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Así fue el último adios que los caleños le dieron a la artista Lucy Tejada

Sin la presencia de autoridades gubernamentales, se llevó a cabo una solemne e íntima misa para honrar la memoria de la artista plástica Lucy Tejada, quien recibió un Decreto de Honores Póstumos de la Gobernación del Valle.

4 de noviembre de 2011 Por: Isabel Peláez | Reportera de El País

Sin la presencia de autoridades gubernamentales, se llevó a cabo una solemne e íntima misa para honrar la memoria de la artista plástica Lucy Tejada, quien recibió un Decreto de Honores Póstumos de la Gobernación del Valle.

Un poema de Gonzalo Arango, una carta de su nieta Mariana, las lágrimas de su hijo Alejandro, un concierto lírico y la presencia de 45 alumnas de grado undécimo de su querido Liceo Benalcázar, dibujaron el más sobrio adiós a la artista Lucy Tejada. Grande entre grandes, la maestra que dejó grabada a la mujer en la historia del arte contemporáneo nacional recibió del Gobierno Departamental el Decreto 0820 de noviembre 3 de 2011 de Honores Póstumos, que destaca “su coraje como una de las pioneras del arte contemporáneo en Colombia, que formó parte de la más importante generación de maestros durante la mitad del Siglo XX”.“Es deber del gobierno departamental agradecer el valioso aporte artístico de esta risaraldense de nacimiento y vallecaucana por adopción, considerada un ejemplo de vida para las presentes y futuras generaciones por su importante contribución al arte”, se argumentó en el Decreto 0820 de noviembre 3 de 2011, que fue leído durante la misa.“Los más importantes críticos de su país consideran que deja un importante legado de sus producciones artísticas durante más de seis décadas, a través de murales, óleos, dibujos, serigrafías y grabados”, continuaba el documento firmado por Francisco José Lourido, gobernador del Valle. Finalmente, se resaltó en el Decreto como un deber del gobierno departamental “agradecer a esta risaraldense de nacimiento, vallecaucana por adopción, considerada un ejemplo de vida para las presentes y futuras generaciones por su importante contribución al arte”. En medio de la capilla del Liceo Benalcázar, colmada por familiares de la artista, amigos y miembros de la casa, fueron surgiendo las alumnas de grado undécimo, que acompañaron desde muy temprano a una compañera más que siempre estuvo presente en sus celebraciones. En fila, silenciosas y orgullosas de pertenecer a la misma familia de una de las representantes más importantes del arte nacional, permanecieron acompañando a Lucy Tejada en un último adiós sobrio, muy íntimo, y no por ello menos sentido. Obras de Mozart, Beethoven y Bach, hicieron parte del repertorio coral orquestal del ensamble lírico Armonía, durante la misa que ofreció el colegio a su más ilustre ex alumna. El Ave María de Schubert, la Kyrie misa brevis K220 de Mozart y la Oda a la Alegría de la Sinfonía No. 9 de Beethoven, dieron un aire solemne a la despedida a la artista.Después de un Padrenuestro elevado al cielo por todos los presentes, a quienes el padre Calle invitó a orar con la manos entrelazadas, Olga Cecilia Gómez, directora de la Fundación Lucy Tejada, leyó una carta de Mariana, nieta de la artista, radicada en España y hermana de Sebastián, su otro nieto, quien estuvo presente en la ceremonia religiosa. “Lucy, mi Lucyta, mi querida abuela, cómo quisiera estar allá... La impotencia del alcance duele en estos momentos. Se me salen los sentimientos que tengo hacia tí en manada y quiero gritar que estoy enamorada de la abuela, la mejor manera de demostrarte la tristeza que siento. Que estas líneas acrecienten nuestros momentos más entrañables de pequeñas charlas... Celebro por haber tenido la oportunidad de que me tuvieras en tus brazos, que con tu carácter, fuerza y disciplina me inyectaras tu talento, que ya más grandecita me confiaras tus tristezas, que me hicieras tu amiga”.Otra de las estrofas más sentidas de la carta de su nieta, decía: “Extrañaré tu voz en mis llamadas de domingo, extrañaré tus manitas suaves sujetando las mías, con esa confianza que depositabas en mí haciéndome sentir grande, como si fuese yo tu polito a tierra. Eso me hacía sentir importante”.Después surgió un poema, llegado de la nada, como acostumbraba el nadaísta Gonzalo Arango, ferviente admirador de Lucy Tejada: “Mujer de Cali, ámame. Sol de Cali, abrázame. Río de Cali, llévame al mar. Nostalgia de Cali, llévame de nuevo a la Patria. Cementerio de Cali, arrójame de tus tumbas. Te doy gracias Dios mío, porque has hecho a Cali de un seno de Eva y un deseo de Adán”.Y al culminar los versos, llegaron los aplausos. Para entonces, Alejandro Valencia, hijo de la artista, se había acercado al féretro para darse una última mirada con la mujer que alimentó sus sueños, su maestra en el arte y en la vida. Su amiga.Y entonces, allí, mirando a esa mujer que dibujó la inocencia, sintió que su hija Mariana tenía razón en lo que dijo en su carta sobre su abuela: “Eres parte de mis sueños, eres parte de mí, eres mi abuela, una abuela grande, humana, sensible, la mejor del mundo, mundial, aprendí mucho de ti y sigo aprendiendo. Me vas a tener ocupada toda la vida. Hay mucho por hacer, nos has dejado un legado hermoso que hay que cuidar y preservar”. Y al oír las palabras de su hija, se dibujó en el rostro de Alejandro una imagen plácida, dulce y serena, como si se tratara de un cuadro de su madre: “Te imagino feliz, tranquila, caminando con tus manitas agarradas a las de Hernando, Myriam y José (Tejada)”.

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