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El vallecaucano Óscar Murillo, gran protagonista de la Feria Internacional de Arte Arco

El artista, nacido en La Paila, Valle, y cuyas obras son cotizadísimas en el mercado del arte, intentó escapar a esta entrevista y no pudo.

1 de marzo de 2015 Por: Patricia Medrano - corresponsal en Madrid

El artista, nacido en La Paila, Valle, y cuyas obras son cotizadísimas en el mercado del arte, intentó escapar a esta entrevista y no pudo.

Tiene 29 años, el pelo a ras, muchas pecas en su rostro y un lunar que brota como una lágrima de su ojo derecho. Óscar Murillo podría ser un hombre corriente, un migrante colombiano en Londres que trabajó limpiando oficinas, un salón de yoga y una galería.Pero no es un tipo corriente, aunque luzca como tal. Es uno de los nombres clave del arte mundial actual y es oriundo de La Paila, Valle. Algunos lo consideran un “fenómeno”. Para la muestra, el actor Leonardo Di Caprio pagó por una obra suya, titulada ‘Untitled (Drawing off the Wall)’, la nada despreciable suma de USD$401.000 A Óscar Murillo lo invitaron a ser uno de los protagonistas de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco en Madrid que terminó ayer y donde Colombia fue el país invitado. Desde que pisó la capital española el lunes pasado, generó gran expectativa. La gente no quiere perderse ‘De marcha ¿una rumba? No, sólo un desfile con ética y estética’, que Murillo llevó de la mano de la galería londinense David Zwirner, una de las más importantes del mundo. El País entrevistó en Madrid a este artista, esquivo con la prensa, que incluso saltó por una ventana y escapó cuando otros periodistas intentaron abordarlo. ¿Siente que aún es un chico de La Paila? No sé si tanto… pero sí… Me siento de todas partes. Mi entorno ha sido Londres, una ciudad muy cosmopolita, donde tengo pocos amigos ingleses. ¿Cómo surgió ‘De marcha ¿una rumba? No, sólo un desfile con ética y estética’? Me invitó la embajada colombiana. Con España no tengo nada que ver, pero estamos aquí y hablando con gente sobre el proyecto me gustó mucho la idea de jugar con estas dos palabras: marcha y rumba. Al final es sólo un desfile con ética y estética. En la instalación se escucha a su padre narrar la petición de asilo que hizo, hay una foto de su familia y fotografías intervenidas. ¿Es una obra biográfica? Sí, arranca desde ese punto, pero tiene referencias universales.¿Colombia está presente en sus obras?Colombia es muy diversa. Es muy difícil que esté en mis obras… Pero veo a La Paila ahí en esos lienzos…Eso es algo micro, no es Colombia, pero de todas maneras fue el lugar que conocí hasta los diez años, se te queda grabado, pero puede ser también un pueblo de Afganistán, no importa. La presencia femenina es enorme en la instalación…Vivo en un punto de Londres con mucha diversidad, Dunston. Hay un sancocho de gente… africanos, musulmanes, de clase laborista. Me llama la atención las tiendas de productos de belleza afro. Muchos de los maniquíes representan la figura europea y en las etiquetas son puras morenas. Quise apropiar esa idea. ¿Cuándo supo que tenía talento?Lo descubrí en Colombia, era un deseo por lo material. Yo jugaba entre construcciones cerca de mi casa, había postes, tierra y yo sentía una afinidad con el material local. ¿Y en qué punto de su búsqueda está?No sé, estoy en un camino. Si me muero mañana se acabó. Este proyecto de Madrid es uno de los más importantes. En los últimos dos años he podido combinar ideas en un solo recinto con temáticas relevantes y que van más allá de lo que es mostrar una pintura en una galería.¿Cambió su manera vivir y sentir el arte cuando sus obras empezaron a venderse a precios exorbitantes?No, no. No cambio nada, yo seguí trabajando en el mismo estudio, en el mismo taller. Eso es algo externo que no tiene nada qué ver conmigo. Si pensara en esas cosas ya estaría loco. Es una locura, yo de esa plata no tengo nada. Pero lo ayuda a cotizarse…Pero no siempre por las razones buenas, sino por un tono de sensacionalismo que no me interesa, yo sólo quiero hacer mi trabajo, trabajar en mi estudio. ¿Y por qué le gustaría que fuera reconocida su obra?Por su… no sé, estoy apenas en ese camino. ¿Se siente un artista con los pies bien puestos en la tierra? Yo creo que sí, lo que pasa es que uno tiene que protegerse de situaciones... No es que tenga miedo. Es tener cautela con cualquier cosa.¿En su caso, qué es lo que lo hace ser artista, qué lo impulsa a crear? Solo tener una inquietud, rechazar la normalidad… ¿Por qué?No sé. ¿Le molesta la normalidad? No me tiene que molestar nada, solo rechazarla. A usted le incomodan, las fotos, las cámaras, los periodistas, ¿Se siente un artista atormentado? No.¿Cree que existe un arte contemporáneo colombiano?Apenas lo estoy conociendo. Yo vivo en Londres y Colombia está en otro mundo. Yo no soy un artista colombiano, no tengo nada qué ver con el arte colombiano, estudié en Londres y Nueva York, soy colombiano, pero ya… Mi única referencia son los diez años que viví ahí y cada vez que vuelvo a visitar. Tengo, además, mucha afinidad con la comunidad de migrantes colombianos en Londres. Y esta instalación tan grande, ¿cómo la van a vender? Si la quiere comprar hable con él.Me acerco entonces a Rodolphe, de la galería David Zwirner, de Londres, que representa al artista. “Todavía no tiene precio, no lo tenemos claro. Además, las cosas que hace Óscar nunca están totalmente acabadas”. Habrá que esperar.

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