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"Desde las escuelas hay que dignificar el campo": ganador del premio 'Compartir al Rector'

El Gran Rector del Premio Compartir, Rubén Darío Cárdenas, dice que su proyecto educativo en la Institución María Auxiliadora, de La Cumbre, Valle, ha mejorado la actitud de los estudiantes.

29 de mayo de 2016 Por: Colprensa

El Gran Rector del Premio Compartir, Rubén Darío Cárdenas, dice que su proyecto educativo en la Institución María Auxiliadora, de La Cumbre, Valle, ha mejorado la actitud de los estudiantes.

El Premio Compartir es un reconocimiento a maestros y rectores colombianos, quienes a través de su labor contribuyen a la consolidación de la paz y a la construcción de una sociedad basada en la educación y la reconciliación.

Bajo esta premisa, Rubén Darío Cárdenas Ríos, rector de la Institución Educativa María Auxiliadora, del municipio de La Cumbre, Valle del Cauca,  ganador del premio ‘Gran Rector’, entendió que desde el campo el mejor aporte que podía brindar era darle competencias al joven campesino para que pueda trabajar su tierra, y poder llevar el conocimiento necesario para que las personas no tengan que ir a las ciudades para desarrollar sus capacidades.

“Ante la ausencia del Estado y la presencia de la violencia, teníamos que apropiarnos de nuestras problemáticas y darles solución desde la única infraestructura que el Gobierno dejó en la región, que son las escuelas, y desde allí dignificar el campo para que la gente permanezca en él”, comentó Cárdenas Ríos.

¿Cómo es La Cumbre, municipio cuna del proyecto acreedor al premio ‘Gran Rector’?

Es una región eminentemente rural, de agricultores que cada vez vienen a menos, debido al desplazamiento, paramilitarismo y guerrilla a lo largo de la historia. El abandono del gobierno es total, pues no hay puestos de Policía, ni salud ni llega nada, no solo se desplazó el campesinado, sino con ellos todas las costumbres y saberes, y quedaron personas que no viven del campo, hay gente que vive en la ruralidad, pero no trabaja la tierra, que en últimas ese es el campesino. 

Con mi proyecto buscamos que la gente se quede en el campo, pero para que se quede hay que dignificar el campo, meterle ciencia, tecnología para que los jóvenes entiendan que en el campo hay posibilidades. En última la gente se va a las ciudades porque tiene todas las facilidades, universidades, trabajos y todos los elementos que necesita un ser humano, entonces al campo hay que darle algunos de esos elementos.

¿Cuál es ese proyecto educativo por el que usted fue galardonado en el Premio Compartir?

Recogí el proyecto educativo institucional, di algunos ajustes y puse un título, que en realidad creo que fue el que enganchó a los jurados y lo que ha gustado y me ha permitido explicar el proyecto.

El nombre de mi propuesta es ‘La Escuela es un proyecto de transformación cultural’, que básicamente es llevar todo el conocimiento y posibilidades alrededor de la tierra a los estudiantes.

Una vez un campesino se me acercó y me dijo ‘es mejor que el cultivo de  zapallo se pierda, en lugar de llevarlo a la plaza de Santa Elena en Cali’. Eso me hizo mover, que la única posibilidad de sustento que es el cultivo se pierda no lo entendía, por eso ahí nace la base de nuestro proyecto: les enseñamos a hacer pan de zapallo y aprovechar el producto y mejorar el problema de seguridad alimentaria, que hoy por hoy es un servicio de alimentación escolar, que es desastroso en todo el país, pero yo entendí que no puedo esperar que ese programa con corrupción resuelva los problemas, sino que desde las escuelas tratar de apropiarnos y solucionarlos, pues somos nosotros los que vivimos la necesidad con los niños.

¿Qué otras formas de sustento le han enseñado a los habitantes de La Cumbre?

Nosotros no paramos nunca el restaurante escolar, porque además de la panadería tenemos huertas escolares, producimos nuestra propia comida, además, hay un laboratorio de química para producir jabones y aceites esenciales y enseñamos el proceso, también hay empresas familiares para generar economías regionales. Se nota el cambio de actitud de los jóvenes,  pertenecen a semilleros de investigación, es una educación aterrizada, no se encierran en paredes, se aplica a la cotidianidad de ellos, hay que darles un proyecto de vida.

¿Cómo se inscribió a los premios Compartir, que a fin de cuentas le termina dando el rótulo de ‘Gran Rector’?

Cada vez que había convocatorias de los Premios Compartir o del Ministerio de Educación, yo le decía a los compañeros y profesores que se inscribieran para que mostraran su experiencia, y así pudiéramos tener una mirada externa que nos pudiera decir en que íbamos bien y qué faltaba mejorar. Entonces yo construí una propuesta para que, con ejemplo, demostrarles a los profesores que si yo hacía mi parte, ellos también podían.

¿Recibió apoyo del Gobierno para establecer su proyecto?

No. Hice sinergias con amigos del sector privado, ni siquiera teníamos dónde establecer las huertas, yo me puse en la pelea por unas tierras que tenían extinción de dominio, pero que en últimas terminaron en manos de políticos y testaferros. Nuestra institución fue la única del Estado que quedó con algo de esas tierras.

Es enfático al asegurar que los profesores deben apropiarse de las soluciones de sus territorios, pero que tampoco puede haber indiferencia desde el Gobierno Nacional. ¿Cuál es su llamado al Estado para que apoye este tipo de proyectos?

Lo que se le puede pedir al Gobierno Nacional es la paz, porque quienes hemos vivido en la guerra valoraríamos poder brindar educación en tranquilidad. Hemos vivido la zozobra, hemos sido matoneados al punto de pensar en dejar el campo, pero mi compromiso me lo impide. Por otra parte, el Gobierno tiene que apoyar a los maestros y entender la capacidad que tienen de transformación.

¿Cómo desde la educación los maestros pueden aportar a un eventual escenario de posconflicto?

En nuestro caso hay personas que me preguntan si los niños van a ir a las universidades, pero lastimosamente la pública no absorbe a los jóvenes campesinos, y la privada es inalcanzable y seguirán algunas  desigualdades. Para el posconflicto en este caso, yo tengo que jugármela por hacer una educación de calidad que les dé un proyecto de vida desde la educación básica para que se sientan útiles en la sociedad.

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