivalente a la de un niño de año y medio. La niña camina por la zona peatonal y juega con su hermanita Salomé, de 3 años y medio.Eso sí, bajo la mirada atenta de su madre, mientras el padre pega ladrillo para cerrar el patio posterior. La idea es darle más seguridad a la habitación que la constructora IC Prefabricados S.A. adaptó en el primer piso, en el espacio que correspondería al comedor, y justo frente a un baño diseñado para que se puedan movilizar dos personas, el paciente en silla de ruedas y su cuidador.Los Rivera Valdés resultaron beneficiados de este proyecto social liderado por el Club Rotario Cali San Fernando, que aportó $3.600.000 a cada una de las 17 familias favorecidas. El Estado dio el subsidio de $11 millones mediante las cajas de compensación, y así mejorar su calidad de vida, con el apoyo de la firma constructora.“Estamos contentos, aquí hay tranquilidad, no hay tanta bulla, y las niñas pueden jugar en la zona peatonal”, dice el feliz padre que aprovecha su día de descanso para acondicionar la casa nueva a la cual se trastearon el pasado lunes festivo.Lenin trabaja en Imecol, una empresa que le presta servicios a ingenios azucareros del Valle y del Cauca. Allí él hace mantenimiento a carros cañeros. Mientras el hombre levanta un muro, su esposa pone a Daniela en el corralito de bebé, y echa mano de su experiencia como maestra de educación básica, para hacer su tarea: estimular a la niña en su desarrollo mental.Entre muebles arrumados y cajas aún sin abrir, le enseña un libro infantil ilustrado y le lee: “Ba-na-no”, separando las sílabas. Daniela observa e intenta repetir la palabra que brota de labios de su madre, una joven docente de dos colegios, hasta que nació la niña. De mutuo acuerdo con su esposo, decidió sacrificar sus ingresos y ser la profesora de sus hijas, en especial de la menor que requiere atención especial.Por eso para Lorena es más el aporte económico: pasar de pagar arriendo a la cuota de la casa les facilita invertir en las adecuaciones y terminados de su nueva vivienda para sacarle el máximo provecho, ya que fue pensada justamente para facilitar la vida de quienes tienen la doble misión de ser padres de un niño discapacitado.Hiperglicinemia no cetósica, ese término médico impronunciable, forma parte de la cotidianidad de Ary Alfredo Silva y Luz Marina Gómez. Ese trastorno metabólico no ha permitido un desarrollo integral de su único hijo, Juan Camilo Silva.El niño, hoy de 5 años, tiene la talla, el peso y el desarrollo cognitivo y motriz de un niño de 1 a 2 años. El pequeño debe ser cargado y alimentado con tetero como un bebé. Esta condición de discapacidad le impide trabajar a Luz Marina. Por ello se deben sostener solo con el salario de su esposo, que trabaja con Imecol, la misma empresa de su vecino Lenin Rivera. Por eso, para la familia de Juan Camilo el logro más importante es pasar de pagar $250.000 de arriendo en Candelaria. Ahora, sólo cancelan $190.000 al mes de la cuota de su casa propia.Esa diferencia puede servir para hacer la obra blanca de la vivienda. O para comprar medicamentos o pagar terapias de desarrollo del niño ya que la EPS no aporta los unos ni las otras, salvo si es con tutela.Incluso, acceder a una silla de ruedas, ahora que el baño de la habitación del primer piso tiene el espacio y las medidas mínimas para discapacitados. Son detalles que cambiarán la rutina de los Silva Gómez en su nueva casa de Terranova.Patricia Ramírez es una madre agradecida con Dios y las entidades y personas que hicieron posible disponer de esta vivienda de interés social. Mucho más cómoda que aquella del barrio Talanga en la que pagaron arriendo doce años.Su hija Jacqueline Ramírez, tiene 15 años pero no habla ni camina. Es más, debe ser alimentada por sonda abdominal y usa pañal como un bebé. Así que bañar a esta pacientica de parálisis psicomotora es todo un reto diario para su madre.Pero ahora la cama de la niña queda a sólo 2 metros del baño y la silla de ruedas no debe desafiar obstáculos que abundan en las casas convencionales. Ella pone un asiento plástico en la ducha, lleva a la niña en la silla de ruedas, la cambia de puesto y abre la llave. Más fácil que en Talanga, donde la puerta y el muro que divide la ducha y el sanitario impedían entrar y moverse a la niña y su cuidadora. “Me tocaba bañarla en la cama, era bastante incómodo”, dice su mamá que parece maestra en el arte de la paciencia. “Esta casa es gracias a mi hermana Sonia Esperanza (Ramírez), ella resultó beneficiaria para ayudar a su sobrina; yo no puedo trabajar porque la niña no se la dejo a nadie, soy la única que sé cómo es su cuidado”, dice Patricia ante la mirada perdida de su hija, que se muestra ajena a lo que ocurre a su alrededor. La niña era normal, hasta que a la edad de 7 años, unas fiebres, al parecer de meningitis, la dejaron así.Ella, como otros 16 padres de familia beneficarios del programa, cree que ahora será más fácil atender a Jacqueline porque todo está al alcance de la mano de sus cuidadores. Y sin salvar obstáculos de andenes y muros que hacen más complejo lo que de por sí ya tiene su grado de dificultad: la misión de ser padre o madre de un niño con discapacidad.

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