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"A Colombia ya nadie le puede embolatar la paz": Monseñor Darío de Jesús Monsalve

El país está en su momento para llegar a acuerdos, pero estos van más allá de los diálogos de La Habana, dice el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve.

5 de abril de 2015 Por: Zulma Lucía Cuervo Plazas | Reportera de El País

El país está en su momento para llegar a acuerdos, pero estos van más allá de los diálogos de La Habana, dice el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve.

Su mensaje en Semana Santa no podría ser otro que el de la paz. Y aunque en su discurso no desconoce el trabajo que realizan los negociadores de La Habana, monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, dice que más allá del diálogo entre las Farc y el Gobierno, la paz es una cruz que debemos cargar todos los colombianos.

Asegura el líder de la Iglesia Católica que  el momento para la paz es ahora. “Aquí tenemos que arreglar las cosas y ponernos de acuerdo porque  ya somos parte de una sociedad mundial en donde necesitamos aclimatar la convivencia”. 

En el mensaje de la homilía del pasado Domingo de Ramos habló de que debemos exigir que no nos embolaten la paz. ¿Usted siente que el proceso está en riesgo?

Yo veo el riesgo grande de enredar ese proceso  porque en los últimos días se ha convertido en proceso de desmentidas. Por ejemplo, salen muchos comunicados, incluso decía el presidente Santos, panfletos y reclamos en los medios de comunicación con relación a los militares en la mesa y con el tema militar en sí,  de los retirados, que es una fuerza grande que presiona enormemente.  Y lo mismo  pasa con los empresarios, echan bolas a rodar, no sé si es una trampa que le tienden al proceso para que el Presidente salga a desmentir, y de una vez sale a decirles que aquí no va a haber ninguna exigencia, que  como empresarios se les va a preservar todas sus prebendas y se las van a mejorar. 

Y está bien que se diga que la paz beneficie a todos, pero hay que ser sinceros,  la paz de Colombia no es una paloma sino una cruz que todos tenemos que cargar y que tiene exigencias absolutamente para todos. Esa cruz pesada no solo la cargarán las Farc o el ELN, porque aquí todos tenemos alguna parte en este enredo de violencia, de corrupción y de injusticia social. 

Yo como ciudadano, como sacerdote de la Iglesia Católica, como líder espiritual y social me tomo la vocería de toda la gente de Colombia que clama por la paz, que la buscan  y digo que no nos embolaten la paz, esto ya no nos puede llevar a la frustración, ni la subversión, llámese ELN o Farc, ni el Gobierno y los agentes del Estado, ni el Fiscal, ni el Procurador que se ha vuelto oposición abierta, política y de plaza, ni la oposición partidista del Centro Democrático. Al  país hay que pedirle que esté despierto, vigilante y con capacidad de movilizarse a exigir, con vías pacíficas siempre, que este proceso sea irreversible y avance hacia los cambios que necesita el país.

Pero desde que comenzó el proceso de paz ha tenido sus enemigos...

Pues yo no los llamaría enemigos de la paz, sino saboteadores de los diálogos, tal vez aferrados a muchos intereses, no sé si electorales,  económicos o de acrecentar su poder en lo político.

¿Es posible obtener la paz cuando el ELN no está en la mesa de diálogos?

 A mí me parece que la subversión necesita ser mucho más audaz y decidida, y me refiero al Ejército de Liberación Nacional. Hay que reconocer que las Farc han dado un testimonio sorprendente de unidad de mando, creo que todo está recogido en La Habana, y sobre la decisión unilateral de cese al fuego  se ha ido comprobando  como eficiente y cumplido, no obstante tantas dificultades. Otra propuesta audaz es el desminado, ellos  se han convertido en un grupo propositivo. 

Me parece que el ELN está muy remiso y necesita entender  este momento de Colombia, del resurgimiento de la esperanza de la base ciudadana, popular, ellos deben ponerle raíces y cimientos a este proceso de diálogos y encaminarse hacia un proceso de paz.

¿Y el resto de los actores armados?

En general hay que abrir este diálogo también a las estructuras armadas por fuera de la ley, como las Bacrim y residuos del paramilitarismo y las autodefensas. Todo esto requiere que se mire hacia un proceso general de paz.

Según como lo ve, ¿este proceso de paz  puede fracasar?

Es que este proceso de paz, hay que decirlo con la verdad, no es ni siquiera de los colombianos estrictamente, ya es un proceso de paz internacional. Es que Colombia se internacionalizó, aquí tenemos que arreglar las cosas y ponernos de acuerdo porque  somos parte de una sociedad mundial en donde necesitamos aclimatar la convivencia, asegurarla,  ampliar la democracia, superar estos abismales contrastes entre ricos y pobres y  volvernos una sociedad que tiene un mínimo de unidad ética, legal, jurídica.

El momento para la paz es ahora o ahora...

A Colombia no le queda más posibilidad que alcanzar la paz, lo otro sería renunciar al futuro y no lo digo por nosotros ni por la gente que está viviendo situaciones peores en este momento, lo digo por los mismos que manejan el poder económico, deben darse cuenta que seguir así es terminar con un país completamente desbaratado y es regenerar unos conflictos peores a los que ya hemos tenido.

