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En Cali, niñas del ICBF bailan para resistir contra la violencia

Martha Isabel Córdoba, psicóloga, bailarina profesional, montó una obra con niñas del ICBF y mujeres integrantes de la Ruta Pacífica como una forma de resistencia a la violencia contra la mujer. ¿Puede la danza curar las heridas del maltrato?

28 de febrero de 2014 Por: Santiago Cruz Hoyos | Reportero de El País

Martha Isabel Córdoba, psicóloga, bailarina profesional, montó una obra con niñas del ICBF y mujeres integrantes de la Ruta Pacífica como una forma de resistencia a la violencia contra la mujer. ¿Puede la danza curar las heridas del maltrato?

No hay espejo, pero las niñas bailan mirando fijamente a la pared como si lo hubiera. Todas están descalzas. La música viene de un computador portátil conectado a un parlante. Orrí, orrá, San Antonio ya se va; velo qué bonito lo vienen bajando con ramos de flores lo van adorando. Las niñas están bajo protección del Instituto de Bienestar Familiar, la entidad del Estado colombiano que debe garantizar los derechos de los menores. En este Hogar del barrio San Antonio de Cali, María Goretti, viven, estudian. Alguna vez fueron maltratadas por su familia o abandonadas por sus papás, una de ellas aguantó hambre. Pero mientras bailan pareciera que no recuerdan. Se mueven, libres, en un patio atravesado por cuerdas con toallas colgadas, frente a ese espejo imaginario, y sonríen y sudan. Nossa, nossa, assim você me mata; Ai se eu te pego, ai ai se eu te pego... Frente a las niñas, trusa negra, cabello que cae como una ola sobre su frente, está Martha Isabel Córdoba, bailarina profesional, psicóloga, investigadora. Está segura que en esta ciudad, considerada por estadísticas como la sexta más violenta del mundo - en 2013 mataron a 1962 personas- la danza es una manera de resistir, una manera para que las víctimas sanen, para que los victimarios piensen. Cuando Martha Isabel baila, por cierto, es como si ella estuviera hablando, contando una historia que atrapa. Movimientos finos, armónicos, sincronizados. Como si estuvieras frente a un espectáculo único que presencias por primera vez. Un eclipse. En su cuenta de Facebook, Martha Isabel ha escrito que una de las responsabilidades del bailarín es tocar el alma de los otros. ¡Caderas, caderas, caderas!, dice ahora recorriendo el patio de baile y las niñas la siguen con el dorso erguido, el mentón arriba, la mirada al frente y segura.Anacaona oí tú voz, como lloró cuando gimió; anacaona oí la voz, de tu angustiado corazón; Le le le le le le la. Es la tarde de un martes sofocante y Martha Isabel, junto con las niñas de Bienestar Familiar, se preparan para la obra que exhibirán durante todo el año en Cali y ojalá, eso aspiran, en algún país de la Latinoamérica más violenta: ‘Mi cuerpo es mi historia’. El montaje también incluye a integrantes de la Ruta Pacífica, un movimiento feminista que defiende los derechos de las mujeres y busca que el conflicto armado en Colombia se resuelva hablando, negociando. ¿Puede la danza resistir la violencia, curar sus heridas?Anacaona, india de raza cautiva...IIEs miércoles y Martha, que se acaba de quitar unos lentes oscuros, hace memoria. Era 2011, ella estudiaba psicología en la Universidad Javeriana, trabajaba como asistente de investigación en un proyecto académico sobre la violencia contra la mujer en el que se intentaba disminuir los síntomas de estrés postraumático en las niñas de Bienestar Familiar: ansiedad, depresión, dificultad para dormir, dejar de hacer lo que antes les gustaba hacer. En ese año, 2011, Medicina Legal reportó 25 mil casos de violencia sexual en Colombia. La mayoría fueron violaciones contra la mujer. La mayoría contra menores de edad. Ocho de cada diez víctimas de la violencia intrafamiliar, eran, son, mujeres. Martha estudió psicología porque también le gusta la filosofía, entender al otro, saber porqué actúa como actúa. En psicología, dice ella, a eso se le llama empatía. Y se empezó a interesar por las niñas de Bienestar Familiar víctimas de distintos tipos de violencias. En su tiempo libre, también, se preparaba en la academia de baile María Sanfordance. Desde niña baila. No sabe exactamente por qué. Hace poco se enteró que uno de sus abuelos fue bailarín de tango. Quizá sea eso. O también tenga que ver que una tía sea dueña de un hotel en la playa de Ladrilleros, pleno Pacífico colombiano, y Martha se la pasa allá, donde en cada esquina alguien baila a pesar de todo, la violencia, la pobreza, alguien baila para resistir, justificar la vida. O haber nacido en Cali, esta ciudad de salsa. El caso es que fue en María Sanfordance donde se le ocurrió trabajar el baile con las menores de Bienestar Familiar. Había leído que la Danza Movimiento Terapia (DMT) se empezó a difundir en Estados Unidos en los años 40, después de que los bailarines Marian Chace, Trudy Shoop, Lilian Espenak y Mary Whitehouse comprobaran que bailar tiene efectos positivos en personas con trastornos mentales.Doce excombatientes de la guerra en Sierra Leona que recibieron la terapia