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El kilómetro 18, una rumba hecha caos a toda carrera

El fin de semana, la droga y el desorden gobiernan el sector. Radiografía de un problema que no tiene fin.

31 de agosto de 2014 Por: Redacción de El País

El fin de semana, la droga y el desorden gobiernan el sector. Radiografía de un problema que no tiene fin.

La escena se repite una y otra vez cada domingo: 3000 personas agrupadas en ‘parches’ a los dos costados de la vía, motos y carros agolpados en el borde de la carretera, pacientes atascados en ambulancias, hombres y mujeres en moto fumando marihuana y parejas sosteniendo relaciones sexuales con la complicidad de la oscuridad y la neblina en una tierra de nadie, el kilómetro 18. A la cita acuden ‘pelaos’ (adolescentes entre los 14 y 17 años) en bicicletas de colores fluorescentes y vestidos con gorra de visera plana de medio lado, escondiendo su rostro, como si estuvieran haciéndole un guiño a la clandestinidad. Las mujeres visten shorts, botas y camisetas cortas, pese al frío que arropa sus cuerpos. En la mano llevan cigarrillos de marihuana o hierba en pipas de forma cilíndrica para evitar el ‘pisquero’, como le dicen ellos a quedar impregnados por el humo del alucinógeno.En un recorrido realizado por El País, se pudo comprobar que pese a que la Policía Metropolitana de Cali, el Tránsito Municipal y la Policía de Carreteras tratan de ponerle orden a la situación, el turístico sector se ha convertido en una zona donde el caos va más allá del trancón. El actuar del ‘combo’ en sus motosSubir al ‘ocho’, como se le conoce al kilómetro 18 de manera coloquial, es una cita obligada para los cientos de jóvenes que acogieron esta zona como su punto de encuentro. En el calendario ya están marcados los 52 domingos del año en los que religiosamente suben sobre motocicletas (de modelos como la RX115, RX100, DT, Kawasaki y Biwis).Las dos estaciones de gasolina que están en la Portada al Mar son el sitio de reunión. ‘Combos’ de diez o quince motos esperan para subir, a un lado de la vía nacional, en el barrio Terrón Colorado.La Policía hace presencia con algunos patrulleros, justo cuando los ‘parches’ inician el ascenso a la cima. Las autoridades han evidenciado que las acompañantes (quienes van de parilleras en las motos), que no llegan a los 17 años, reciben de sus compañeros armas y dosis de alucinógenos para guardar en sus genitales. Esto lo hacen para evitar que arresten a sus compañeros por porte ilegal de armas, pues en algunos retenes no hay una mujer policía para la requisa, lo que facilita la situación. A mitad de camino, forman un solo grupo de motocicletas para evadir el primer puesto de control ubicado en el kilómetro 9. La estrategia es acelerar a fondo para invadir el carril contrario y, en contravía, seguir su camino, todo para evitar la requisa de los agentes. La mayoría de veces el objetivo se cumple, pero en ocasiones no sale como lo han planeado. Según cuenta un policía de El Saladito, estación del sector, en una ocasión un joven en una motocicleta junto con su parrillera, golpeó la cacha del fusil del policía que les dio la orden de detenerse. La acción terminó en riña. La marcha sigue. La misma Policía reconoce que no pueden hacer nada por controlarlos porque son muchas motocicletas y vehículos los que circulan por la vía.Ya en la cúspide del 18, los ‘combos’ buscan dónde ubicar sus motos, a la orilla de la vía. Otros se detienen debajo del puente peatonal a la espera de los demás integrantes. Mientras aguardan bajo los 16 grados de temperatura, los jóvenes sacan de sus bolsillos cigarrillos de marihuana y varias dosis de cocaína. El alucinógeno, en ocasiones, es vendido por jíbaros de la zona que se camuflan entre los vendedores de dulces y bebidas, que tienen carritos rojos o cajas de madera, según habitantes de la zona. Del puente para alla, hasta llegar al kilómetro 19, la situación es cada vez más intensa y se repite una y otra vez la misma escena: mujeres vestidas con prendas ligeras y hombres con chaquetas negras en los costados de la vía. Según versiones de la comunidad, los jóvenes aprovechan la oscuridad de la zona y la espesa neblina para tener relaciones sexuales en los carros o sobre la orilla de la vía. El control, según las autoridades, es complicado porque incluso el problema trasciende las fronteras de las jurisdicciones de la Policía. Es que 500 metros despúes del puente peatonal del kilómetro 18, a la Metropolitana de Cali se le acaba la autoridad y entonces la POlicía de Carreteras es la que debe intervenir, por tratarse de un territorio que pertenece al municipio de Dagua.Para ambos grupos de autoridades el temor es el mismo: ejercer control por miedo a la agresión. “Yo cuando estoy aquí es porque me toca, pero por allá no me meto”, dice un patrullero de la Policía Valle que controla la juridicción de Dagua y donde está el punto más neurálgico de la situación. Después de medianoche el panorama es igual. El tráfico es lento porque las vías están obstaculizadas por cerca de 500 carros. Por cuenta de este caos, los habitantes de corregimientos de Cali y viajeros deben esperar al menos media hora para poder iniciar el descenso de regreso Cali. Infracciones e inseguridadEn un domingo promedio se llegan a inmovilizar entre 100 y 120 motocicletas en el puesto de control del Kilómetro 18. La razón es que no tienen los documentos en regla, según cuenta Cenover Montoya, jefe de los agentes de Tránsito de los corregimientos de Cali. Frente a la grave situación en la zona, el teniente coronel Juan Felipe Vargas, comandante del Distrito 1 de la Policía Metropolitana de Cali, afirma que en lo corrido de este año (hasta el 26 de agosto) “hemos tenido 135 capturas en flagrancia por hurto y microtráfico, 15 capturas por orden judicial, 7542 gramos de marihuana incautados, 2862 de bazuco y 1750 armas blancas. La gran mayoría de estos resultados se han producido en el kilómetro 18”. En un intento por retomar el control de la zona, Laura Lugo, secretaria de Gobierno de Cali, anunció que se espera que en los próximos días se instalen dos cámaras de vigilancia en el sector.Sin embargo, frente al panorama de inseguridad, asegura que “hay bastantes quejas pero no tenemos denuncias formales, por lo que la Fiscalía no puede empezar un proceso judicial”.

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