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El rejoneador Andy Cartagena rescató el barco en la primera corrida

El rejoneador se llevó anoche el único trofeo de la primera corrida de abono en Cañaveralejo. El público se entusiasmó con el español. Mala noche para los dos colombianos.

27 de diciembre de 2010 Por: Víctor Diusabá Rojas Especial para El País

El rejoneador se llevó anoche el único trofeo de la primera corrida de abono en Cañaveralejo. El público se entusiasmó con el español. Mala noche para los dos colombianos.

Ante la desigualdad y la incertidumbre, Andy Cartagena supo encontrar el antídoto: la paciencia y el trabajo. Con ellos rescató la primera corrida de abono de la Feria de Cali, en la que los toros de El Paraíso no pudieron, en la mayoría de los casos, salir de los terrenos de la mansedumbre, aunque, por momentos, también faltaron manos que les ayudasen a escapar de allí.El caballero en plaza hizo todo bien. En especial, en ese primero, tercero de la jornada, en el que se llevó la única oreja de la noche, luego de explorar en la genética de un ejemplar que quiso quedarse a vivir en los medios, pero que terminó por romper, gracias a los ofrecimientos, en terrenos complicados, de la cuadra de Andy.Y debieron ser dos los trofeos, pero el público se enfrió muy pronto. Porque el temple y la doma para escanciar lo que tenía en frente justificaron su presencia en la feria y las ilusiones de quienes terminaron por corear su nombre.En el sexto hizo todo lo posible, con un toro de menores condiciones. Un par de banderillas a dos manos puso el momento de mayor emoción de la corrida. Igual, la tarea se hizo con limpieza, por encima del lucimiento. Sin embargo, los yerros con el rejón de muerte impidieron una mayor cosecha para el rejoneador. Palmas y un lugar en el corazón de esta afición.En cambio, los dos toreros nacionales no tuvieron una buena noche. A Guerrita Chico le salió en el de abrir un toro que, por momentos, subió como espuma, pero pronto bajó en efervescencia. Quizás si lo hubiera mantenido arriba en esos instantes en que bajó la mano y el toro atendió con presteza la muleta de la que salieron tres naturales templados, otro hubiera podido ser el cantar. Esa irregularidad de parte y parte echó por la borda lo que apuntó al éxito en relumbrones. Y luego, una espada sin norte se encargó de alargar la agonía. Dos avisos y silencio.El cuarto encontró en su capa clara el asombro de los tendidos, pero no supo responder a él, o al menos no logró que le ayudaran a dar con el camino. No siempre las cosas vienen hechas a la medida y en oportunidades hay que encontrarles la horma. Y si bien el toro recortaba el viaje por el pitón derecho, hubo una nube de desconfianza que apagó la vela que Guerrita traía para encender en Cañaveralejo. Silencio.Cristóbal Pardo tuvo uno de malas ideas en el segundo de la corrida y debió guarecerse tras los mayores cuidados. Y no sólo él. Por momentos, el ejemplar sembró el caos y sacó rostros de preocupación en las cuadrillas. Por fortuna, pudo deshacerse de él.Tampoco cambiaron las cosas en el quinto, en el que no hubo empatía entre los protagonistas de una faena anodina. Todo se hizo asunto de trámite y no hubo nada para rescatar. Ni siquiera la voluntad. Silencio.

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