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Biblioghetto: una historia que ajusta 10 años de heroísmo

Un escritor que escapó de la violencia con libros prestados les enseña a leer a los niños de Petecuy. Ahora pretende hacer lo mismo en el resto de Cali.

1 de marzo de 2015 Por: El País

Un escritor que escapó de la violencia con libros prestados les enseña a leer a los niños de Petecuy. Ahora pretende hacer lo mismo en el resto de Cali.

"Nosotros no nos encerramos y decimos: tenemos miedo. Al contrario. Al miedo hay que darle la cara. Entonces salimos al parque, a las esquinas de Petecuy, al jarillón del río Cauca, para leer en esos espacios con los niños. Después, cuando un niño me saluda en la calle, me pone el puño para que yo ponga el mío sobre el de él, me da poder. Los que integran las pandillas miran ese gesto y piensan: este ‘man’ es bien, está haciendo algo distinto por la gente”.Es jueves, en la mañana, y el escritor Gustavo Andrés Gutiérrez camina por su base de operaciones, las calles del barrio Petecuy, Comuna 6, al nororiente de Cali. Atrás suyo se observa una decena de niños. Todos tienen un gorrito sobre su cabeza, como si se dirigieran a un cumpleaños. En realidad van a uno bastante curioso: se dirigen a ‘celebrar’ los dos años que lleva cerrado el polideportivo del barrio, el único espacio para recrearse que existe en la zona, fuera de una maltrecha cancha de fútbol.Pocos en Petecuy entienden por qué el polideportivo sigue cerrado y con una maleza que llega hasta las rodillas, si se le han invertido casi $300 millones en los últimos dos años. La irónica protesta comunitaria incluye zanqueros y una torta donada por los panaderos del barrio. Mientras los niños corean frente a las instalaciones del polideportivo “que lo abran, que lo abran”, Gustavo, de alguna manera, traduce lo que ocurre. “Una de las preguntas que he querido responder en mis novelas y en mis cuentos es en qué momento a Cali le dejó de importar lo público, lo social. Por qué pareciera que lo humano, los valores, se hubieran venido abajo. Por qué tanta indiferencia por lo que le sucede a la gente. Por qué no ha surgido un líder educativo que jale esta ciudad como sí lo han tenido Bogotá y Medellín”. El curioso cumpleaños del cierre del polideportivo fue organizado por Biblioghetto, un movimiento que fundó Gustavo hace diez años para, entre otras cosas, enseñarle a leer y a escribir a los niños y jóvenes de Petecuy.Según el censo de 2005, en el barrio había 1918 menores de edad analfabetas. Los expertos de la violencia aseguran que en los lugares donde se registra un alto porcentaje de personas que no saben leer, escribir, se tiende a incrementar la violencia. Biblioghetto surgió entonces como una manera de resistir, combatir la guerra con la cultura como escudo, organizando talleres de lectura y escritura en zonas críticas como Cinta Larga, un trozo del jarillón del río Cauca, los parques, las esquinas, la calle, los ghettos. Allí donde se consumía droga, se empezó a consumir literatura.“Lo que me empujó a crear Biblioguetto cuando tenía 17 años eran las condiciones del barrio. Era tenaz. Petecuy vivía la transición de las pandillas a bandas. Tenía un problema grave de invasiones por el tema del jarillón del río Cauca. Yo veía que llegaban y llegaban desplazados y el Estado por ningún lado. Veía niños vendiendo los pescaditos que traía la subienda del río para llevar algo de comer a la casa. O frutas magulladas que tiraban a la escombrera. Las limpiaban para venderlas. Entonces dije no, aquí está pasando algo. Muchas veces la gente pedía una campaña de zapatos porque los niños iban a estudiar en chanclas. Y muchos no tenían documentos porque eran desplazados. Y estaba el tema de las pandillas. Muchos amigos cayeron. Las condiciones adversas te llevan a actuar así tengas solo 17 años”. Gustavo comenzó a investigar estrategias de promoción de lectura “en espacios no convencionales” como una manera de cambiar esa realidad. Descubrió que pese a que en Cali hay más de 60 bibliotecas comunitarias, ninguna llegaba a la esquina, al parque, el lugar exacto donde