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El médico caleño que llegó a la universidad de Pittsburgh, EE. UU.

Gracias a una beca de la U. de Pittsburgh, Francisco Javier Bonilla será el segundo médico del país experto en investigación clínica y ciencia traslacional.

1 de noviembre de 2015 Por: Diana Carolina Chávez Vanegas* / Especial para El País

Gracias a una beca de la U. de Pittsburgh, Francisco Javier Bonilla será el segundo médico del país experto en investigación clínica y ciencia traslacional.

En Colombia existe solo un médico doctorado en investigación clínica y ciencia traslacional. Pero pronto, un caleño egresado de la facultad de medicina de la Universidad del Valle se convertirá en el segundo en lograrlo: Francisco Javier Bonilla Escobar.

Con un magíster en epidemiología, este joven quiso seguir alimentando su pasión por la investigación. Y en ese camino, a sus 29 años, logró una beca en la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, para seguir estudios de doctorado en un área muy especializada: la investigación clínica y la ciencia traslacional.

Esta busca, en palabras sencillas, estrechar puentes entre la investigación en ciencias básicas (anatomía, fisiología e inmunología) con ciencias clínicas  como medicina interna, pediatría, ginecología y obstetricia y cirugía general.

Es que, desde niño, Francisco Javier mostró siempre un gran gusto por el estudio. En su casa, pues, no se veía la escena típica de la madre persiguiendo a los hijos para que hicieran sus tareas. “Ella no tenía necesidad de pedirme que las hiciera; y cuando preguntaba, yo ya las había hecho y alistado las cosas para el día siguiente; me gustaba siempre estar muy atento a los detalles de las clases, podía irme a un tema de mi interés en medio de mis  clases, para satisfacerme en conocimiento o para desarrollar un nuevo proyecto de investigación”.

Francisco inició el bachillerato en el Colegio Claret, donde estuvo hasta octavo grado, para luego culminar sus estudios secundarios en el Colegio Santa Librada. Fue precisamente ese cambio repentino, el verse inmerso entre poblaciones y contextos diferentes, lo que ayudó a Francisco a formarse como persona y entender la realidad de la ciudad en la que crecía.

Cuenta que durante su vida escolar, se interesaba más por investigar de manera independiente sobre temas que le resultaban atractivos que  por seguir el ritmo de las clases. Así, mientras sus compañeros estudiaban geografía, él era feliz leyendo sobre historia universal. O, en plena clase de español, mientras al frente su profesor hablaba de ortografía, él se encontraba envuelto por la belleza de la literatura latinoamericana. 

Claro, las ciencias naturales pronto se convirtieron en su asignatura preferida. De ese gusto fue que un día nació el deseo de tener un futuro dentro de la medicina.

Francisco dice que, sin embargo, nunca ha seguido metodologías de estudio. Considera que esto limita el conocimiento a lo que el profesor dice y sabe. “Y frena la libertad de los estudiantes de profundizar en temas de su interés”. 

A pesar de su amor por el estudio, las notas altas no fueron una obsesión. “Fue  lo que menos me interesó en el colegio, en el pregrado o incluso en la maestría; sabía que debía obtenerlas y a veces ceñirme a los métodos sugeridos por el profesor o mis compañeros, pero nunca fueron una preocupación”.

Convertirse en investigador

A la par de sus estudios en medicina en la Univalle, Frnacisco descubrió otras opciones en el ambiente académico. Y es justo en ese momento cuando la investigación toca a su puerta. “Creo que descubrí tardíamente la investigación. Y digo tardíamente porque en el colegio no se inculcan valores para la investigación; no hay oportunidades de conexiones entre  universidades y colegios para promoverla  en los jóvenes”. 

Para él  resultó  fantástico “escuchar como aquí, en Estados Unidos, hay gente que está saliendo del colegio, pero ya está trabajando en proyectos de investigación con profesionales en universidades y hospitales”.

Durante los  siete años que le tomó estudiar su carrera logró hacer parte de la Asociación Científica de Estudiantes de Medicina de la Universidad del Valle, Acemval, donde aprendió sobre procesos de investigación. 

