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En plena era digital, universidades siguen plagadas de fotocopias

Aunque se trata de una práctica que afecta el medio ambiente y camina por el filo de la ilegalidad, en las universidades se siguen imprimiendo miles de copias de libros de texto que, en un 95% de los casos, no se vuelven a leer. ¿Qué hacer?

16 de febrero de 2015 Por: Juliana Londoño Mejía, reportera de El País

Aunque se trata de una práctica que afecta el medio ambiente y camina por el filo de la ilegalidad, en las universidades se siguen imprimiendo miles de copias de libros de texto que, en un 95% de los casos, no se vuelven a leer. ¿Qué hacer?

En Colombia hay más de dos millones de estudiantes matriculados en educación superior, de los cuales la gran mayoría, sin importar carrera, semestre, género o credo, hacen uso de fotocopias como material de estudio, apoyo e investigación. La reproducción de material académico, una acción que está presente en el día a día de los universitarios y que a simple vista parece inocente y sin grandes consecuencias, representa grandes sumas de dinero para el bolsillo de los estudiantes y pérdidas para el sector editorial del país, además de secuelas negativas para el medio ambiente por su producción y sus desechos. Aunque actualmente el número de copias compradas por los estudiantes ha disminuido, según señala Nathalia Gómez Vargas, gerente del Centro Colombiano de Derechos Reprográficos, CDR, es una práctica que se mantiene porque significa menos costos en el diario vivir de un estudiante. Cabe recordar que en Colombia la educación superior es costosa si se compara con los ingresos de la mayoría de la población. El valor de un semestre puede variar entre un millón y quince millones de pesos, algo más de 23 salarios mínimos vigentes, es decir, se necesitan casi dos años de trabajo para pagar un semestre. En promedio un estudiante universitario se gasta a la semana entre $3000 y $8000 en fotocopias, que en la mayoría de los casos son de documentos proporcionados por los docentes, material que se encuentra en espacios asignados dentro de la universidad para hacer las copias.Según explican voceros de la Universidad Libre de Cali, donde se sacan alrededor de 50.000 copias al mes, el número por estudiante es una cifra muy relativa, “pues quienes más solicitan fotocopias son los alumnos de los primeros semestres o los de primer año de Derecho, que a todo le sacan copia. Los de semestres o años más avanzados las usan con menos frecuencia. Generalmente cuando van más adelantados, ellos prefieren comprar los textos o consultar por otros medios”.Por otro lado están los libros que son copiados por completo, que según las estadísticas es un hábito presente en más de la mitad de la población académica. El 60 % de los estudiantes compran entre uno y dos libros al año, una cifra preocupantemente baja para la industria editorial que representa el 3.6 % del PIB del país.Andrés Sánchez, estudiante de maestría, señala que en la segunda semana de clases le solicitaron un libro que en el mercado cuesta $90.000, en fotocopias y anillado solo se gastó $30.000. Los $60.000 restantes seguramente le servirán para comprar los libros que le sean requeridos para los siguientes módulos del semestre. Otra razón a la que aluden los estudiantes para fotocopiar es la escasez de libros en las bibliotecas de las universidades, donde en la mayoría de los casos no hay más de cinco ejemplares, una cifra insuficiente para el número de matriculados en los cursos que varían entre 15 y 30 personas. Además, generalmente solo deben leer algunos capítulos de un texto, y no consideran necesario invertir en el libro completo.Sin embargo, esta práctica tan común como las charlas en las cafeterías entre clase y clase, representa una violación a los derechos de autor. Según explica la Gerente del CDR, solo se puede hacer fotocopia del 15% de un libro que se encuentre en el mercado y del 30 % de un libro que ya no esté a la venta. Cifras que están muy lejos de la realidad.Nathalia Gómez argumenta que la industria de las fotocopias encuentra su nicho en la educación superior, ya que la mayoría de los padres de estudiantes de primaria y bachillerato sí compran los libros originales solicitados por las instituciones. Después de la educación, el sector que más hace uso de las fotocopias es el empresarial, sobre todo el que corresponde a las compañías de salud como los laboratorios clínicos. El papel en el medio ambiente Dentro del universo de las copias hay un tema que no ha sido muy tratado y es el de los efectos que tiene en el medio ambiente la gran cantidad de papel empleado.Según un estudio realizado por el Centro Colombiano de Derechos Reprográficos, el 95 % de los estudiantes archivan las fotocopias luego de usarlas, con un bajo porcentaje de volver a leerlas, lo cual, según las conclusiones de la investigación, esto no sucedería en caso tal de tener el libro.Por lo tanto, la cantidad de hojas fotocopiadas que no tienen un uso muy prolongado se suma al mal uso del papel en oficinas, comercios, hogares, industrias y, en cualquiera de los ámbitos en que es utilizado, lo que genera diversas consecuencias para el ecosistema.Fabricar mil kilos de papel blanco implica un consumo de 100.000 litros de agua. Un oficinista promedio imprime unas 10.000 hojas al año, mientras que un árbol sirve para producir 16 resmas de papel.“Al ser tan altas las cantidades de papel que se emplean a diario, las universidades deberían emprender campañas de recolección del papel que ya no se usa como el de las fotocopias entre su población estudiantil, o por lo menos promover la reutilización de estas, de tal forma se lograría un importante beneficio para el planeta”, aconseja Carolina Zuluaga, ingeniera ambiental de la Universidad Autónoma de Occidente. Entre las recomendaciones de la ingeniera también están el uso de libros electrónicos, las memorias USB que sirven para guardar y distribuir los documentos en formato digital, aprovechar las posibilidades de Intranet, la nube, el correo electrónico y las bibliotecas en línea. La mayoría de las universidades ofrecen una colección de libros en formato electrónico, conformado por los títulos que son encontrados en la colección física de reserva, esto permite beneficios como el acceso gratis a libros desde cualquier lugar y a cualquier hora, incluso desde dispositivos móviles.La Universidad Santiago de Cali, por ejemplo, ha implementado cursos virtuales y oferta de programas 100 % en esta modalidad desde el 2007. La razón responde a la preocupación de la administración universitaria en darles herramientas a sus estudiantes basadas en las TICs, ofreciendo de esta manera el 25 % de la malla curricular, soportada en un campus virtual. Así mismo el correo institucional está soportado por Gmail el cual ofrece una gran variedad de herramientas como documentos compartidos, chats, foros y videoconferencias. Ilegalidad entre las hojas Los centros de fotocopiado están obligados a obtener una licencia de acuerdo a lo estipulado en la Ley 98 de 1993 y el Decreto 1070 de 2008. “Todo el que saque fotocopias y se lucre de esto debe pagar una licencia que los autoriza”.El dinero que se paga por las licencias es entregado como regalías a los autores de las obras. Nathalia Gómez, gerente del CDR explica que “las regalías significan un aporte importante para el país, ya que de esta forma más personas podrían ser independientes y no necesitarían ser empleados”. En cumplimiento de la norma las universidades de Cali “le exigen al contratista del fotocopiado la Licencia de Reproducción Reprográfica y el pago anual de la misma”, según lo explica María Fernanda Jaramillo González, directora de Publicaciones y Comunicaciones de la Universidad Libre. Por otro lado, algunas además tienen políticas que protegen los derechos de autor. Un ejemplo de ello es la Universidad Icesi, la cual prohibe la reproducción de libros editados por la institución o de autoría de alguno de sus docentes, dentro del campus.

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