durante seis meses empezaron a disminuir sus comportamientos agresivos, la depresión, la tendencias al aislamiento. En el Instituto Mexicano del Seguro Social también se puso en práctica la danza terapia y según un reporte con fecha de 2008, el 90% de los mil pacientes registrados con ansiedad o depresión “han adquirido mayor seguridad ante la vida y sus familias”.La terapia se fundamenta en la premisa de que la mente es parte del cuerpo, el movimiento refleja como un espejo estados emocionales de los que poco se quiere hablar. Trabajar los movimientos durante un periodo de tiempo considerable, meses, puede generar cambios psicológicos, expulsar rabias, resentimientos, estrechar el vínculo con el cuerpo, sentirse más a gusto con él, no importa lo que haya sucedido en el pasado. Bailar para sanar es en realidad ancestral. Algunos bailes indígenas tienen el propósito de curar enfermedades, comunicarse con sus dioses. Martha, apoyada por Aura Elisa Valencia, también psicóloga, especialista en terapias creativas, decidió entonces fusionar la psicología y la danza como un tratamiento para intentar sanar a las niñas de Bienestar Familiar. En el proceso se encontró con las mujeres que hacen parte de la Ruta Pacífica, señoras que han padecido maltratos, algunas son víctimas del conflicto armado, y decidió incluirlas, trabajar con ellas. A su proyecto Martha lo llamó ‘Mi cuerpo es mi historia’. Una terapia para mujeres que han experimentado algún tipo de violencia. Los ejercicios consistían en traducir esas historias personales en movimientos, danza. Uno de los dolores más comunes de las mujeres que participaron era tener un familiar en la cárcel. En vez de decirlo, bailaban con las manos juntas, como atadas. En el proceso surgió la idea de presentarse en público, hacer una obra en la que las mujeres – apoyadas con bailarines profesionales de María Sanfordance - contaban su historia. En una sociedad donde la mujer calla, se traga lo que le pasa, cierra la puerta, contar lo que les ha sucedido en un teatro es un logro, intentar cambiar algo en una ciudad en la que cada año se registran en promedio 105 mujeres asesinadas, la mayoría por sus parejas, una ciudad en la que en 2013 se contabilizaron nueve mujeres víctimas de ataques con ácido por el hecho de ejercer su derecho a ser libres, decir “no más” en una relación. En la obra nadie habla, nadie cuenta con palabras lo que le sucedió. No es necesario. Martha tampoco les preguntó por su pasado. Los movimientos corporales equivalen a las palabras. La historia de cada mujer se cuenta bailando. El cuerpo es la historia. La obra se presentó por primera vez en el teatro Jorge Isaacs de Cali el 8 de diciembre de 2013, un domingo solitario y lluvioso, cuando la ciudad apenas despertaba del Día de las Velitas. En el teatro, sin embargo, había unos 100 espectadores y algunos salieron conmovidos, pensando en sus propias vidas, lo que pasa dentro de sus hogares. IIIEs viernes, las mujeres de la Ruta Pacífica, reunidas en una sala de la Academia María Sanfordance, ven por primera vez el video de la obra. Algunas tienen la boca abierta y la mano derecha sobre su boca, asombradas. El montaje duró 43 minutos y a ellas en el escenario se les hizo tan corto, apenas 20 minutos si acaso. Nidia Cristina es una de ellas. - Cuando conocí el proyecto de Martha, estaba en un periodo de soledad, de abandono, de violencia. Todo lo que minimice a la mujer como el desamor, como la indiferencia, es violencia. Y yo estaba en esa situación, en la etapa de separación de mi pareja. Entonces me cogí del proyecto como una tabla de salvación para sanar todo ese dolor. Yo no puedo describir con palabras el significado de la danza para mí. Pero fue hermoso. Antes tenía un dolor horrible. Y después de uno, dos meses de bailar, sí, tenía un peso encima, pero ya no sentía esa soledad tan angustiante. Sentía sosiego. Para mí eso fue lindo. Nidia no puede continuar. Se quiebra, llora. Silencio. Martha interviene. Dice que aunque el proyecto ya no cuenta con los apoyos del inicio - Colciencias y el Ministerio de Cultura le dieron recursos- ella se niega a abandonarlo. Aplicará a la Convocatoria Estímulos 2014 para poder mostrar la obra no solo en esta ciudad donde la problemática de la violencia de la mujer está tan invisibilizada, dice, sino en otros países. Se niega a buscar un trabajo de ocho horas y dejar morir ‘Mi cuerpo es mi historia’. En Cali, la sexta ciudad más violenta del mundo, insiste, deben seguir bailando para resistir la violencia, volverse a levantar. Nidia se ha vuelto a levantar. “Hay muchas situaciones que pasan dentro de los hogares y llega un momento en que se cree que eso es natural. Un golpe, un grito del esposo, del hijo, del hermano. Cuando uno recibe un desprecio, una mirada desafiante, duele mucho. Pero llegar a este proyecto y poder convertir toda esa violencia recibida en danza, es magnífico. Un descanso. ¿Qué quiero hacer? ¿Gritar? Entonces uno grita y grita y grita y cuando convierte ese grito en danza, ya no duele, ya no duele”.

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