El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Cali

Artículo

El proyecto alemán que cambia vidas en Terrón Colorado

Juan David Jurado y Alexis Laguna, dos jóvenes de Terrón Colorado, que están de intercambio en Alemania, gracias a la labor de los europeos en la Corporación para la Educación Popular Liceo la Amistad.

30 de noviembre de 2014 Por: Margarita Rosa Silva | Reportera de El País

Juan David Jurado y Alexis Laguna, dos jóvenes de Terrón Colorado, que están de intercambio en Alemania, gracias a la labor de los europeos en la Corporación para la Educación Popular Liceo la Amistad.

Con los $336.000 que se gana cada mes, siendo madre soltera y con tres hijos, a Adriana Castillo nunca se le pasó por la cabeza que algún día vería a su hijo Juan David en Europa.La expresión en su cara es agridulce, como la de quien acaba de recibir una noticia buena y una mala. Admite que ha sido duro separarse de su hijo. Nunca habían pasado tanto tiempo distanciados. Pero al mismo tiempo piensa que es una oportunidad única que no se le presenta a cualquiera, menos si vive en el barrio Terrón Colorado.Ese, su barrio, se encuentra en zona de ladera. Allí viven más de 70.000 habitantes, todos de estratos 1 y 2. Para tomar el sistema de transporte MÍO se deben caminar como mínimo 20 minutos, o tomar un jeep. Por eso Terrón es como otra ciudad dentro de la ciudad. Y allá en esa ciudad creció Juan David Jurado. En una casa sin nomenclatura, que en realidad es un solo cuarto con una cama doble, un camarote, un armario de madera color miel lleno de ropa, y objetos regados por todo el lugar, como quien revuelca la casa buscando algo. Una puerta lleva a un patio, donde hay una pequeña cocina. “Sí, aquí creció mi muchacho”. Frente a su computador y a través de Skype, Juan David recuerda los primeros días en Ellerdorf, Alemania la ciudad en la que vive desde hace casi cuatro meses. No pierde el contacto con Alexis Laguna, que está una hora más al Sur.Ambos estudiaron en la Corporación para la Educación Popular Liceo la Amistad, allá en ese barrio Terrón Colorado, donde los chicos estudian apadrinados: la educación de cada uno, que por año cuesta $1.197.000, es financiada por aportantes voluntarios.Fue allí en ese colegio de paredes escalonadas que toman la forma oblicua de la montaña, donde Juan David y Alexis aprendieron alemán, donde les ayudaron con los trámites y los recursos, y donde lograron que viajaran a ese país a hacer un intercambio de un año, prestando servicio social. En ese lugar, Juan David creció siendo el chico diez. El de mejores notas, el líder del grupo, el del mejor Icfes. El alumno que cualquier docente quiere tener. Uno de esos que se instruyen de forma autodidacta, casi milagrosa. Incluso aprendió inglés por sus propios medios. Se graduó con honores.Eso no le bastó para lograr un cupo en Univalle. Se presentó tres veces, ninguna fue aceptado. Sin recursos para pagar una universidad privada, entró a un instituto técnico a hacer un semestre de Ingeniería Industrial. “Pero ahí trabajan es por la plata, es poco lo que se aprende”, recuerda. Aburrido, desertó y por algún tiempo estuvo ‘varado’, dedicado a la lectura.Alexis era otro caso. Ambos fueron amigos, muy amigos. Pero su camino se dividió en noveno grado, cuando Alexis perdió el año. En ese entonces ambos hacían travesuras. Después de eso, Juan se alejó de sus amigos “los revoltosos”.Pero Alexis tomó la dirección opuesta. Sus compañeros lo recuerdan como el que se paraba en medio de la clase, el que, en un momento de silencio del profesor, gritaba y todos estallaban en risas. El que quería tirar al suelo un panal de abejas con una piedra. Faltando poco para graduarse, un día lanzó una gran roca desde el colegio, que cayó en el techo de una casa vecina, provocando un grave daño. Eso le costó recibir el diploma por ventanilla.Para ambos, todo cambió cuando les ofrecieron entrar a un curso gratuito de alemán, allí, en su mismo colegio, que terminó por unir sus caminos de nuevo. ***Mientras busca entre sus correos electrónicos, Alejandra Daza se emociona cuando habla de sus consentidos. Es la directora del Liceo La amistad, y confiesa que el cariño que tiene por estos dos chicos es tal, que en su tiempo libre se ha descubierto pensando en ellos. “Es que Alexis, por ejemplo, era un caso perdido. Nadie daba un peso por él”. Habla en el contexto de un barrio donde muchos jóvenes se pierden en la droga, o ingresan a bandas criminales. Muchos incluso acaban muertos. Porque en Terrón, la violencia deja una víctima cada semana: hasta esta, la número 48 del año, han asesinado a 47 personas. Entonces Alejandra siente que está aportando su grano de arena para cambiar la suerte de los muchachos de Terrón. Por eso mira una y otra vez sus correos, con decenas de cartas que Alexis le escribe desde Alemania, dándole las gracias. “Ahora parece otra persona”. Con el curso, dictado por Hannah, una chica alemana que vino a Terrón a hacer su servicio social exigido por el Gobierno, surgió la opción de un intercambio con la ONG World Horizon. Para aplicar, se debe cumplir con varios requisitos, entre ellos, tener 18 años y pasar el examen de alemán. Este último fue el reto, cuenta Juan: tenían