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Colegio Berchmans de Cali celebra 80 años de educación

El miércoles 2 de octubre, a las 7:00 p.m., será el Te Deum en acción de gracias por los 80 años del Colegio Berchmans, en la Iglesia La Merced y el ágape en la Sociedad de Mejoras Públicas, Cra. 4 con Calle 7.

29 de septiembre de 2013 Por: Alda Mera | Reportera de El País.

El miércoles 2 de octubre, a las 7:00 p.m., será el Te Deum en acción de gracias por los 80 años del Colegio Berchmans, en la Iglesia La Merced y el ágape en la Sociedad de Mejoras Públicas, Cra. 4 con Calle 7.

El próximo miércoles, a las 7:00 p.m., el exministro de Educación y de Salud, ex rector de la Universidad del Valle y de la Icesi, el médico especializado en Cornell y en Harvard, Alfonso Ocampo Londoño, caminará por los pasillos de la casona de la actual Sociedad de Mejoras Públicas. Son los mismos zaguanes que recorrió en su infancia, desde 1934, cuando ingresó a sexto año, un curso que se hacía antes de pasar a primero de bachillerato, en el naciente Colegio Berchmans. La institución, obra de los padres jesuitas (Compañía de Jesús), ofrecía educación secundaria en la todavía pequeña parroquia.En esa primera sede, donde los más chicos iban “de cortos” y cuello marinero, fue donde este médico recibió las bases para lo que sería una vida profesional exitosa al servicio de la comunidad. Su máxima travesura era usar pantalón largo “para imitar a los más grandes”.La misa era sagrada todos los días en La Iglesia La Merced, aún después de que el alumnado creció y debieron trasladarse a una casa en la Calle 9a. La educación era trilingüe: enseñaban inglés y latín, para una mejor comprensión del español.Las matemáticas y la filosofía eran lo más complicado, dice el doctor Ocampo, quien recuerda a sus compañeros Roberto Cohen (que luego se ordenó sacerdote), a Gustavo Ulloa y a Rafael Ignacio Jaramillo. “Y al rector, el padre Aristizábal, siempre en contacto permanente con los alumnos”, pese a que ya sumaban unos 200. Al doctor Ocampo le tocó estrenar sede en el semipoblado barrio Centenario, detrás del Templo Votivo del Sagrado Corazón. Aún la mayoría de los profesores eran sacerdotes jesuitas. Como buen basquetbolista, vivió el eterno duelo con el Colegio Santa Librada y orgullosamente se graduó en la segunda promoción de bachilleres en 1940. Ah, tiempos aquellos.A esa sede llegó el profesor César Augusto Neira, en 1954, a enseñar español y ortografía, una materia aparte que se dictaba desde 1° hasta 6°. Neira, primer pensionado de la institución –se jubiló en 1981– fue testigo de cómo el Berchmans evolucionó con la época. El docente recuerda que la máxima diversión era el recreo cuando llovía. “Todos se sentaban en los pasillos con gran expectativa porque el patio se inundaba y no faltaban uno o dos estudiantes que se metían a la piscina improvisada y chapaleaban de un lado a otro hasta quedar empapados. Era espectacular”, dice.Es más, allí hubo piscina, pero seca. Entonces se convirtió en un problema: un chico se cayó allá una vez y se abrió la frente. Otros, que no se querían encontrar con los padrecitos o con los profesores, se escondían. Entonces hubo que taparla para acabar con la guarida.César Neira vio eso y el traslado de sede, de Centenario a la de Pance, que acabó con la sagrada tradición de la misa dominical a la que asistían todos los alumnos y profesores. Ahora se oficia un día a la semana. Y el cambio de la sotana negra de los padres jesuitas por el hábito blanco, dada la inclemencia del clima de Cali. Fue cuando los profesores se reunieron y acordaron preguntarle al padre rector porqué ellos sí tenían que ir a trabajar con saco y corbata. A lo que el rector respondió con su característica expresión risueña: ¿Y a ustedes quién los obligó a venir a trabajar así? Desde el día siguiente ningún profesor volvió a lucir saco y corbata.Neira, invitado infaltable en