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Algunas parejas ponen en riesgo su relación por una experiencia sexual con un hombre extraño

El psicoterapeuta agrega que con este tipo de experiencias sexuales se corren demasiados riesgos.

20 de agosto de 2012 Por: Alda Mera | Reportera de El País

El psicoterapeuta agrega que con este tipo de experiencias sexuales se corren demasiados riesgos.

Ante la revelación de que son los propios maridos quienes solicitan los servicios sexuales de un ‘prostituto’ para interactuar con su esposa, el sexólogo Luis Alberto Montejo asegura que nuestra sociedad no está preparada para este tipo de experiencias extremas. Por el contrario, “tarde que temprano, lo que comienza como un juego o una fantasía, deteriora la relación de pareja y por lo general, termina mal”, afirma. El psicoterapeuta agrega que con este tipo de experiencias sexuales se corren demasiados riesgos. “Que la mujer se vuelva promiscua, que establezca una relación afectiva con el ‘prostituto’ o incluso, le puede servir de puente al esposo para expresar su homo o su bisexualidad”.La explicación, desde la psicología, estaría en que el ser humano “es un animal domesticado y tiene frenos (normas), pero cuando rompe esos frenos, se desboca y la relación de pareja entra en conflicto y termina en separación”, dice Montejo. Para el psicoterapeuta Carlos Alberto Segura “una relación de pareja que requiere de estos estímulos devela un vacío o un faltante y puede generar consecuencias graves así la pareja se ame, sino hay límites en ese juego de relaciones íntimas”. Y es que del perfil de los clientes poco se sabe, porque los que atienden el negocio no los ven, solo les reciben las llamadas por celular. Sin embargo, el Hombre X intuye que son adultos de 33 o 34 años en promedio, “que llevan varios años de noviazgo o de matrimonio y quieren refrescar su relación. Lo hacen más por la confianza que le tienen a la esposa, prefieren que ella esté con otro hombre, a que se vaya con algún amante o consiga a alguien fijo”, sostiene el individuo.Lo único que le queda claro, agrega el sujeto, es que son gente con una relativa solvencia económica que les permite pagar el servicio, el ingreso a un motel, los taxis, el licor o comida, entre otros gastos. “Lo deduzco por detalles como cuando me dicen ‘lo recojo en una Tucson o en un Mazda modelo tal’, o porque los domicilios son en el Oeste, en Cristales, Granada, Valle del Lili o La Hacienda, eso me hace pensar que son gente con modo”, explica el Hombre X.Muchos de los clientes que solicitan servicios homosexuales, son casados, tienen hijos, a veces niños, a veces universitarios, pero llevan una doble vida por la cual exigen mucha discreción. “Son gay de clóset”, dice él. “Este es el campo con mayor demanda porque cada día hay mayor población gay”, admite el Hombre X, que se confiesa homosexual, pero que sólo hace los contactos para los muchachos.Mundo de riesgosToda persona que presta servicios sexuales, independientemente de su género, es vulnerable, porque está expuesta a contraer enfermedades de transmisión sexual, ETS, especialmente el temible virus VIH/Sida.Así lo explica Pamela Montaño, de la Organización Transmujer, quien hace énfasis en que uno de esos grupos en riesgo es el conocido como los hombres HCH, es decir, hombres que tienen relaciones con otros hombres, sin reconocerse como homosexuales por cuanto sus relaciones son esporádicas.Pamela considera pertinente aclarar que todo hombre homosexual no necesariamente se prostituye. A nivel de seguridad, los hombres en prostitución, sean hetero, homo o bisexuales, también corren peligro de que sean víctimas de delitos como abusos sexuales, violación, de ser constreñidos a consumir drogas psicotrópicas, de hurtos y robos y hasta que no les paguen. Las peores agresiones a las que están expuestos, además de vejaciones por su orientación sexual, son las lesiones personales que pueden desencadenar hasta en homicidio. Pero lo peor para ellos es el desprecio y la estigmatización social. Por esa razón, contraria a la prostitución femenina, que se presenta de forma más abierta, la masculina exige reserva absoluta de ambas partes, tanto del que la ejerce como el que la compra.

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