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Carlos Ortiz, el bombero de Cali premiado por oficina de atención a desastres de EE.UU.

A un mes de sufrir un accidente que lo dejó al borde de la muerte, mientras luchaba contra un incendio forestal, el bombero Ortiz fue reconocido como el Mejor Bombero del Año.

29 de octubre de 2012 Por: Heinar Ortiz Cortés | Reportero de Elpais.com.co

A un mes de sufrir un accidente que lo dejó al borde de la muerte, mientras luchaba contra un incendio forestal, el bombero Ortiz fue reconocido como el Mejor Bombero del Año.

El Palo de la Bruja es un infierno en ese momento. Un hervidero humeante, seco y oscuro en el que se arriesga la vida para evitar que acabe la de otros. Haga de cuenta que usted está ahí, parado en un risco, luchando contra el fuego.Haga de cuenta, entonces, que se resbala. Se cae y sale colina abajo, entre piedras sueltas, por más de 300 metros. Es, más o menos, como rodar por cuatro cuadras en las calles de San Antonio.Eso fue lo que le pasó al bombero Carlos Alberto Ortiz Sepúlveda, quien el pasado 26 de septiembre, en medio de un incendio forestal en Vista Hermosa, kilómetro siete de la Vía al Mar, estuvo al borde de la muerte. O mejor, en el fondo del infierno.La imagen le hizo pensar al bombero Germán Giraldo que su compañero Ortiz, ese que les arrebataba carcajadas a todos los de la estación con sus caricaturas, había muerto. Ahí, en El Palo de la Bruja, como se le conoce a ese sector donde ocurrió la emergencia.“Estábamos agarrados como gatos a la loma. La pendiente era de por lo menos 60 grados y el fuego se extendía muy rápido hacia abajo, donde había 20 o 30 casas. Tratábamos de evitar que las alcanzara. Con los ‘batefuegos’ estábamos corriendo la línea del incendio. Yo estaba a tres metros de Carlos en el momento en que él se resbaló... Carlos comenzó a rodar por la montaña. Cae y cae y cae. Bajó mucho. Tanto, que atravesó un camino de herradura y siguió hacia abajo... Afortunadamente, treinta metros abajo del camino, lo detienen unos palos de cañabrava. Si hubiera seguido cayendo hubiera ido a parar al río Cali”, narró Giraldo. A Carlos lo rescataron momentos después. Le contaron que lo encontraron inconsciente, “envuelto como una momia”, en un fino hilo de cometa, que, al parecer, había sido el causante de su tropiezo. Su casco, su radio y varios elementos más de su equipamiento fueron encontrados al otro día, regados por la montaña. Quedaron totalmente calcinados.La conflagración, una de las 800 que se presentaron en los cerros que bordean a Cali en la violenta temporada de incendios que acaba de pasar, fue controlada por sus compañeros, tras varias horas de labores, sin dejar pérdidas.Pero en Carlos Alberto esa emergencia dejó graves consecuencias: además de los golpes por todo el cuerpo, tuvo una fractura en el cráneo y otra en la órbita del ojo izquierdo, que le comprometió más del 50% de su visión.La recuperación del bombero no ha sido fácil. Ha sido sometido a varias cirugías plásticas en su ojo, donde le han puesto platinas para reconstruir la órbita ocular. Pero la recuperación de la visión, dicen los médicos, puede durar al menos un semestre.Un ‘Superman’ sin capaCarlos Alberto no se siente un héroe. Lo niega con la cabeza, se ríe tímidamente y agacha la mirada. Entonces, se reincorpora luego de un segundo, se acomoda el resorte del parche negro de su ojo izquierdo y dice, con voz tranquila, que ser bombero es más una pasión y una vocación, que algo comparado con las hazañas increíbles de esos seres de capa y poderes sobrehumanos del cine y las historietas.