las reuniones de egresados cada cinco años, evoca con ellos esas épocas maravillosas y más familiares, en las que los profesores jugaban con los alumnos. Él precisamente, ejercía como portero del equipo de fútbol. “Estos son otros tiempos. Existía el respeto, el compañerismo, la vida era más familiar, casera”, dice el profesor. Y eso que ya había unos 700 alumnos. Muchos de los cuales tuvo a su cargo y “todos me han hecho quedar bien”, dice Neira y destaca a mentes brillantes como Juan Martín Caicedo Ferrer. “Era un artista del dibujo. Todos los compañeros lo esperaban los lunes por la mañana para que les hiciera los mapas, ilustraciones, creí que iba a ser un gran pintor”. También al ex ministro del interior, Federico Renjifo Vélez y hasta al actual provincial de los jesuitas, el padre Francisco de Roux. “Era un excelente compañero, todos lo apreciaban muchísimo”, dice de quien se ha convertido en el adalid de la ayuda a los más necesitados en Colombia.Sin embargo, a veces se encuentra con algunos que solo reconoce cuando le dicen sus apellidos. “Están más viejitos que yo”, apunta el humor del maestro que, según su expresión, tiene “apenas 85 años”.Precisamente, un ex alumno que ha visto de cerca la evolución del colegio en las últimas cinco de ocho décadas, es su hijo Wadith Augusto Neira. Él ingresó a estudiar en 1962, se graduó de bachiller en 1975 y gracias a sus habilidades para el dibujo, el padre Juan Fernando Quijano le pidió que se quedara dando clases de dibujo a 4° y 5° de primaria. El joven Wadith aceptó mientras estudiaba diseño gráfico. Incluso dio clases de matemáticas y religión y al final hasta creó el Departamento de Educación Artística del Berchmans. Un área para reconocer sus talentos.Además, como siempre elaboraba los boletines internos y externos, luego de 22 años de docencia, cuando crearon el Departamento de Comunicaciones, él fue el llamado a dirigirlo. Mientras tanto, Wadith vivió la transición desde los frenéticos años 60 y 70 hasta el tercer milenio, como estudiante, docente y ahora administrativo. “El Colegio Berchmans sigue siendo igual a través del tiempo, pero ha estado en evolución permanente, actualizándose de acuerdo con la época, pero conservando su espíritu y filosofía de la educación en valores, algo que nunca se negocia”, dice. El ex alumno ríe al recordar que la época más difícil fue cuando los jóvenes querían llevar el cabello largo, como imponía la rebelde moda de los 70. Todo un dolor de cabeza para los padres jesuitas. Pero el rector de entonces, el padre Alberto Gutiérrez, hacía muy bien su trabajo: los persuadía a uno por uno para que llevaran el corte Berchmans, alto y desbastado. Muestras de grandes cambios fue la transición al modelo coeducativo (mixto) en los 90, un proceso que tardó 13 años porque se empezó con los niños más pequeños hasta que se graduó la primera promoción de hombres y mujeres. Idéntico proceso se hizo para adoptar el modelo bilingüe. Igualmente, resalta como una fortaleza el sentido de pertenencia de los ex alumnos. “Los Berchmans siempre son amigos y tienen la tradición de celebrar los quinquenios, incluso hasta los que viven en Miami u otras ciudades”, cuenta.¿Egresados ilustres? Muchos: el alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, el músico Kike Santander, el artista plástico César Biojó, el director de Comfandi, Armando Garrido Otoya... y tantos en 80 años.Pero otros que no egresaron de allí igual le dieron renombre al colegio. Como el desaparecido autor caleño, Andrés Caicedo, quien no alcanzó a terminar un año en la institución, pero los estudiosos de su obra dicen que lo marcó profundamente, como se percibe en sus obras. Cuenta Wadith que el profesor Jesús María Montoya viajó a Chile y allí un escritor le preguntó: ¿Qué es lo que hacen en ese colegio Berchmans que Andrés Caicedo lo menciona tanto en sus libros?

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