[[nid:408614;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/04/via-crucis-cali.jpg;full;{Cientos de caleños recorrieron la zona histórica de la ciudad en el tradicional vía Crucis de Viernes Santo, el cual salió a las 9:00 a.m. desde la Catedral de Cali. Procesiones se realizaron alrededor de las distintas iglesias de la ciudad.Oswaldo Páez | El País}]]

Incluso sin haberse firmado un tratado de paz,  hablamos del posconflicto. ¿Cómo nos debemos preparar para cuando lleguemos a ese momento?

Lo primero que el país tiene que garantizar es un sistema de justicia porque quién va a respaldar el cumplimiento de los pactos que estamos tratando de hacer. Lo segundo es mantener el diálogo como un camino práctico para llegar a acuerdos en todos los niveles, sobretodo en lo  político y social. Lo tercero es una inclusión económica de los que están en la economía de la ilegalidad y del crimen, esa gente y sobretodo los jóvenes necesitan un salario vital, social, de inclusión en la paz y eso hay que buscarlo mientras se generan empleos, emprendimientos, vivienda, hay que garantizarles un sustento vital legal y ahí comenzamos a ver la necesidad de un cuarto punto y es el desarme civil, el Estado colombiano tiene que arriesgarse  y a ponerlo como un marco para la paz porque no tiene sentido estar dialogando y al mismo tiempo tener un mercado gigantesco y una corrupción enorme en torno al tema de armas. 

¿Cómo garantizar un mínimo de justicia, cuando algunos de los que la imparten están hoy en el ojo del huracán por escándalos de corrupción e incluso de despojo de tierra?

Ese es el primer pacto que debería hacer el país. Ojalá el gobierno tenga claro y las universidades lideren, los abogados y los jueces del país, que necesitamos  garantizar un buen sistema de justicia, nos podemos asesorar de otros países porque Colombia ha hecho de su sistema judicial  presa de la corrupción y de la delincuencia, lo ha destruido y lo ha manipulado como ha querido. En el país ha habido muchos logros significativos en ese campo, pero el deterioro es gravísimo y hay una deuda inmensa de la sociedad, del país y de los gobiernos. Paradójicamente gobiernos que más dicen que la justicia no debe ser corrupta fueron los que le tiraron toda clase de infiltraciones.  

Usted también habla del desarme civil como un paso para el posconflicto, pero cada que se habla de ello, salta “la gente de bien” que dice que no puede andar desarmada y quedar expuesta a la delincuencia...

Si se invierten billones de recursos a la seguridad ciudadana, qué sentido tiene seguir favoreciendo la seguridad privada y el armamentismo y esas corruptelas en torno a los armerillos y al mercado de las armas. En eso el Estado colombiano no se puede equivocar, no puede estar armando a los civiles e incluso permitiéndoles, como en el pasado, hacer cosas como las Convivir o ejércitos irregulares civiles como los ‘Soldados de mi patria’, que terminaron con las juventudes campesinas y volvieron débiles esas zonas para que se convirtieran en territorio de narcotraficantes y de minería. Eso es equivocado ciento por ciento. El país tiene que analizar lo que ha pasado y exigir una política de desarme.

La Alcaldía de Cali muestra cómo logro una reducción del 21 % en los homicidios del 2014 comparado con el 2013. ¿Le satisface ese descenso?

Las reducciones son buenas, pero no queremos solo las reducciones sino la eliminación de los homicidios. Lo único que yo le pido a la autoridad es que sean lo más objetivos posibles, lo menos mediáticos en el manejo del tema, que la verdad cruda y escueta es la que se presente, que si una persona es herida y llevada a un hospital o clínica y muere a causa de esas heridas, es un muerto por asesinato. Que no haya esos trucos que la gente dice que hay para maquillar las cifras, eso es lo primero, asegurémonos que no hay maquillaje de cifras. Y asegurémonos de que se están dando los pasos conducentes a que la población se vaya desanimando de seguir en esas aventuras de pandillas, de armas. Y que los fenómenos que se están inculcando en toda la población movidos por el narcotráfico o por otro tipo de economía criminal tengan no solo represión, porque hay que mantener a la Policía y el Ejército encima de ellos, sino que haya oportunidades para un sometimiento a la justicia.

¿Cómo evitar que los jóvenes terminen atrapados en lo que usted llama la economía criminal?

Garantizándoles a sus hogares el sustento, un sustento legal así sea temporal, no sé si por dos, tres o cuatro años mientras termina un ciclo de capacitación, garantizándoles a esos niños y jóvenes sistemas de educación para la paz, para la convivencia en familia, para la formación de hogares, fortaleciendo la formación de familias, de núcleos afectivos. Todo es un cambio cultural, la paz no es solo que firmemos unos convenios entre grupos armados y el Gobierno, la paz es la transformación de  nuestra cultura.

¿El empresariado está  comprometido con la consecución de la paz?

Yo creo que el empresariado está muy metido en las leyes rígidas del lucro, no los estamos llamando a que sean empresas sin ánimo de lucro, pero tampoco a que sean empresas sinónimo de lucro. Están muy metidos en la competencia y en que cada vez hay que ganar más de lo que ganaron ayer. Ellos requieren un buen ejercicio de autorrevisión sobre  cómo manejan sus excedentes porque sí deberían dedicar gran parte de estos y de sus bienes a una hipoteca social, a una reinversión social. Muchos dicen que hay responsabilidad  social empresarial y la verdad son recursos que se van por cositas muy persas, lo que debería haber es una responsabilidad social empresarial muy centrada en la familia y en la construcción de paz en los entornos en donde una empresa tiene sus raíces y su fuente mayor de trabajo y de riqueza.

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