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El bombero que lleva 38 años protegiendo a Cali de los incendios

Ricardo Ramos es bombero hace tres décadas. Ha atendido todo tipo de emergencias y es testigo de los cambios que ha sufrido este oficio en nuestra ciudad.

9 de junio de 2016 Por: Camilo Montaño Duque | Reportero de El País

Ricardo Ramos es bombero hace tres décadas. Ha atendido todo tipo de emergencias y es testigo de los cambios que ha sufrido este oficio en nuestra ciudad.

Mientras se adentraba en el socavón, Ricardo Ramos sentía cómo la tierra quemada calentaba la suela de sus botas. No podía ver el fuego que llevaba horas devorando uno de los recovecos de aquella mina de azufre, pero podía adivinar su presencia cuando los violentos golpes de calor se colaban dentro de su traje de bombero.

A tientas caminó 40 minutos. A tientas marcó el paso para sus seis compañeros de escuadra; el humo tiznado, que parecía querer escapar del lugar, se encontró de frente con los siete bomberos que intentaban llegar al corazón del incendio, ocultándoles el camino, escondiéndoles el fulgor del fuego.

Pero pronto lo escucharon. El monstruo, que nació cuando un grupo de mineros hizo estallar una carga de dinamita, cerca de una de las vetas del mineral, sometía a las vigas haciéndolas saltar por los aires convertidas en diminutas virutas de candela. 

Allí, parado en medio de la absurda oscuridad que rodeaba  ese incendio, Ricardo vio cómo las llamas se asomaban entre el humo y se volvían a ocultar. No sabe por qué, pero al contemplar ese raro espectáculo no pudo evitar pensar en el firmamento y en los millones de estrellas que se asoman tímidas para titilar cada noche.

 Dieciocho días les tomó apagar el incendio que crecía en esa mina que estaba anclada en las faldas del volcán Puracé, en el Cauca. 18 días que ayudaron a reafirmar la decisión que había tomado Ricardo de servir como bombero voluntario.

Ricardo Ramos decidió que quería apagar incendios cuando cumplió diez años. Allá, en la década de los sesenta, su abuela lo llevaba a caminar por las calles del barrio Alameda para que tomara el sol. Su parte favorita del recorrido llegaba cuando  pasaban frente a la estación de bomberos, donde el niño se embelesaba largo rato viendo el vistoso  camión.

Años más tarde, cuando terminó su bachillerato, Ricardo se enlistó como voluntario en el cuerpo de bomberos de Cali. Descubrió que varios de sus compañeros más veteranos eran zapateros, carniceros, panaderos o tenderos.

La gente más común entre la gente del común; personas que se habían convertido en bomberos sin esperar una simple moneda a cambio, que no vestían uniforme cuando caminaban por las calles de sus barrios y que dedicaban la mitad de sus días socorriendo personas, apagando incendios, atendiendo derrumbes y salvando gatos.

Casi nunca descansaban. Cuando terminaban de atender una emergencia, debían salir inmediatamente a cubrir otra. Lo hacían con lo que podían, pues los equipos con los que contaban en esos años, rayaban con lo artesanal.

Para hacerle frente a un incendio forestal, de esos que cada verano amenazan con reducir a la nada a los cerros tutelares de Cali, no contaban más que con un overol y un ‘dulceabrigo’ para cubrirse la nariz y la boca. 

Como no había bombas, helicópteros o unidades que permitieran llevar el agua hasta los cerros, debían entonces extinguir las enormes columnas de fuego que devoraban la vegetación, utilizando ramas verdes, que arrancaban de los árboles que se habían salvado de las llamas.

Golpe tras golpe, el fuego se iba sofocando y las ramas no paraban de secarse. Andaban con un machete al cinto, listos para cortar las ramas que fueran necesarias y así sofocar el fuego que se extendía libremente sobre las montañas.

-Ahora los cosas son muy distintas. aunque seguimos arriesgándonos frente al incendio, vamos más protegidos a atacarlo. Ahora la tecnología nos ayuda mucho a controlar un incendio de ese tipo, pero antes no teníamos nada de eso-, dice Ricardo.

Actualmente, el cuerpo de bomberos está conformado por, aproximadamente 560 bomberos voluntarios, de los cuales 120 permanecen acuartelados como unidades disponibles para una emergencia.

Control de materiales peligrosos, rescate animal, incendios forestales y estructurales, accidentes de tránsito, rescate en alturas, caída de árboles, son algunas de las emergencias que atienden los bomberos de nuestra ciudad. 

Más de 25 años han pasado desde el incidente en la mina de Puracé, otros más desde la conflagración en Acopi donde los barriles de combustible volaban por los cielos... muchos años, muchas historias que no han logrado diezmar la voluntad de este bombero de 61 años, quien asegura que una vez jubilado quiere seguir siendo bombero.

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