estaban quienes las necesitaban. Fue cuando se le ocurrió crear una biblioteca móvil: Bibloghetto. La biblioteca empezó a mostrarles a los niños que había otras posibilidades de vida diferentes a la pandilla. Gustavo, el escritor, y sus amigos que se unieron al proyecto, se convirtieron en los referentes de los niños, el ejemplo a seguir, no los sicarios que estrenaban motos, tenis. Pero no solo eso. Biblioghetto buscó que los enemigos se reconciliaran. Organizó partidos de fútbol, festivales culturales, reinados, convocatorias para que toda la comunidad se juntase y se conociera mientras hacía pesebres en diciembre. Creó también una editorial de libros de cartón para que los jóvenes de las pandillas se convirtieran en escritores, editaran sus propios libros en material reciclable, y los vendieran. Este último proyecto no se finiquitó. Pese a que pidió ayuda del gobierno, que la Alcaldía le comprara a cada joven de alto riesgo 60 libros y los llevara a las bibliotecas públicas de la ciudad, le dijeron que era mejor que los muchachos se dedicaran a hacer sandalias. Gustavo aprieta la boca cuando lo cuenta.“Pese a esas y otras dificultades, Biblioghetto se ha visibilizado como una organización comunitaria de promoción de lectura que ahora pretende no solo trabajar para Petecuy, sino en toda la ciudad. Uno de los objetivos de este año es concretar un patrocinador para hacer el biblio - circo. Una gran biblioteca que llegue a donde no hay lugares para que la familia se reúna los fines de semana: barrios como El Retiro, El Vallado, Mojica. Y mientras ese proyecto se consolida, estamos trabajando con 750 jóvenes que permanecen en el Centro de Formación Juvenil el Buen Pastor”. Hace unos meses, Gustavo conoció un proyecto del Ejército que consistía en visitar colegios para que los estudiantes les escribieran cartas a los soldados. Gustavo se inspiró en ello para, en cambio, escribirles cartas a los que están en realidad solos, los presos.Para hacerlo contactó a la Personería, donde lo apoyaron y le sugirieron, mejor, adelantar un proyecto piloto con los menores de los centros de formación juvenil. Entonces los muchachos del Buen Pastor les escribieron cartas a los niños de Petecuy advirtiéndoles de los errores que cometieron para estar ahí: no hacerle caso a sus papás, escoger mal a los amigos, abandonar el colegio. Los niños de Petecuy leyeron con atención, como quien sabe que está recibiendo una gran lección. Enseguida, junto con sus padres, les respondieron a los jóvenes de el Buen Pastor con palabras como esperanza, fe, amor. Juan Diego, el hijo de cuatro años de Gustavo, le pidió que escribiera por él una frase: “los extrañamos”. La reconciliación puede ser un asunto de creatividad.Frente al polideportivo del barrio, ahora, los niños comen pastel. Gustavo dice que el día que lo abran de nuevo, pedirá un espacio para hacer, otra vez, la biblioteca de Biblioghetto. En sus inicios, el proyecto funcionaba en una caseta del centro recreacional. Construir una biblioteca allí es otra manera creativa de pacificar el territorio. Los jóvenes que acostumbran sentarse afuera del polideportivo a drogarse, en caso de que se haga la biblioteca, o se van o se unen a ella, sospecha Gustavo. No tienen otra alternativa. Nadie va a drogarse si al frente hay pequeños leyendo El Principito. De momento, sin embargo, los niños de Petecuy se limitan a cantar el cumpleaños número dos del inexplicable cierre del polideportivo. ¿Los recursos? Durante la protesta de la comunidad por los dos años del cierre del polideportivo de Petecuy se hizo presente el concejal Michael Maya, quien anunció que ya llevó el caso al Concejo. “Se han destinado casi $300 millones, pero esas inversiones no se ven reflejadas en las instalaciones. Le pedimos a la Secretaría del Deporte, a la Personería, para que revisen qué está pasando. Los recursos o no se han invertido, o se han perdido. Para la vigencia 2015 se logró que se destinaran nuevos recursos. El temor es que pase lo mismo con los dineros que ya se han destinado: que no se vean”, dijo.

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