Luego llegaría  otra oportunidad: ser el presidente de la Junta Directiva de la Asociación de Sociedades Científicas de Estudiantes de Medicina (Ascemcol).

 Gracias a la labor de Francisco en este espacio estudiantes de medicina de Colombia volvieron participar en el Congreso Científico Internacional de la Federación Latinoamericana de Sociedades Científicas de Estudiantes de Medicina que se realiza anualmente. 

El último se celebró en Panamá a finales de septiembre. Es una plataforma para que jóvenes investigadores tengan su primera experiencia internacional en un evento científico.

Pero no todo fue color de rosa pues Francisco seguía siendo un estudiante obligado a sacar adelante una carrera y obtener buenas notas. Y, al tiempo,  desempeñar también múltiples roles: hacer investigación, publicar, asumir  responsabilidades en la clínica donde hacía su práctica y atender las necesidades de sus grupos de trabajo. 

“Mucha gente me preguntaba ‘¿cómo haces para hacer tantas cosas al tiempo?’. La verdad es que trasnochaba estudiando, revisando correos, pasaba los fines de semana examinando historias clínicas, reuniéndome con quienes hacía proyectos y escribiendo sobre la marcha… Así logré graduarme con un par de publicaciones, varios proyectos y ganas de seguir aprendiendo”.

El proceso de aplicación para el doctorado lo inició cuando aún no terminaba su maestría en epidemiología en la Universidad del Valle, y mientras se desempeñaba como investigador del Instituto Cisalva, donde desarrolló proyectos de investigación en seguridad vial, salud mental y prevención de lesiones y violencia.

Tras una amplia indagación por diferentes universidades de  Estados Unidos, encuentra el programa que le gusta. Y con ello la sorpresa de que en seis instituciones de 16 visitadas, solo había lugar para cinco estudiantes extranjeros. Cada una le ofrecía pros y contras en cuanto a costos, sostenimiento y calidad académica. 

Debió pagar por inscripciones y tiquetes aéreos para conocer las universidades y presentarse en persona ante quien se convirtió en su  mentor, Juan Carlos Puyana, un colombiano radicado en EE.UU. y director de Salud Global del Departamento de Cirugía de la Escuela de Medicina en la Universidad de Pittsburgh.

Una vez fue aceptado en el doctorado, el Departamento Administrativo de Ciencias, Tecnología e Innovación, Colciencias, lo favorece con una beca.

Pero los recursos destinados para este tipo de ayudas no fueron suficientes para sufragar el costo de estudiar un programa como este por casi cuatro años. Francisco entonces se vio obligado a recurrir, con la colaboración de su mentor,  al Decano de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, quien le concedió una beca por US$40.000 al año para su matrícula. “Es muy difícil pensar que solo por plata podía quedarme sin el doctorado, pero supongo que se recogen los frutos de lo que se siembra y finalmente estoy aquí, estudiando, y aprendiendo todo lo que puedo para poder retribuirlo a Colombia a mi regreso”.

Para Francisco la experiencia de vivir y estudiar en otro país ha sido difícil pero gratificante. “Fui el único estudiante de doctorado aceptado este año en la Universidad; las personas con un título así son menos del 1 % de la población, por lo que tengo mucho que agradecer y retribuir”.

En sus tiempos libres Francisco aprovecha para dedicarle tiempo a la guitarra, pues le encanta la música, al punto de que muchas de sus actividades diarias como estudiar, leer o hacer ejercicio las acompaña de armoniosas melodías.

A futuro este joven espera terminar con éxito su doctorado, empezar proyectos de investigación liderados por él mismo, desde los Estados Unidos, y posteriormente hacer una especialización clínica en oftalmología, área desde donde quiere trabajar y aportarle a la sociedad.

Como consejo para todos aquellos jóvenes que sueñan con llegar lejos, Francisco los invita a que se convenzan de que Colombia necesita más personas interesadas en ayudar a que la sociedad avance, que hagan investigación, que propongan alternativas y, sobe todo, gente innovadora. “Es importante tener en cuenta aspectos como la disciplina, el respeto y la lealtad por los compañeros, por quienes te brindan la mano en el camino de la formación y por los mentores. Son sentimientos que se deben forjar”, dice.

*Integrante del Semillero UAO-El País.

 

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