que devorar dos libros, cada uno del grueso de dos dedos, en menos de un mes.Hannah entonces se convirtió en la tutora de estos jóvenes. “Gracias al empuje de esa muchacha están allá”, asegura Adriana. Pero con Hannah los ‘pelados’ no sólo aprendieron alemán, también supieron lo que es la disciplina teutona: les ponía tareas dos veces al día y los dejaba afuera de clase si llegaban dos minutos tarde. Fueron meses de trasnocho y calentado de desayuno en la madrugada, para salir a clase durante todo el día.Cuando llegó la hora del examen, fue que sus caminos realmente se reencontraron: sacaron el mismo puntaje, 81 sobre 100, cuando solo necesitaban 45 para pasar. Los chicos de Terrón lo habían logrado.Luego vinieron los demás trámites, la visa y la consecución del dinero. Tuvieron todo tipo de líos: la visa se les demoró casi tres meses en llegar. A Juan estuvieron a punto de negársela. Para cada trámite debían juntar plata, y a veces, cuando no había para el bus, debían caminar desde el centro hasta su casa. “Pero no nos íbamos a echar para atrás estando tan cerca”, cuenta Juan.La plata para irse, en cambio, llegó de donde menos esperaban. “Juan se llevó un millón que recolectó de toda la gente de por aquí, amigos, familiares, vecinos. Él quedó preocupado, decía que eso era tres veces lo que yo me gano. Pero no importa, yo lo único que quiero en la vida es verlo brillar”, dice Adriana. Y aunque no tenían ni dónde empacar su equipaje, al final tuvieron siete maletas de sobra que les prestó la gente. ***Angie Valentina, de 15 años recién cumplidos, está contenta con las clases de alemán que recibe en el Liceo La Amistad. Aún ve lejana la posibilidad del intercambio, por aquello de la edad, pero tiene claro que en sus planes está viajar, así sea por sus propios medios.Ella es alumna de Christoph y de Sophie, dos de los cuatro alemanes que ahora están en el Liceo haciendo lo mismo que hizo Hannah durante un año: enseñando alemán, consiguiéndoles casa a los chicos en su país natal, gestionando recursos para el viaje, cumpliéndoles el sueño de volar a al menos diez jóvenes que el próximo año se acogerán al programa de World Horizon, como este año hicieron Alexis y Juan.Angie admira la capacidad que tienen los alemanes para organizar todo milimétricamente, ajustar cronogramas, cumplir normas.Es curioso que para ellos lo más agradable de Colombia ha sido precisamente lo contrario: el caos. “Aquí todos tienen soluciones inteligentes para los problemas diarios. Como los jeeps que sirven de transporte. ¡Me parecen maravillosos! Ojalá en Alemania tuviéramos algo así”, dice Chris.Además de ellos, están también Asena y Lydia, todos tienen menos de 20 años. Ellos apenas comienzan a entender este mundo. A comprender que ahí, en Terrón Colorado, para pasar de un barrio a otro hay que pedir permiso. Que a los profesores los atracan a veces en la puerta de la escuela. Que los chicos ven con frecuencia asesinatos en la calle donde viven. En Cali, en barrios como este, los muchachos abandonan el estudio todos los días. Se estima que en la ciudad, unos 6000 renuncian a su cupo en el colegio cada año.A pesar de todo esto, los alemanes se sienten seguros. “Para mí venir a Colombia significaba un reto: venir a buscar lo bueno, entre todo lo malo que se habla de aquí. Ahora ya me cuesta encontrar lo malo”, dice Asena.Por eso, cuenta Lydia, lo que quieren es brindarles a los jóvenes de Terrón la oportunidad que ellos tuvieron de ir a otro país del mundo, con todo pago. Y que además de un nuevo idioma, aprendan que hay una forma distinta de vivir.Para algunos, como Camila, de 16 años, es increíble pensar que una chica como Lydia, con solo dos años más que ella, ya tenga “tanto mundo. Es autónoma. Tiene sus cosas. Quiero eso”. La buena noticia, dice, es que si Juan David y Alexis pudieron, ¿por qué ella no?***Los dos chicos de Terrón que cruzaron el océano, viven hoy en sus casas adoptivas, con familias alemanas, hasta agosto del próximo año. Alexis hace trabajo social con adultos. Ya dejó atrás los días en que le apuntaba al panal de abejas para tumbarlo, ahora sabe en qué momento está bien pensar en eso y cuándo no. Su único objetivo en la vida, dice, ya lo cumplió: era que su mamá algún día estuviera orgullosa de él.Juan David trabaja en un centro infantil para niños de menos de 5 años. Ahora comprende la pasión de Adriana, su madre, que trabaja con hogares comunitarios, cuando se trasnocha haciendo material didáctico. Incluso ya está estructurando un proyecto social para los jóvenes de Terrón, para ponerlo en práctica al volver.Adriana, por su parte, confiesa que a veces se traga el nudo de la garganta para mostrarse fuerte frente a él. Menos mal, cuenta, tiene Skype para llamarlo. “En esta casa puede faltar para una libra de azúcar, pero no para el Internet, para saber de mi muchacho”.No importa que viva en una casa sin nomenclatura, y que deba atender las visitas en la sala de su vecina. Lo importante, dice, es que “en esta casa carecemos de todo, pero nunca de amor”. Para unirse al proyecto cualquier persona o entidad puede donar o apadrinar a un niño. Más información llamando al 8941755 o visitando el Colegio (Avenida 4 Oeste #15 - 95).

AHORA EN Cali