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A los niños que no tenían equipos para ver las clases, Asodisvalle les prestó 40 computadores. | Foto: Cortesía: Asodisvalle - Especial para El País

ASODISVALLE

Asodisvalle se reinventa en la cuarentena con clases virtuales

La fundación aún impacta a 350 niños con o sin discapacidad, desde preescolar hasta grado séptimo. Crónica de una enseñanza diferencial en tiempos de coronavirus.

19 de junio de 2020 Por:  Jair Fernando Coll - Reportero de El País.

La obra de teatro es la siguiente: en una granja en el que el pasto es un mantel verde sobre una mesa, los personajes, recortes de cartulina y el escenario, una clase transmitida en un Facebook Live, una ovejita se ha quedado calva luego de que el granjero le cortara toda su lana. Ante su desconsuelo, aparece en frente suyo un conejo que puede saltar hasta las nubes. “Si saltas como yo, te aseguro que recuperarás su pelaje”, le expresa el conejo en voz de la profesora Neyla Montaño.

La ovejita no lo logra las primeras veces, pero a los pocos segundos logra rozar el firmamento y su lana crece de nuevo, arropándola. Los niños, estudiantes con discapacidad del colegio Porfirio Barba Jacob del oriente de Cali, se emocionan. Los que pueden, escriben sus impresiones en el chat, los otros, teclean con ayuda de sus padres.

“Es una metáfora -explica Neyla-. Mientras saltar significa quitarnos eso que no aqueja, llegar al cielo es alcanzar la cima, pese a las dificultades”.

Al igual que el resto de colegios que suspendieron sus actividades presenciales, los 350 niños entre preescolar y séptimo de bachiller del Porfirio Barba Jacob, administrada por la Asociación de Discapacitados del Valle, Asodisvalle, asisten a clases de forma virtual.

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Corren las 11:20 de la mañana en los pasillos de la institución; las risas, gritos e intervenciones de cientos de infantes ha sido reemplazada por el ligero silencio que produce el área administrativa, que sí está laborando.

Neyla, docente de apoyo con licenciatura en Artes Escénicas, conoce y no conoce a la vez a sus estudiantes: ya se ha memorizado la mayoría de sus rostros que aparecen en pantalla, pero desde que empezó a trabajar hace una semana en Asodisvalle afirma que la conexión ha sido tan fuerte que ya siente ganas de abrazarlos

-Hola, jefe, ¿cómo va todo? -dice de repente Neyla y sus dos compañeros con las que dramatizó la historia.

Jeison Aristizábal, fundador de Asodisvalle, saluda a las profesoras con esa voz grave que se oye más apagada por el tapabocas verde que cubre la mitad de su cara. El Héroe CNN 2016 también visto su cotidianidad transformada en un giro de 180 grados: ya no es el abogado que debía dar conferencias motivacionales en el exterior para luego tomar un vuelo a altas horas de la noche, llegar a la 1:30 a.m. a su casa y cinco horas después presentarse en su oficina, sino un hombre que imparte dichas charlas por Zoom y Skype.

A partir del 1 de agosto, se iniciaría la alternancia en las clases presenciales en los colegios de Cali, proceso que se haría con medidas de seguridad. Se está a la espera de la respuesta del Ministerio de Educación.

“Si bien es difícil enseñar a niños en condición de discapacidad, ahora lo es más, porque no se tiene el contacto directo con ellos. Por eso hemos impartido esas clases virtuales con mucho amor, que también alternamos con pijamadas o bingos”.

Jeison enciende su celular y enseña algunos de los videos que las madres envían por un grupo de WhatsApp en donde hacen seguimiento al proceso de enseñanza de los estudiantes. En unos de los cortos se ve un niño con síndrome de Down en medio de una clase educación física: con el dorso del pie eleva un palo a un cuarto de metro con el fin de mejorar su equilibrio.

Pero esos micromomentos no son los que más han conmovido a Jeison. A inicios de abril, cuando empezó la distribución de mercados para cerca de 800 familias asociadas a la fundación, el transporte de los paquetes era llevado a cabo por las busetas, que los niños tan pronto veían estacionada en frente de su casa, corrían a ella con el equívoco de que ya podían regresar a su salón de clases. Y si bien Jeison siente que esa imagen le hizo doler el corazón, descubrir más tarde los videos de los estudiantes vestidos con su uniforme de colegio, pese a estar en casa, le sirvió de contrapunto para armarse de ánimos otra vez.

“Dado las condiciones socioeconómicas del oriente, de donde son muchos de los niños que estudian acá y que muchos de ellos no tienen servicio de Internet o siquiera equipos de informática, les prestamos 40 computadores que teníamos en nuestra sala y también logramos que tuviesen conexión a la red”, asegura el líder de Asodisvalle.

Una de las familias que recibió un ordenador fue la de Nancy Rivera, quien tiene una niña de 15 años con hidrocefalia congénita (crecimiento inusual de la corteza cerebral). “El desarrollo de Angie, quien tiene 15 años, ha sido extraordinario: ya no está en un aula de inclusión, sino en una regular en grado sexto. Disfruta bastante de las clases junto con su hermano, quien no tienen ninguna discapacidad y la apoya bastante”, cuenta Nancy.

Agrega que el hecho de que Angie vea clases virtuales no solo permite continuar su proceso de enseñanza, sino también no perder el contacto con sus amigos de salón. “Lo único que se le dificulta a mi hija son las clases de sistemas -anota-, por lo que aún cuando la profesora le explica muy bien durante la clase, yo debo pedirle a ella que me pase el tutorial para que una vez regrese del trabajo, le refuerce lo aprendido”.

Pero no todos los niños y niñas en Asodisvalle tienen seis, diez o hasta doce años, porque también los hay de 27, como es el caso de Iliana, quien se encuentra en Transición I. Su madre, Luz Mar Obando, afirma que pese a que presenta un cuadro de meningitis aguda, la cual le impide comunicarse oralmente, “es muy avispada” a la hora de hacerse entender a través de señas.

Luz Mar indica que aunque su niña no tiene tantas dificultades a la hora de entender a sus profesores, por estos días la ha abrumado cierta tristeza al no poder verse de nuevo con sus amigas de la institución. De vez en vez Luz Mar llama a las madres de aquellas para que se comuniquen con Iliana.

Jeison, sentado en la terraza del colegio Porfirio Barca Jacob, explica que el cierre de las escuelas por la situación del Covid implicó una dificultad que pronto se transformó en una oportunidad de mejora, sobre todo en el fortalecimiento de las familias, en el hecho de que los padres compartan más tiempo con sus hijos.

Cerca se escucha a la profesora Neyla y a sus dos colegas a punto de finalizar la obra de teatro. La ovejita ya ha recuperado su lana. El animal sabe que el granjero volverá a rasurarla, al igual que Jeison es consciente de todos los retos que atraviesan por estos días, pero eso no le impide saltar de nuevo para llegar a la cima, al igual que Jeison no le resulta difícil reinventar la enseñanza: ahora quiere que los estudiantes aprendan inglés con bingos.

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