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Campus Party: crónica de una noche en el mundo de la tecnología

¿Cómo pasan las noches los apasionados por la tecnología y los videojuegos, acampando una semana en un centro de eventos? Inmersión en otro mundo

5 de julio de 2014 Por: Margarita Rosa Silva | Reportera de El País

¿Cómo pasan las noches los apasionados por la tecnología y los videojuegos, acampando una semana en un centro de eventos? Inmersión en otro mundo

Dicen que los grandes genios de la historia suelen pasar días enteros sin dormir. Puede que este sea el caso o quizás tenga que ver con esa palabra llamada pasión.Es la cuarta noche del Campus Party un evento que reúne cada año a amantes de la tecnología. Ojos rojos y miradas perdidas en monitores de distintos tamaños se confunden bajo un techo que no distingue entre el día y la noche. Caras que el primer día desfilaban llenas de expectativa, hoy lucen agotadas, frenéticas, pero con la alegría de un niño inmerso en una juguetería. En esta ocasión, por primera vez, llegó a Cali, al Centro de Eventos Valle del Pacífico.El salón principal, donde todos permanecen mientras no haya una conferencia o un taller al que asistir, es un recinto tan grande como el coliseo Evangelista Mora. Las 70 mesas se extienden en filas, con más de 3000 puertos de energía encima y equipos de última tecnología. Entre la multitud hay un carnaval de sombreros coloridos con motivos de juegos como Mario Bross o Angry Birds.Cerca a la entrada se sienta un chico con una caja de cartón en la cabeza, la cual, a manera de casco, tiene dos hoyos para los ojos. A través de ellos mira la pantalla, mientras oprime las teclas de colores de una guitarra electrónica.Aquí, en este pequeño mundo donde por una semana entera conviven casi 3000 personas de todo el país, nadie se vara por comida o falta de cama. Cada diez pasos se ven letreros en las mesas como “sí hay mecato a precio de tienda”. Inclusive, avisos en hoja de cuaderno que dicen “minutos a $100”. Otros gritan “llegó la Redbull criolla”, vendiendo jarras de aguadepanela.En ese lugar, donde casi nadie descansa, el Vive 100, el café y las botellas de gaseosa son el combustible para resistir. Porque algunos, como William Escobar, de 25 años, saben que hay que aprovechar, porque esto pasa solo una vez al año. Confiesa que desde que empezó el evento, no ha cerrado los ojos. Eso equivale a 96 horas seguidas. Y su plan es seguir como un disco duro que procesa información, sin parar, hasta este domingo que acaba el Campus.¿Qué es lo que le hace evadir el sueño? Jugar. Una y otra vez. Torneos, batallas, con otros campuseros (como les llaman a los asistentes del evento). En las pantallas de muchos predomina el llamado LOL, o League of Legends, un juego de batalla en línea. William, al igual que la mayoría de quienes llevan varios días aquí, están acostumbrados al juego nocturno. A él, por ejemplo, le alcanza el tiempo para estudiar una tecnología industrial, para trabajar en La Pasarela en semana, para laborar como conductor elegido los sábados en la noche, pertenecer a la selección de fútbol de la universidad y, además, jugar videojuegos hasta la madrugada a diario. Él dice que lo que le apasiona es la competencia. Que ganarles a otros le bombea la sangre más rápido. Esa atmósfera de insomnio es un mal pegajoso. Quien se duerme prematuramente, además, es víctima de un motín con trompetas y máscaras.Esas trompetas o vuvuzelas son parte también de la fiebre mundialista. Porque aunque muchos de ellos han pasado más horas frente al computador que bailando o tomando con sus amigos, el mundial no deja de contagiárseles como la gripe. Todos hablan de la ‘polla mundialista’ y cargan su camiseta de Colombia.De hecho, ese día, jueves, a las 9:00 p.m., en plazoleta abierta, se jugó un partido de fútbol. Por unas horas se olvidaron de que existía el Kinect (un controlador con sensor de movimiento, con el que realizan deportes, moviéndose frente a la pantalla) y salieron a probar balones reales.En ese gran salón se hace de todo. Unos ven películas, otros videos, otros hacen animaciones y algunos se dedican al hackeo y a la seguridad informática. Es como una familia muy grande donde se intercambian dudas, conceptos y aparatos. Nadie le niega favores a nadie. Quizás por eso la noción del tiempo se vuelve engañosa, amañadora, y hay quienes dicen “a las 2:00 a.m. me voy a dormir”, cuando ya son las 3:30 a.m.Entre el frío y el insomnioA eso de las 8:00 a.m., el chico de la caja en la cabeza - ahora sin llevarla puesta - se despierta en una silla inflable junto a su computador. Como un comando automático enciende su monitor y toma de