‘El Chivo’, como le dicen cariñosamente, tiene 38 años y es actualmente jefe de turno de la Estación Forestal del Aguacatal del Cuerpo de Bomberos de Cali. Lleva 20 años jugándose la vida con el fuego.Quizá por esa labor de arriesgar el pellejo por tanto tiempo, o de pronto por ser la prueba viviente de un milagro tras caer al precipicio allá en El Palo de la Bruja, el bombero Carlos Ortiz recibió el pasado domingo el premio al Mejor Bombero del Año, entregado por la Oficina para la Atención de Desastres en el Extranjero de los Estados Unidos (USAid OFDA, por sus siglas en inglés), en el marco de la V Movilización Nacional de Brigadas Forestales.Y no es la primera vez que 'El Chivo' obtiene un reconocimiento. Recuerda que en el 2006 recibió una placa que lo destacaba como el bombero con mayor número de emergencias atendidas. Es decir, fue el hombre que más veces luchó contra el fuego ese año, según explica.Pero Carlos, papá de Nicolás y Miguel Ángel, de 15 y 9 años respectivamente, lo toma con humildad. Con el premio en la mano, entregado ya cuando comenzaban las lluvias y del fuego no quedaba sino esa sombra deprimente sobre los cerros, dice que es realmente un reconocimiento a la labor de toda la estación donde labora.Cuenta que el trabajo de bombero es un esfuerzo mancomunado, que va desde el operario que recibe el reporte de la emergencia, hasta él, quien suele combatir a diario llamas del doble de su tamaño. Llamas como las de ese día, cuando los bomberos aún no se desvanecían de la memoria de esta ciudad, ahora nublada por las lluvias.La mística detrás del bomberoEl sargento Jaime Enrique Vela, quien lleva 36 de sus 66 años con el uniforme puesto, y quien recibió a Carlos Alberto en su primer día como bombero, hace dos décadas, explica que en el Cuerpo de Bomberos de Cali hay una creencia que ha pasado de generación en generación: cada que un bombero muere atendiendo una emergencia ocurre un desastre. “Un incendio colosal”, explica.Cuenta el hombre –fornido, canoso, de mirada aguda y voz firme- que no hay manera de comprobar dicha leyenda. Es cuestión de mística. Sin embargo, comenta que las tres veces que socorristas han fallecido mientras están en acción, se ha cumplido el presagio.Los incendios ocurridos después de la muerte del bombero que resultó calcinado en una explosión de pólvora, o del fallecimiento del socorrista que recibió la descarga eléctrica de un cable de alta tensión mientras quitaba un enjambre de abejas, son hechos que Vela solo puede explicar como “cosas del destino”.Pero lo que Jaime no se explica es cómo sobrevivió Carlos Alberto, si la caída de él fue mucho más grave que esa, ocurrida hace años, cuando perdió la vida el primer bombero que murió en Cali mientras atendía una urgencia.“Es un verdadero milagro. A Carlos deberían hacerle una estatua”, concluye Vela sobre lo ocurrido con su antiguo pupilo, ahora, compañero de estación.RenaciendoA poco más de un mes del accidente, Carlos, quien aún camina con dificultad, magullado, va todos los días a terapias y controles médicos.Dice que todavía no se ha acostumbrado al parche del ojo y afirma que lo único que desea es estar pleno para volver a la estación con su “familia”, como denomina a sus compañeros bomberos.Porque, señala, hay una paradoja: ningún bombero quiere que ocurran situaciones en las que puedan resultar personas lesionadas; incendios, accidentes de tránsito, caídas o ataques de abejas. Sin embargo, asegura, ninguno de los hombres y mujeres del cuerpo de socorro sabría a qué dedicarse sin las emergencias que ocurren todos los días.Carlos Alberto afirma que su único deseo es volver a vestir el uniforme. Ponerse el casco, escuchar la sirena que avisa las emergencias y montarse de nuevo en las máquinas. Llenarse de coraje y sentirse de nuevo bombero, uno de esos 450 héroes anónimos que, sin protagonismo, todos los días salvan el día.

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