nuevo su guitarra. Al preguntarle al fin, explica que la caja se la pone para “concentrarse mejor en el juego”, aislarse.En ese salón que hace 8 horas parecía una convención en furor, ahora se ven muchas sillas vacías, pero también otras con gente que, vencida por el cansancio descuelga la cabeza hacia delante, abrigada con cobijas de lana. Otros simplemente se rinden sobre el teclado. Porque hay quienes, como William, no compraron siquiera carpa para dormir, sino que pasan las horas en cualquier lado, viviendo el insomnio. En un campo en forma de L, que bien puede tener una extensión lineal de una cancha olímpica de atletismo, se extienden dichas carpas, más de 1700, con capacidad para una o dos personas. Muchas de ellas ya estaban armadas al llegar. Esto, cuenta Sebastián, uno de los Boy Scouts que acompañan el evento, fue razón para dolores de cabeza. Porque al parecer quienes las armaron no tenían mucha idea al respecto. “Cuando llegamos nos tocó ponernos a arreglar muchas”, dice, pero eran demasiadas. Clavó tantas estacas que terminó con un morado en su dedo gordo. Así que muchas no se arreglaron. Entonces, el martes, cuando llovió con intensidad de tormenta, muchos tiritaron dentro de sus carpas. Es el caso de Christian y su novia, ambos paisas, que cuentan, con ojos más abiertos de lo normal y después de no dormir durante dos días, que esa noche se les entró el agua. Para él fue mucho más incómodo, narra la chica entre risas, porque él es tan alto que debe dormir con los pies fuera de la carpa. A pesar de todo, Christian no se cambia por nadie. “Yo la verdad no siento que hayan pasado los días. Yo siento que el Campus Party es como una noche muy larga”, dice.Mientras hablan, a su alrededor hay cables, consolas de videojuegos, ‘mouses’, monitores, portátiles. “Nos turnamos con otros compañeros para cuidar las cosas, por eso no hemos dormido”. Algunos, con el miedo de que el agua los volviera a invadir, trasladaron sus carpas bajo techo, junto a los computadores o donde encontraron campo. Muchos se debatían entre el colchón del pasto y la incomodidad del cemento, aunque al fin y al cabo en ambos el frío colaba los huesos. En esa mañana de viernes, inusualmente fría para esta ciudad, muchos hacen fila para bañarse, en chanclas, sin camisa. Junto al campo de las carpas hay no menos de 40 duchas portátiles, divididas en partes iguales para hombres y mujeres. Para las chicas el asunto es más fácil: mientras hay cinco de ellas haciendo fila, hay al menos 20 de ellos esperando el baño. Porque en este mundo de cables, puertos USB y routers, los hombres son más aficionados, y por ende son muchos más. Por eso Christian el jueves decidió esperar hasta las 5:00 p.m. para bañarse, porque antes de eso la fila nunca cesó. Para todo y todosAunque en el vestuario predominan camisetas con motivos de superhéroes y zapatos converse, a Ghina no le importa andar por ahí en el salón paseándose con su vestido verde de enaguas, su peluca fucsia y sus ojos con lentes color cereza. Está disfrazada de Touhou, el personaje de un videojuego, que se encarga de llevar cuerpos al inframundo. Aunque estudia ingeniería de sistemas y diseño en la Javeriana, su mayor pasatiempo es fabricar ella misma estos trajes - conocidos como cosplay - y lucirlos en eventos así. Ya tiene 15 hechos, que incluyen espadas, máscaras, armaduras, que le han valido quemaduras con silicona y cortaduras con bisturí. Dice que está acostumbrada a que la miren raro y que no le importa encajar entre la multitud. Y es que a la gente que habla de bits, de arcade, de shooter, de rigging, de tarjeta madre y términos similares, se les asocia con estereotipos como “el gordo de gafas”, “el flaco mechudo”, personas que jamás se paran de la silla del PC. Sin embargo, aquí hay de todo un poco. Hay chicos con cuerpo de futbolista, como William, y chicas con cuerpos de revista y maquillaje llamativo. Al fin y al cabo hay espacio para todo y para todos. Como para la rumba y el karaoke, contra todos los pronósticos, para quien piensa que los ‘geeks’ (gomosos de la tecnología) nunca se despegan de la pantalla. A la media noche en ese cuarto día, un grupo de ‘geeks’ arma una rumba como si estuviera en un after party, como riéndose de esos estereotipos. Se ven parejas bailando Cali Pachanguero y salsa choque, y hasta trencitos humanos que se cuelan entre los escritorios y los monitores. Y así, es curioso que en ese mundo de posibilidades infinitas, de realidades paralelas e insomnio, es donde quizás se oculten hoy los genios del mañana. Entre esos que ahora aguantan frío bajo carpas, quizás estén los genios del futuro.

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